La nieve dificultaba el trabajo de Zaul. Él no podía distinguir colores en aquel helado paraje, pero podía notar los sutiles cambios de blanco y gris, y así saber por dónde había pasado alguien o algo.
Hacía ya dos días que había dejado la comodidad de la cueva para adentrarse en el crudo invierno con un goblin moribundo a sus espaldas. El haber esperado tanto tiempo había ocultado casi todo el rastro del orco y la humana, solo tenía un camino casi difuminado hecho por una carreta. Decidió seguirlo, no tenía nada más, aunque cada cierto tiempo se detenía para atender a su compañero. Debía caminar lento, pues no quería agitarle. Vaya estorbo era. Y para rematar, debía ir con una antorcha siempre encendida, pues el sol no era suficiente para poner a andar su fría sangre.
- ¿Dón... Dónde estoy? - Escuchó de dentro de la canasta.
Zaul le bajó al instante, emocionado.
- ¿Estás mejor? No hables mucho, todavía ayer seguías escupiendo sangre.
El reptil cuidaba de que no le entrará ni el mínimo frío al mirar dentro de la improvisada mochila.
- Duele, y hace frío.
No perdió tiempo y le tomó la temperatura, estaba sudando muchísimo a pesar del clima. No podía perder tiempo buscando al orco, debía buscar un refugio y darle los máximos cuidados para que se estabilizara y así seguir el viaje. Estúpido goblin debilucho. Luego de varios kilómetros andando, divisó una gran estructura, un fuerte o castillo. Ojalá abandonado, esperaba el naga. Y ciertamente, era así. Aquel era un refugio perfecto, aunque lleno de polvo y moho, no pasaba el viento y podría hacer fuego sin problemas. Acomodó a Bhikz en un camastro improvisado, bien cobijado y cerca del fuego.
- Para tener apariencia de reptil, es ridículo que te vayas a morir de fiebre - Dijo mientras le aplicaba compresas húmedas.
Zaul escuchó un grito agudo seguido por un montón de crujidos que se desvanecieron pocos instantes después. Necesitaba ir a investigar, pero no podía dejar al goblin indefenso. Se quedó junto a la puerta, atento a cualquier ruido o amenaza que pudiera surgir de allí. Una mano huesuda se asomó, a lo que sin pensarlo dos veces se lanzó al ataque. La mano cayó produciendo agudos chasquidos al rebotar contra el mármol.
- ¿Un intruso? Qué grosero de tu parte... - Aquella voz era como la de un perro moribundo. La puerta se abrió de golpe, ni su velocidad impidió que aquel ser le cortara la cara con el hueso que sobresalía de su brazo - ¡Tú repondrás mi mano derecha!
Era una sombra apenas perceptible en la oscuridad de la habitación, solo un un haz de luz rojo como una brasa era visible para el naga. Debía evitar que el ser se acercara a Bhikz. Pateó la hoguera contra aquel monstruo, tomó al goblin, y corrió tanto como sus piernas podían, no podía volver al bosque, eso mataría a su compañero, y ese momento de duda hizo que terminara acorralado por la criatura. Dejando a Bhikz recostado sobre una pared, se dejó golpear en el torso, era eso o exponer a su amigo al peligro, y aunque no le había causado ninguna herida abierta, pudo sentir como volvía a sangrar desde adentro, pero ya después se ocuparía de eso, con su cuchillo lanzó un golpe directo a la cara, pero este fue esquivado y respondido con la criatura tomándole del cuello, ahorcándole. Zaul clavaba las uñas y lanzaba patadas en un fútil esfuerzo de liberarse. Cuándo estaba apunto de perder la consciencia, escuchó una voz familiar que gritaba lo que para él eran incoherencias, y fue liberado al instante. Intentando recuperar el aliento y con el corazón a punto de salirse de su pecho, reconoció a la dueña de la voz. Ella parecía haber cambiado, tenía ojeras y su piel estaba reseca.
- Maldita... - Dijo con el poco aliento que tenía. La humana corrió hacia él, para ayudarlo, pero este le rechazó con un gesto brusco - Maldita... ¿Sabes lo que he tenido que pasar por tu culpa? - Y a esto le siguió un ataque de tos con sangre. Delfina empezó a hablar en su idioma con la figura de negro, y aunque la conversación parecía ser la de dos iguales, ella mantenía la cabeza agachada. Esto hizo rabiar aun más al naga. - ¡¿Por qué mantienes la cabeza abajo como una basura?!
Ella lo miró con ojos melancólicos.
- Zaul ¿Yo ser basura? ¿Por qué Zaul siempre tratarme mal?
Pero la respuesta fue interrumpida por otro ataque de tos. Delfina volvió a decirle algo al hombre, y este tomó en brazos al naga, mientras ella, no sin esfuerzo, tomó al goblin. Ambos fueron acomodados en la misma habitación, cada uno en su cama y con un cálido hogar. Se les desvistió de la cintura para arriba con ayuda de un esqueleto con vestido, la chica sacó lo que parecía ser un delgado hueso negro e hizo un pequeño trazo en el pecho. El naga se asustó al ver que de esa marca salían extraños símbolos de colores, y que de no ser por las manos huesudas de la esqueleto, él hubiera salido corriendo. Ella hablaba con el hombre mientras este le miraba con mucho interés con su único ojo, y entonces levantó su mano derecha y pudo ver que a ella le faltaba parte de su dedo, con el que fue señalado, pero el hombre apartó con brusquedad la mano de la chica, y luego lanzó una carcajada áspera que parecía el aullido de la propia muerte.
- Bianca, querida... ¿Podrías traer el medio cadáver que hay en el estudio?
En lo que la esqueleto cumplía la orden, fueron a revisar a Bhikz.
- ¡Hey! ¿Vas a dejarme esto así? - Dijo Zaul señalando a la fuente de luz grisacea que salía de su pecho.
- No preocupar, mientras no toques nada, estar todo bien.
El proceso se repitió con el goblin: El trazo, los carácteres luminosos y ellos dos hablando en aquel extraño idioma. Pero esta vez la cara de Delfina se ensombrecio, dándole aun peor aspecto del que tenía antes.
- ¿Qué pasa con Bhikz? ¿Por qué esa cara? ¡Respóndeme!
- Zaul... ¿Cuánto tiempo Bhikz herido?
- No estoy seguro, el tiempo pierde sentido para mí cuándo estoy bajo tierra.
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Editado: 10.04.2021