Tras derrotar en épica batalla al maléfico Mondark, los rayos de sol comenzaron lentamente a abrirse paso entre la pestilente bruma que hasta hace poco mantuvo sumido al reino en interminables sombras. Arion y Elara, malheridos pero radiantes, emergieron por entre escombros del derribado Castillo Estoque.
Sabían que solo contaban con minutos antes de que el completo colapso los alcanzara, pero no podían abandonar el reino sin rescatar primero a algún posible sobreviviente. Guiándose por los débiles lamentos de auxilio que llegaban desde las mazmorras, los jóvenes bajaron rápidamente hacia lo más profundo de las entrañas del castillo.
Allí yacían amontonados cientos de esqueletos entre grilletes. Unos pocos desafortunados aún se debatían por liberarse con las pocas fuerzas que les quedaban luego de años de suplicio. Con lágrimas en los ojos, Arion y Elara procedieron rápidamente a abrir los candados oxidados usando la espada y conjuros.
Tras evacuar a todos hacia el exterior, el derrumbe del castillo quedó culminado en medio de una implosión de roca y fuego abrasador que fulminó lo poco restante de aquella fortaleza del mal. Sobre las ruinas humeantes, los débiles liberados lloraban y, a la vez, reían histéricos de alegría tras recobrar su ansiada libertad, luego de un interminable tormento bajo el yugo de Mondark.
Arion y Elara se unieron a la incipiente celebración de los pocos habitantes que sobrevivieron, quienes estaban aún incrédulos ante su inesperada liberación.
Pero la alegría, se vio pronto empañada cuando repararon en la devastación total de su hogar. Todo rastro de vegetación en el reino, estaba extinto, el suelo marchito; era inhabitable y las estructuras reducidas a cenizas. El futuro se presentaba incierto y desolador.
Fue entonces cuando del interior de su túnica, Elara extrajo una pequeña baya plateada, última superviviente del Árbol de la Vida que alguna vez floreció orgulloso a las afueras del castillo. Con delicadeza la depositó sobre la tierra agrietada, invocando luego un poderoso hechizo de resurrección transmitido por Eldron, cuando le entregó la semilla.
Brotes color esmeralda comenzaron a emanar del suelo, acelerando su crecimiento hasta conformar un retoño, luego un roble y finalmente un majestuoso Árbol de cristalinas hojas cuajadas de frutos luminiscentes. Los pobladores contemplaron el milagro con lágrimas de gozo resbalando por sus sucias mejillas. La vida regresaba al reino.
Y así, guiados por la esperanza que renace de las cenizas, los sufridos sobrevivientes, junto a sus héroes Arion y Elara, iniciaron la monumental reconstrucción de lo que alguna vez fuera, un pacífico reino en una tierra fértil y llena de promesas, que se abrían paso tras la más siniestra de las noches.
Tras meses de extenuante trabajo en equipo, las ruinas previamente malditas del reino comenzaban por fin a adquirir la forma de un lugar habitable. Sobre los campos fértiles recién florecidos se establecían las bases de nuevas estructuras, mientras los pobladores trabajaban dichosos de ver resurgir su amado hogar como un ave fénix de entre las cenizas.
Guiados por la visión de un futuro próspero, Arion y Elara continuaban facilitando la transición como líderes improvisados del resurgimiento. El místico Árbol de la Vida, fuente de abundantes frutos y cristalinas aguas regenerativas, se convirtió rápidamente en el corazón literal y figurativo de la nueva comunidad.
Pero una noche, mientras la pareja de héroes descansaba bajo las estrellas luego de otro laborioso día, la luminiscencia del árbol mágico comenzó a parpadear llamando su atención. Al acercarse contemplaron sorprendidos cómo entre las ramas se materializaba el espíritu etéreo de Eldron, el Blanco.
Atónitos ante la súbita aparición, Arion y Elara escucharon con atención su advertencia sobre regresar al punto de origen. Cuando les reveló que la destruida Fortaleza de Estoque reposaba sobre un antiguo templo dedicado a invocar las fuerzas primordiales del inframundo, y que las raíces de mal permanecían latentes bajo los cimientos, supieron que su nueva misión estaba clara.
A la mañana siguiente y sin perder tiempo, la pareja de viajeros se despidió de los agradecidos ciudadanos, dejándolos en buen curso para reconstruir sus vidas mientras ellos iban a cortar de raíz cualquier posibilidad de que la historia del reino maldito pudiera repetirse. Utilizando un conjuro de Eldron para materializarse dentro de las ruinas subterráneas, Arion y Elara regresaron al vientre del castillo derruido.
Descendiendo sobre escombros humeantes llegaron pronto al santuario donde antaño realizaban los macabros rituales y ahora solo quedaban restos putrefactos de alguna fuerza malévola. Sin mediar palabra, unieron sus manos invocando el místico poder del amuleto, ahora bajo su custodia e iniciaron un cántico sagrado transmitido por Eldron, para purgar cualquier energía oscura residual.
Una luz emergente del suelo fue gradualmente neutralizando las sombras, restaurando el equilibro cósmico hasta no quedar rastro alguno de aquel lugar de pesadillas. Satisfechos, los jóvenes regresaron a la superficie donde los esperaba el amanecer, listos para seguir guiando al renaciente reino a su era más gloriosa e inmortalizando su propio legado como forjadores de esperanza.
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mundo de fantasía, batalla entre luz y sombras, tiempos legendarios
Editado: 12.12.2023