Taehyung.
Mi madre me llama el domingo por la mañana para nuestra charla telefónica semanal, algo que he estado esperando durante días. No es habitual que tengamos tiempo para hablar durante la semana, porque estoy en clase durante todo el día, ensayando por las noches y durmiendo cuando mi madre termina su turno de noche en el supermercado.
Lo peor de vivir en Massachusetts es no poder ver a mis padres. Les echo montón de menos, pero al mismo tiempo, necesitaba irme muy, muy lejos de Ransom, Indiana. Solo he vuelto una vez desde que acabé el instituto y después de esa visita, todos estuvimos de acuerdo en que lo mejor era que no volviera a casa nunca más.
Mis tíos viven en Filadelfia, así que mis padres y yo volamos ahí para Acción de Gracias y Navidad. El resto del tiempo hablo con ellos por teléfono o, si tengo suerte, ahorran el dinero necesario y vienen a verme.
No es la situación ideal, pero ellos entienden por qué no puedo ir a casa, y yo no solo entiendo por qué ellos no pueden salir, sino que también sé que la culpable de que sea así soy yo. También sé que pasaré el resto de mi vida tratando de compensarles.
—Hola, cariño. —La voz de mi madre se desliza en mi oído como un cálido abrazo.
—Hola, mamá. —Todavía estoy en la cama, acurrucado, envuelto en mi edredón y mirando al techo.
—¿Cómo te ha ido en el parcial de Ética?
—He sacado un 10.
—¡Eso es maravilloso! Ves, te dije que no tenías de qué preocuparte.
—Créeme. Sí que lo tenía. La mitad de la clase ha suspendido. —Me giro a un lado y descanso el teléfono en mi hombro—. ¿Qué tal está papá?
—Está bien. —Hace una pausa—. Está haciendo horas extras en la fábrica, pero...
Mi cuerpo se tensa.
—¿Pero qué?
—Pero no parece que vayamos a poder ir a casa de la tía Nicole por Acción de Gracias, cariño.
El dolor y el remordimiento en su voz me cortan como un cuchillo. Las lágrimas escuecen mis ojos, pero parpadeo para evitarlas.
—Ya sabes que teníamos que arreglar la gotera del techo y nuestros ahorros se han resentido por eso —dice mamá—. No tenemos suficiente dinero para los billetes de avión.
—¿Por qué no van en coche? —pregunto sin mucha convicción—. No es tanto tiempo...—. ¡Qué va! «Solo» quince horas. No es mucho tiempo para nada.
—Si hacemos eso, tu padre tendrá que pedirse días libres y no puede permitirse el lujo de renunciar a esas horas.
Me muerdo el labio para mantener las lágrimas a raya.
—Tal vez yo pueda... —Calculo rápidamente cuántos ahorros tengo. Está claro que no es suficiente para tres billetes de avión a Filadelfia. Pero sí que es suficiente para un billete a Ransom.
—Puedo volar yo a casa —susurro.
—No. —Su respuesta es rápida y tajante—. No tienes por qué hacer eso, Taehyung.
—Es solo un fin de semana. —Estoy intentando convencerme a mí mismo, no a ella. Intentando ignorar el pánico que sube a mi garganta y me ahoga cuando pienso en volver allí—. No tenemos que salir al centro ni ver a nadie. Puedo simplemente quedarme en casa contigo y con papá.
Hay otra larga pausa.
—¿Es eso lo que realmente quieres? Porque si es así, nosotros te damos la bienvenida con los brazos abiertos, ya lo sabes, cariño. Pero si no estás al cien por cien cómodo con la idea, quiero que te quedes en Briar.
¡¿Cómodo?! No estoy seguro de poder sentirme cómodo en Ransom nunca más. Ya era una apestada antes de irme y la única vez que volví de visita, mi padre acabó en el calabozo por agresión. Así que la respuesta es «no», volver a casa es casi tan tentador como cortarme el brazo y arrojárselo a los lobos.
Mi silencio, aunque breve, es toda la respuesta que mi madre necesita.
—No vas a volver —dice con severidad—. A papá y a mí nos encantaría verte en Acción de Gracias, pero no voy a anteponer mi propia felicidad a la tuya, Taehyung. —Su voz se quiebra—. Ya es bastante malo que todavía sigamos viviendo en este pueblo olvidado de Dios. No hay ninguna razón para que vuelvas a poner un pie aquí de nuevo.
Sí, no hay ninguna razón para que haga eso..., excepto MIS PADRES. Sí, ellos, las personas que me criaron, que me aman incondicionalmente, que estuvieron a mi lado mientras yo pasaba por la experiencia más horrible de mi vida. Y que ahora están atrapados en un lugar donde todo el mundo los desprecia... por mi culpa.
Dios, quiero liberarlos de ese pueblo. Me siento súper culpable de haber podido salir de allí y, peor aún, de dejarlos atrás. Están pensando en mudarse en cuanto puedan, pero el mercado inmobiliario está en una mala racha, y con la segunda hipoteca que pidieron para pagar los honorarios de los abogados, se arruinarían si intentaran vender la casa ahora. Y aunque las reformas que está haciendo mi padre van a incrementar el valor de la casa, también se están llevando parte del dinero de su bolsillo en el proceso.