Mis ojos se abren lentamente, ajustándose a la luz tenue que ilumina el lugar. Mi mano sigue cogida a la de Aiden. Volteo lentamente la cabeza, Aiden ha apoyado su cabeza en mi hombro y ha colocado su brazo izquierdo por sobre mi cintura. Duerme plácidamente. Saco mi comunicador, que indican que son las cinco de la mañana. Debería ir a mi habitación a bañarme y cambiarme. No creo que haya habido celebración ayer, debido a las heridas de Aiden y Corinne. Vuelvo a mirar a Aiden. Suspiro y, con mucho cuidado, me deshago de su brazo, y dejo que su cabeza se apoye en la almohada. Camino de puntillas hasta abrir la cortina metálica y salir. Hay un par de enfermeros en el mesón, pero no reconozco a ninguna. Levantan la vista para mirarme, me dan una corta sonrisa y luego vuelven a concentrarse en lo que estaban haciendo. Me acerco a ellas y carraspeo, algo tímida de hablarles.
—¿Sucede algo?—pregunta uno, de tez morena y cabello negro.
—Quería saber si ayer hubo celebración por la misión—pregunto en voz baja.
—No cariño, una simple cena. Pero han dado libre el día de hoy, para que los amigos y familiares de los heridos tengan tiempo de venir—me responde la otra, una mujer de tez clara con ojos rasgados.
—Muchas gracias—les digo.
—Puedes quedarte más tiempo, aquí no hay horario de visita a menos que sea un paciente de gravedad—me dice el enfermero. Niego con la cabeza.
—Creo que al menos debería ir a cambiarme, pero volveré—le respondo. Ambos me otorgan una sonrisa y me despido.
Cuando salgo al pasillo, me siento algo perdida. Sé que Joy me había dicho que le avisara, pero siendo tan de madrugada, no quiero molestarla. A lo lejos, logro divisar a Val. Me acerco a ella, que habla con una mujer con bata blanca.
—… Pero creo que con el tratamiento, estará como nuevo en un unos días, después de todo, no hubo que intervenir en los huesos—dice la doctora.
—¿Y Corinne?—pregunta Val. Me detengo a un metro de distancia.
—Vamos a usar el mismo tratamiento que con Aiden, pero al ser una fractura expuesta se demorara más.
Val asiente, entonces gira su cabeza y me observa. Voltea a mirar a la doctora y le ofrece su mano.
—Muchas gracias, Angelica, vendré en unas horas para ver el progreso—le dice. la doctora asiente y desaparece por el pasillo.
Val se acerca a mí y coloca una mano en mi hombro, dándome un apretón.
—¿Qué haces aquí Leah?—pregunta.
—He visitado a Aiden—replico.— Pero ahora quería irme a mi habitación.
—¿Estas perdida?—pregunta. Asiento.— Yo te llevo. ¿Te has quedado toda la noche con Aiden?
—Gracias—le digo, mientras comenzamos a avanzar por el pasillo.— Me quede dormida.
—¿Y como esta?
—Bien, no tiene dolor—le digo. Val asiente.
—Hablaba con su doctora, en unos días estará como nuevo—dice Val.
Cuando Val me deja en mi habitación, me saco mis zapatillas y entro enseguida en la ducha. Me siento exhausta, a pesar de haber dormido varias horas cómodamente, y creo que es por las muchas emociones que he sentido. Ha habido pocas ocasiones en mi vida en que me haya sentido así, pero supongo que ahora que las expreso, es aún más agotador. Decido que si no hay clases durante el día de hoy, puedo dormir un par de horas y luego volver donde Aiden. Me seco el cabello rápidamente cuando salgo de la ducha, y me pongo mi pijama. Apenas toco mis sabanas, el sueño me invade y el mundo a mi alrededor desaparece.
Las manos de Aiden rodean mi cara, y me mira intensamente. Los cables invisibles aparecen. Sus ojos me encandilan, mi corazón bombea en un frenético aleteo y todo mi cuerpo se hace demasiado consciente de lo cerca que esta Aiden, del contacto de su piel con la mía, de cómo su aliento choca contra mi rostro, del calor que emana su cuerpo.
Quiero hablar, pero no puedo. Un impulso comienza a crecer en mi interior, y el fuego comienza a aparecer en mi pecho, expandiéndose por mi cuerpo. Me pongo de puntillas, intentando acortar la poca distancia que separa mi rostro del suyo.
Mis ojos logran romper las cadenas que me tienen encandilada y bajan a su boca. Sus labios, rosados, se ven suaves, y me pregunto si se sentirán igual. Levanto la mirada para buscar sus ojos pero estos están clavados en mi boca.
Se inclina lentamente. La anticipación me hace sentir inquieta. Cierro mis ojos, y alcanzo a sentir el roce de sus labios con los míos.
Un golpeteo frenético me despierta. Sonrojada, miro el techo y me siento al borde de la cama. Me toco los labios con mis dedos. Era un sueño tan vivido. Nuevamente golpean mi puerta. Me levanto de sopetón, aun algo aturdida por el sueño que acababa de tener, y abro la cortina. Joy está detrás, con una bandeja con una taza humeante, tostadas con huevo, y un yogurt de frutilla. A su lado, Brent tiene en una mano un muffin de arándanos.
—Hola—digo, mirando sin entender.
—Creímos que te sentaría bien desayunar en tu cama—dice Joy con una sonrisa.
—No queríamos despertarte, pero Joy insistió en que no te gustaría despertar más allá de las diez—acota Brent. Abro los ojos como platos.