Príncipe Desterrado.

Capítulo 14

Artemisa

Es complicada, la vida es extremadamente complicada cuando estás sola. No es como si estar con alguien, hará que desaparezcan tus problemas. Sin embargo, cuando tienes a alguien contigo, puede ayudarte a aliviar el dolor que generan estos problemas. Agradecí toda mi vida el poder contar con mi abuela y mi hermana, nunca he estado sola del todo y siempre podía contarles mis problemas, desahogando las penas para no ahogar mi corazón en un mar de dolor.

Y ahora... Tengo que enfrentarme a la vida completamente sola.

Bueno, cuento con Eros y Horus... Sobre todo, cuento con el apoyo especial de Sylver.

Agarré el sobre, el cual tenía mi nombre con la inconfundible letra de mi madre. Tengo el libro que papá hizo especialmente para mí y una carta de mi padre... tengo mucho peso y sentimientos en mis manos, haciéndome dudar en si venir fue buena idea. La herida de perderlos, sigue sin cicatrizar, posiblemente tarde mucho y tenga que trabajar un montón para poder decir "estoy bien". Por el momento, solamente puedo decir "duele un poco menos que hace cinco años".

—Vamos, necesitamos salir de aquí antes de que decidan asegurarse que no has vuelto a casa —Sylver me agarró del brazo y me jaló, pero no me moví del lugar— ¿Qué pasa?

Si esto sale mal...

—Agarra mi álbum de fotos y el de Nea, por favor —le pedí con un nudo en mi garganta, quemándome, molestándome e provocándome unas horribles ganas de llorar, tal niña pequeña. Pero no lo haré.

Sylver no protestó y sacó el álbum que estaba mirando junto a un álbum verde lima con rosa, el nombre de Atenea estaba escrito con la misma letra cursiva que en el mío y el mismo del sobre. Me llevé el suéter, el libro y el sobre, preguntándome ¿Qué pasará cuando lo lea?

Bajamos en silencio hacia la sala, la cual estaba hecha pedazos por algún motivo que desconozco. Sonreí un poco cuando vi a Eros comerse un sándwich, sintiendo la libertad de andar por la cocina como si fuera su casa, hasta Horus se puso a curiosear alrededor.

No estoy sola...

—¡Hice sándwiches para todos! —gritó Eros, levantando una bolsa con lo que debían ser los sándwiches.

—La comida antes que todo —susurró Sylver en mi oído, haciéndome reír un poco.

Desearía que la situación fuera diferente. Un domingo, Eros fisgoneando en la nevera, Nea canturreando con la música a todo volumen mientras dice estar "lavando" la ropa, aun que solo la mete a la lavadora y olvida ponerla en marcha por estar más pendiente del teléfono, Horus durmiendo en el sofá individual.

Sylver haciendo un asado en el jardín, mientras que yo le tomo fotos y pellizco los pedazos de carne que ya salieron. Serviría la mesa, decorándola con flores recién cortadas del jardín de rosas que mamá siempre mantenía impecable, hiciera mi limonada especial con miel. La abuela estaría de visita, contando historias de sus aventuras por el mundo y de los diversos hombres de los que se enamoró, pero que ninguno la hizo enamorarse tanto como el abuelo. Y todos nos sentaríamos a comer, conversando, riendo, pasando el rato juntos.

Justo como eran nuestras vidas cuando nuestros padres estaban con nosotras.

Sentí una mano en mi cintura y su aliento chocar contra mi mejilla, sus labios me acariciaron suavemente, provocándome un escalofrió de pies a cabezas.

—Todo estará bien, Artemisa.

Quiero mantenerme positiva...

—Muy bien, es hora de irnos y poder encontrar la forma de hablar con la reina —maulló Horus, saltando a mis pies— y será mejor que no la hagas enojar, Sylver.

—¿Qué? Ella es quien me hace enojar con sus tontas reglas y su maldito comportamiento. ¿No puede dejar de ser estricta para decirme un simple "Te quiero"? —Al ser consciente de lo que dijo, soltó mi cintura, separándose y mirando hacia otro lado—. Olvídalo.

Sylver...

Es claro que él tiene sus problemas, diferentes a los míos, también en cierta forma se parecen. El problema en común, es la soledad, ese vacío que sentimos al no tener a nuestros padres con nosotros. Mientras que yo compartí casi toda mi vida con mis padres, él no conoce a su padre y su madre lo dejó solo en un mundo completamente nuevo para él, creciéndose solo y sin amor. Mamá me decía "Te quiero", al menos cinco veces al día, me abrazaba y era mi confidente. Papá pasaba mucho tiempo conmigo, me enseñaba cosas nuevas y no había un día que no escuchara un "Te quiero, mermelada" seguida de su ronca risa ante mi cara de "no me molestes".

Tal vez... Pueda ser la primera en decirle un "Te quiero" a Sylver.

—Será mejor que nos vayamos a la de ya —dijo Eros, abriendo la puerta principal para nosotros—. Encontré un lugar donde nos podemos quedar por unas horas, descansar, comer, llamar a la reina y seguir con nuestra aventura.

—Apuesto a que te sientes como el delincuente más malote del mundo —le dijo molestando, Horus, saliendo por a puerta principal.




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