Príncipe de metal

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Actualizacion sorpresa, espero les guste :) Gracias a todas por sus votos  comentarios.X

 

Al acabar de leer el tercer libro sobre mecánica, lo cerré estruendosamente y apoyé mi frente sobre su cobertura.

Estaba tan cansada que sentía que mi cabeza explotaría en cualquier momento.

Llevaba como mínimo cinco horas sentada en esa silla intentando aprender cada uno de los términos sobre vehículos y estudiando los problemas más comunes de una motocicleta. Aprendí por lo menos cada uno de los daños que puede tener un motor, y para ser honesta, jamás pensé que una cosa tan banal pudiera ser tan complicada.

Suspiré y alcé mi cabeza para observar a mi alrededor.

La biblioteca era mi lugar favorito de la mansión. Estaba compuesta por tres pisos enteros de estanterías, llenas de toda la clase de libros posibles, pisos de madera de roble y caoba y algunos cuantos sillones y mesas para que te acomodaras tranquilamente.

Aunque para ser honesta creo que la mejor parte era que nadie entraba a no ser que fueran las chicas de la limpieza.

Repasé el bordillo del libro entre mis manos, tan viejo y magullado. No podía ni imaginarme cuántos años tendría aquel libro ni cuantas manos habían tocado sus páginas. Los mecánicos ordinarios ya no existirían en Pangea, todo se resolvía con maquinas, y esas máquinas eran construidas con tecnología de alta gama en ciudad de plata. Los libros de actividades manuales como este habían pasado a la historia.

Historia.

Antes de sentarme recorrí toda la biblioteca en busca de libros de mecánica pero también me había dado una vuelta por los libros de historia. Para ser más específica, de los libros que hablaban sobre la selva broncer. Tomé uno de ellos, aunque tampoco es que hubieran demasiados que hablaran sobre el tema.

En ese momento dejé a un lado el resto de los manuales y agarré el libro titulado "Selva Broncer: ¿real o falso?" y comencé a leerlo con atención, pero solo había volteado la primera página cuando alguien se sentó en la silla que estaba frente a mí.

Era Elisa, con los brazos cruzados sobre la mesa y viéndome con algo de nerviosismo.

— ¿Por que trabajas para la resistencia? — Preguntó, casi susurrándome, como si hubiera alguien a nuestro alrededor.

— Podría hacerte la misma pregunta.

Puso los ojos en blanco.

— Vamos, necesito saber en que te estás metiendo para conocer el riesgo de la situación. — Al ver que no cedía, añadió: — Prometo responder a tus preguntas después.

Lo pensé por un momento. No sabía que tan riesgoso era contarle a Elisa sobre mi plan de escape, aunque parte de mí sabía que si ella llegaba a delatarme estaría ahogandose a si misma también.

— Voy a huir de la mansión. — Respondí con cautela.

Para mi asombro, Elisa no parecía muy sorprendida con aquella revelación.

— Hum. ¿Es por lo de la boda?

— Si. Entre todo lo demás.

— Tengo que admitir que a la tía So se le fue un poco la mano con eso, aunque al menos el pirata no es feo. — Objetó — En realidad, me lo tiraría. Si yo estuviera en tu lugar, me lo tiraría y luego...

Fruncí el ceño. Me parecía increíble que estuviera argumentando sobre aquel tema en un momento como ese.

—No voy a tirarme a nadie. Y mucho menos a ese mujeriego. Quien sabe cuantos virus lleva encima.

— Bueno, bueno, solo decía. A final de cuentas siempre es bueno probar de todo.

— No creas que se me olvidó que no me has dicho porque eres una infiltrada de los broncers. — Dije la última parte en voz muy baja. — ¿Sabes que te pueden acusar de traición, verdad? Bueno, a las dos, pero creo que para tí sería peor.

Ser broncer no era ilegal. De hecho, los broncers formaban parte de la comunidad de Pangea, viviendo apartados del resto en la Selva Broncer. No jugaba un papel importante en la comunidad porque su territorio carecía de riquezas (como lo decía su nombre, el único valor de la selva broncer era el bronce, que no se igualaba a las riquezas de las otras ciudades), , pero aún así se les trataba como a cualquier otro habitante regido por la corona. Sin embargo, lo que era ilegal era ser un rebelde. En su mayoría, los rebeldes eran broncers, pero se había escuchado hablar de "traidores" en otras ciudades.

Trabajar con la resistencia, o tener algún vínculo con uno ellos era ilegal y penado por la ley de corte de cristales. No pasaba mucho, pero de vez en cuando se escuchaban noticias de hombres y mujeres que eran atrapados ayudando a la resistencia y los castigos que debían de soportar eran atroces, aunque el resultado era siempre el mismo: la muerte. Nadie salía vivo de los calabozos.

Elisa agachó un poco la cabeza. Me recordó a una niña que está siendo regañada por algo que hizo.

— Es mi madre. — Habló por fin, aun cabizbaja. — Cuando asesinaron a mi padre durante el ataque rebelde, ella huyó con uno de ellos. Hace un año...la resistencia nos envió un mensaje a Iker y a mí para decirnos que tenían información sobre su paradero, pero que teníamos que hacerles algunos favores antes para recibir la información. Evidentemente, Iker se negó, e incluso prevenino a nuestra tía, pero yo no pude. — Hizo una pausa para tomar aire, y por un instante pude ver como una lágrima se resbalaba por su mejilla, pero la limpió rápidamente. — Iker la odia, dice que es una traidora y que nos abandonó cuando más la necesitábamos. Ella tampoco es mi persona favorita, ¿sabes? pero solo quisiera...hablar con ella, para entender porque nos tuvo que dejar a la merced de nuestra tía. A veces, cuando mi tía me reprende por algo que hice mal a sus ojos, o porque quizás no fuí perfecta por un segundo, me pregunto, ¿cómo sería mi vida si ella nunca se hubiera ido? ¿Acaso no éramos suficiente para ella? Intento comprender cómo una madre puede abandonar a sus hijos por un amante.

En ese momento me dí cuenta que aunque quizás Elisa y Iker no sufrían lo mismo que yo, no significaba que no sufrieran. No podía ni imaginar el dolor que debían de sentir al pensar que uno de tus padres seguía vivo, pero que se fue sin voltear atrás, y los dejó en manos de una persona tan...malvada.




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