Mientras sellaba los pergaminos en su oficina, claro ahora trabajaba dentro de la mansión porque tenía que vigilar a una pequeña.
Se escuchaban las risas de los sirvientes de aquel palacio, la princesa corría de un lado a otro para que no la atraparan y la pusieran a realizar sus deberes del colegio, Wú medio sonrió con diversión por dentro, en pocos días y su mansión llena de paz estaba ahora llena de ruidos y risas, no le molestaba en absoluto, más bien le causaba una nueva manera de paz.
Pero por muy pequeña que fuera debía de realizar sus tareas, se levantó para salir al recibidor y ver a las doncellas correr tras ella.
— ¿Puedo saber que pasa aquí?.
—La princesa no quiere realizar sus deberes —expresó una de las doncellas, ante la interrogante del feudal.
Noto las manchas de tinta en su ropa, manos y cara—. Las princesas no deben estar así, tiene manchada toda la cara.
— ¡Shuuuiiii! —reprocho—. Soy Shui.
Con diversión se arrodillo para estar a su altura—. Le llamaré por su nombre si se va a cambiar y a limpiar.
La niña negó con la cabeza, las doncellas se aguantaban la risa, por esa pequeña el señor feudal se veía más alegre—. No.
—Si no lo hace —dijo el feudal en tono de reto, indicando con un gesto a las doncellas para que la atraparan, la niña reía de diversión, ocultándose entre las túnicas del hafu de Wú.
Sacó su cabeza entre risas de diversión sin notar que había logrado quedar muy cerca de darle un beso al señor feudal quien de la sorpresa alejo un poco su rostro.
Las doncellas quedaron en silencio y sonrojadas por lo que había pasado—. Señor Wú ¿Está enfermo? —cuestionó la pequeña al ver su reacción.
Al parecer la niña no había notado su travesura, el feudal estaba totalmente sonrojado por ello—. "Esto..." —apenas meditaba palabra el hombre.
Shui por su parte tocó la frente con su pequeña mano para saber si no estaba enfermo—. Tiene fiebre —más bien había logrado dejar incómodo al feudal.
Carraspeo un poco y con media razón trabajando, la cargo para cederla a las doncellas—. Deben bañarla y que termine sus deberes.
— ¡No! —la niña pataleaba pero ya no se libraría.
Vaya que sintió el alivio regresar a su mente y corazón, entre el juego la princesa casi lo había besado, mira que eso era nada ético, y además era sobrina del emperador, daría una mala imagen ya que la niña tenía once y el treinta y seis.