Princesa Juliana: El poder de la soberana

Capítulo 17

Nadie sabe por qué. Pero la reacción que debería ser un grito de estupefacción, no llega. En cambio, lo que se apodera de la escena es un terrible silencio acompañado de rostros desencajados, sorprendidos de sobremanera.

Si antes se creyó que se estaba frente a una caja de sorpresas, de esas divertidas que abres para ir encontrando otras más diminutas, lo cual solo sirve para aumentar el nivel de asombro, la relación no tiene lazo alguno con la última bomba estallada. En verdad, el misticismo y la reacción impropia de Yerik se llevó por un minuto la atención de todos por la particularidad de lo observado, pero solo fue el inicio y esto quedó claro cuando en un pestañeo después, se abrió el segundo baúl. Y, respecto a esto, quizás también la declaración de Mijaíl como maestro auxiliar de Josiah fue motivo de estupor ya que nadie se esperaba algo así a excepción del mismo joven y Erich, pero lo expuesto por la doceava princesa, en definitiva, se lleva el premio de lo increíble, de lo que ni en mil años, alguien pudo pensar.

¿Se puede culpar a Erich Kirchner y sus alumnos por sus reacciones? No. Lo escuchado de los labios delicados de Julia es tan enorme que no puede pasar desapercibido y no, por el hecho de que haya borrado de tajo las sorpresas anteriores sino porque el asunto es inaudito.

―¿Es en serio? ―Suelta Miu, siendo la primera en salir del trance―. ¿Tú también? ¿Yo fui la única que no dijo algo sobresaliente e impactante?

―Debiste hacer énfasis en lo de tu carrera como mangaka ―murmura Josiah, abriendo y cerrando los ojos con rapidez―. Tendrías que haber traído muestras de hombres desnudos y pegarlos en cada rincón de esta oficina para que…

―Esto no es un juego o una broma, Ni… ―Erich, además de interrumpir a Grimaldi, ahora lo hace consigo mismo. Y, todavía encontrándose perplejo, alborota sus rizos castaños―. Dime tu verdadera elección militar, la especialización a la que optarás, el área y tu maestro auxiliar.

―Ya lo he dicho ―profiere manteniendo su sonrisa―. Estrategia, operaciones especiales y teniente coronel Erich Kirchner. Aunque, para lo último necesito tu firma, pero eso no será problema, ¿cierto?

Esa dulce sonrisa, esa manera en que los ojos verdes lo observan, hablan por Julia. De modo que, pronto Erich intuye que ella no miente, que ni siquiera está tratando de decir algo divertido, sino que se dirige a él con la más absoluta verdad. ¿Será esa la razón por la que se ha negado a ir a tutoría con su persona durante todo este tiempo? Por supuesto, ¿por qué otra cosa sería? Pero ¿por qué? Sea cual sea la respuesta, al maestro no le debe de interesar. Pronto, comprende esto, cuál debería ser su objetivo. Por lo cual, señala la puerta y con voz mordaz, se dirige al resto de sus estudiantes.

―Fuera.

Nadie dice una sola palabra. Ni Miu, Josiah o Yerik se atreven a contradecir la orden. Es obvio, Erich ha dejado de estar de buen humor. Por lo tanto, sujetan sus carpetas y se marchan en silencio, dejando a la doceava sola, sabiendo muy en el fondo que estará bien, por la sonrisa conciliadora que ésta les regala.

―Tienes un minuto ―determina Erich con el ceño fruncido, cuando la puerta se ha cerrado y con su telequinesis, ha puesto el seguro―, no más, para que escojas otra opción militar. La que sea, no me importa, pero quiero cualquiera después de los sesenta segundos que comienzan ahora.

El conteo da inicio. Erich se recuesta en su silla y Julia, suelta un suspiro porque, aunque desde que tomó su decisión previó que él sería el primero en oponerse, no pensó que se pondría tan rígido, pero ¿acaso no lo comprende? Por supuesto que sí. Como nadie entiende los contras de su maestro, esos que se resumen en las posibles consecuencias de sus actos, más no quiere dar un paso atrás. De manera que, tras una corta marcha, se haya sujetando entre su mano derecha la pluma de Kirchner para posterior, cerrar sus ojos y quitarse la molesta fachada que marca su maldición como el contenedor de Juliana.

Los cabellos ondulados y rubios se marchan. La bienvenida es dada a los preciosos cabellos que son tan negros como la noche, los que son lisos y hermosos. Asimismo, los ojos verdes se pierden para permitirle a unos oscuros hacer su entrada triunfal.

Erich traga grueso y desvía su mirada al instante. Si algo no le gusta de Julia es que encuentre cómo desamarlo, que sepa que puede tener una discusión inteligente y con probabilidades altas de ganar cuando ella está en modo Juliana, pero que no es así cuando se encuentra en su estado original. ¿Cómo es que le ha permitido a ella entenderlo? No lo sabe, pero cuando la muchacha rodea el escritorio, se sienta sobre la pieza de madera y acerca sus labios a su rostro, sabe que como nunca, tendrá que poner sus pies firmes en la tierra para no ceder a sus encantos.

―Te quiero ―pronuncia ella con un tono de voz dulce y tierno―. No me gusta discutir contigo. Cuando pasa, me duele mucho el pecho y no puedo evitar llorar. ¿Podríamos saltarnos la molestia? No te pido mucho, solo… Firma tu contrato. Te aseguro que es un buen acuerdo. Me gusta la justicia. La cantidad que prometo es perfecta para alguien con tu rango y con tu experiencia militar. ―Sonríe. Ella lo hace cuando observa la mirada pensativa de Erich y antes de seguir con lo suyo, vuelve a darle otro beso en la mejilla―. ¿Cómo lo sé? ¿Eso es lo que te preguntas? Bueno, suelo hacer mis tareas con excelencia y… No mentiré, ¿de acuerdo? Le hice un pequeño hackeo a tu correo electrónico de agente, leí un par de mensajes con propuestas como las mías, unas donde varios chicos de mi edad ponían precios para tener tus servicios y, lo demás fue sencillo. Analicé cifras, calculé y determiné una buena suma y, para estar segura, le pedí a Luke su consideración en el asunto. Él me dijo que la cifra era perfecta, casi imposible de superar. En síntesis, atractiva en gran manera y con ayuda de un abogado de confianza, redactamos algo aún más exquisito.




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