El doceavo contenedor de la princesa Juliana abre su boca, pero no pronuncia una sola palabra. De sus labios rojos por el frío de la noche, no sale otra cosa sino una pequeña exhalación. Y, si ella se percata de ello, es por el aire visible que baila frente a sus ojos, ése que le hace reconocer la cruda temperatura nocturna, de la cual su cuerpo no parece ser consciente puesto que... La joven no siente nada.
¿Dónde ha quedado el frío? Julia no lo sabe. Pero, ¿eso significa que ella tiene calor? No, ni una pizca y eso es desconcertante porque ni siquiera se siente tibia. Así pues, ¿qué es lo que le sucede a la princesa?
Los ojos verdes lucen impactados. Ella no puede disimular su reacción pese a que sabe que es de manual, controlar sus expresiones faciales en las situaciones más críticas. Sin embargo, hallándose con una de éstas, a pocos pasos de distancia, no puede actuar. ¿Cómo podría? Tiene muchas cosas impactantes al frente y todas son tan crudas como para limitarse a cuidar que su rostro la delate. De modo que, Julia se encuentra en un punto donde no entiende por qué sucede lo que acontece y, qué es lo que debería darle más... ¿Miedo? Sí, quizás esa sea la palabra que ha buscado para comprender su estado de casi catatonía, pero eso no es lo importante.
Por un lado, a unos metros de distancia, Josiah está tirado en el suelo y el árbol de más de diez metros de altura desde donde se suponía él actuaba como atalaya, está destrozado. Sí, roto. Pero no es como si un rayo le hubiese caído encima, sino que... Ella traga grueso. El pino ha sido talado por un corte limpio. No por uno o dos hachazos. No por una sierra eléctrica sino por golpe de espada y esa arma es sin lugar a dudas, del chico misterioso, de porte imperioso, pero también terrorífico que se encuentra delante.
Un escalofrío invade a Julia al prestar más atención a ese cabello rojo. Por alguna razón, vuelve a sufrir de cefalea y los murmullos o casi gritos en su mente, vuelven a hacer eco. Aunque, esto ella lo ignora. Un hecho todavía más grande es lo que debe estudiar. De manera que, no es tanto el estado de Josiah, esa patada poderosa que parece que recibió en el pecho y lo mandó a volar contra otro pino. Tampoco la caída del árbol que servía de fuerte. No, porque incluso lo último, es probable. Aún la princesa, con sus poderes no tan sobresalientes, con su espada, una buena concentración de poder y con un poquito de esfuerzo, puede hacerlo. Por lo cual, en lo que se pone a meditar es en por qué no sintió el poder psíquico del intruso acercándose. Esto, porque se supone que está en su área de cobertura, que sus sentidos seguían prestos a la tarea de rastrear amenazas aun estando en su cama improvisada. Por lo que, es casi imposible que ni siquiera sintiera el fluido psíquico haciendo una demostración de fuerza y... Peor que eso, ¿por qué a una distancia de diez pasos no percibe los poderes del muchacho?
Los labios finos de Julia se cierran y se abren. Su mente está nublada. Cuando observa a Yerik ayudar a su mejor amigo a ponerse de pie, sabe que debe buscar con la mirada a Miu y pedirle que establezca una comunicación telepática con el resto. Con todo, no lo hace. No sigue la línea, no busca la forma de hablar con el italiano y pedirle que rastree algún tipo de aparato para cubrir poder psíquico, pero ¿será porque sabe que es algo inútil? Quizás. Al fin y al cabo, se supone que ella ya puede traspasar las barreras de cualquier artilugio parecido, que en sus entrenamientos con Luke logró una hazaña que pocos pueden lograr, más...
La rubia da un par de pasos hacia atrás. ¿Por instinto? Seguro que sí, puesto que su conciencia le reprueba su acto al instante por ser de cobardes. Pese a ello, no puede evitar su reacción física que le pide huir, correr lo más lejos que pueda con su equipo, así como tampoco logra hacer calmar a su acelerado corazón, el cual late con la fuerza de un martillo y parece que le destrozará el pecho. Y, esta última reacción, sin lugar a dudas tiene un motivo. Y es que, no es por lo anterior descrito, sino por esa frase que el pelirrojo ha pronunciado.
―¿Qué sucede, princesa? ¿Por qué tan nerviosa? ¿No te gustó mi dádiva? ¿No te pareció de buen gusto? Si es así, podría cambiarla y quizás... Ah, ya recuerdo. Lo que te agrada es asesinar, ver muertos a aquellos que quieres, ¿no? Y siendo así, ¿tendría que matar a estos chicos? ¿Eso te agradaría mucho más?
Las piernas de la princesa se vuelven de gelatina. Los deseos de vomitar vuelven, pero por aquello que le parece aterrorizante, que ese tipo con sonrisa tranquila, que el asesino en masa que parece ser, tenga información de algo que no debería saber.
―¿Quién eres? ¿Qué te crees para...?
La voz de Miu se corta. Se supone que había al menos diez metros de distancia entre ella y el pelirrojo, pero en un pestañeo, él se ha dispuesto frente a la japonesa para propinarle un golpe en el estómago que le roba el aliento.
―Miu, no hagas que inicie una carnicería antes de tiempo. Ten mejor gusto y aprende cuándo es el momento preciso para hacer determinadas cosas.
Julia apenas logra abrir y cerrar sus ojos, como para cerciorarse de que lo visto es cierto, pero no puede hacer más, su cuerpo le imposibilita hacer otra cosa y por ello, quizás previendo la complejidad de todo, lo malo de la situación, que los dos encargados del frente han sido golpeados con dureza y que la estratega a cargo está perdida, es Yerik que en un segundo levanta unas cien flechas de energía de considerado tamaño y las arroja contra el pelirrojo. Todo esto, mientras forma un lazo de poder psíquico con el que toma a la princesa de la cintura y la atrae hacia él, de la misma forma en que lo hace con los demás muchachos.
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Editado: 08.05.2023