3 Semanas Después…
Gabriel: Vamos, puedes pedirle a Jess que te cubra.
Yo: Pero Gabriel, es muy difícil, son muchos días.
Gabriel: Mmmm…
Yo: Ok dejame ver que puedo hacer.
«Un fin de semana sola con Gabriel, todo el día, toda la noche.» Me sonrojo solo de pensar en todas las cosas que podríamos hacer.
Gabriel: De verdad quiero que estemos juntos todo, todo el tiempo
Yo: Lo sé, estoy nerviosa y emocionada.
Gabriel: Tu padre no ha hablado más de Denisse, ¿cierto?
Yo: No, eso ya es tema pasado, no hemos sabido nada de nada…
Gabriel: Perfecto porque yo tampoco :)
Yo: :) Voy a ver como le hago con lo del permiso.
Gabriel: Sino, podemos quedarnos en casa de todas formas.
Yo: Pero es que igual quiero ir contigo.
Gabriel: Si pero si no se puede simplemente no insistas ya tendremos tiempo después.
Yo: Ok.
Me desconecto de mi sesión de chat para ver como mi madre tacha unas cosas en su lista.
— Oye mamá… Jess me esta invitando el fin de semana a quedarme en la cabaña de su familia en San Martin.
— Ya ¿y con quien estarán además de ustedes?
— Amm… con su hermana.
— ¿Y sus padres?
— Es que ellos no quieren ir.
— Osea que quieres que te de permiso para que tres mujeres solas se queden en una cabaña solas por el fin de semana.
— ¿Si?
— ¿Tienes novio y me estas queriendo mentir?
— No, obvio no.
— No sé porque, tu no, no me suena a no realmente.
— Pero mamá, sino. — Me quejo.
— Tengo malas noticias para ti Danielle, tu padre quiere ir a visitar a tu abuela el fin de semana.
— ¿Y porque no dijiste eso desde el principio?
— Hija soy tu madre, tengo que saber que me dices la verdad y no me quieres ver la cara.
— Pero mamá
— Pero nada Danielle, tu padre quiere ir a ver a su madre con su familia, ¿no puedes dejar ese viaje para otro día?
— Y… ¿ahí si me darías permiso?
— Quizás… Jajajaja claro mi amor. — Se burla mi madre mientras arrugo mi entrecejo.
— Mamá…
— ¿Que hija? — Mi madre sigue en su lista mientras abre la puerta de la despensa.
— ¿De verdad me dejarías ir si fuera en otro momento?
— Claro que si mi amor, es más apesar de que tengas 17 agradezco que aun tomes en cuenta lo que te digo o aconsejo, así que si, si tienes permiso para ir en cualquier momento que no sea este porque tu padre quiere ir a ver a su madre y tenemos que acompañarlo.
Rendida vuelvo a mi habitación lanzándome sobre la cama, pataleo un par de segundos hasta que tomo mi celular para escribir a Gabriel.
Yo: No podremos ir ahora, mi mamá dice que este fin de semana mi padre quiere ir a ver a mi abuela y que quiere ir con todos nosotros :(
Gabriel: No importa mi amor, no te preocupes buscaremos como ir, así que no te atormentes por eso.
Yo: Ok…
Gabriel: Te amo.
Yo: Yo más.
El tan esperado día llego y paso tan aburrido como todas las veces en que vamos donde la abuela, viaje larguísimo para llegar donde la abuela que casi no nos reconoce por el alzheimer que padece hace un par de años. Mientras espero sentada en la gran banca que da al patio aparece mi abuela caminando lento para sentarse a mi lado.
— ¿Quien eres tu?
— Soy Danielle, su nieta.
— Ah, sabes algo Danielle yo antes estuve enamorada de un hombre que llenaba todo mi mundo de color.
— El abuelo. — Digo intrigada.
— No, no era tu abuelo era otro hombre que conocí en la adolescencia, Marco se llamaba, estábamos tan enamorados que todo brillaba al vernos pasar.
— ¿Y que paso?
— Lo deje, no recuerdo porque pero no sabes lo arrepentida que estuve por muchos años por no haber peleado por nuestro amor, fui una tonta, no seas igual que yo.
— Abuela ¿sabes quien soy?
— Danielle, el alzheimer aun no borra toda mi mente pero quiero decirte que si alguna vez estas enamorada lucha por ese amor como puedas, no importa lo que pase, yo ame mucho a tu abuelo pero eso no quiere decir que no piense en mis errores.
— Abuela…
— Dime querida.
— Hay un hombre…
— ¿Y como se llama?
— Gabriel, es mi profesor…
Por un segundo el rostro de mi abuela me mira con asombro hasta que cambia a uno más serio.
— ¿Oye niña tienes dulces? — Pestañeo impactada por unos breves instantes antes de reaccionar.
— ¿Abuela?
— ¿A quien le llamas abuela?
— ¿Quiere que la lleve a descansar un momento?
— Está bien, ya pronto será la hora del almuerzo.
«Nada más hace un rato almorzamos… » Miro a mi abuela con algo de tristeza al darme cuenta que sus lapsos de estabilidad son tan cortos como un suspiro, que desgastate debe ser el cuidar a una persona que ya llega el punto donde no puede reconocer ni su propio rostro, ni mucho menos el de alguien más. Conmovida acuesto a mi abuela poniendo las cobijas sobre su cuerpo para que no enferme.
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Editado: 07.03.2020