Promesas bajo la luna

Capítulo 24

8 de noviembre

—Bien, Zahomy, tú te encargarás de la entrada recogiendo los fondos —anuncia la maestra.

Me uní al comité de eventos con el único objetivo de ayudar en la obra de Ihan. Tuve que hacer malabares para que se realizara en el parque en lugar de en la escuela, así que, como medida preventiva, cambié el correo que había enviado a la madre de Ihan hace unas semanas, diciendo que el evento sería en la escuela. Si llegara a presentarse para arruinarlo, yo estaría en la entrada lista para detenerla. Además, logré que la escuela hiciera un convenio este año con el refugio de animales, así que, si algo sale mal, no estaré sola. Y, por supuesto, siempre están los animalitos.

Soy realmente inteligente y persuasiva.

Al salir de la reunión con Lía, nos despedimos y me dirijo a la cafetería donde está Amaris. Cuando me acerco, la veo sonriéndole a su celular como si estuviera embobada.

—¿Con quién hablas tan sonriente? —pregunto. Ella se asusta al escuchar mi voz y guarda rápidamente el teléfono. Frunzo el ceño y me siento a su lado—. ¿Ya tienes novio?

—¿Yo? No, no, solo estaba viendo un video de gatitos —responde con una sonrisa, pero al instante me doy cuenta de que miente porque empieza a jugar con su boca. Decido no indagar más—. ¿Cómo les fue?

—Bien, pero ahora que se acerca el día, tengo un montón de cosas que hacer… —me levanto de repente al recordar que debo editar los carteles. Me despido y salgo corriendo.

13 de noviembre

En las últimas semanas, no he podido ver mucho a Ihan. Con la temporada acercándose, necesitamos planear el evento del restaurante y la obra de la escuela. Lía me dijo que el fotógrafo vendrá a principios de año y, sinceramente, no tengo ni la mitad del portafolio listo. Además, están los exámenes finales y Ihan también tiene ensayos, pruebas de vestuario, estudiar y lidiar con su madre.

Aun así, intentamos pasar el máximo tiempo posible juntos. A veces, viene después de sus ensayos y hablamos en el porche; otras, hacemos videollamadas o encontramos alguna manera de mantenernos en contacto.

Me dirijo al teatro para hablar con el maestro sobre el ensayo en el parque. Al bajar a la tarima, busco a Ihan y lo veo dormido en uno de los asientos; debe de estar cansado, pobre.

—Buenas tardes, profesor. Vengo para coordinar el ensayo de hoy en el parque —hablo bajo para no generar mucho ruido.

—Por supuesto, será a las 4, ¿verdad? —asiento, se marcha y me acerco a Ihan; me quito el saco y se lo pongo encima. Aquí hace algo de frío y no quiero que se resfríe. Le doy un beso antes de irme.

Se acomoda en el asiento, volviendo aquedar dormido.

Estoy en el parque esperando que lleguen cuando, de repente, alguien me toma de la cintura. Grito asustada, pego un brinco y derramo mi café, cayendo de lleno al suelo.

—¡Ay, perdón! No quise asustarte —dice Ihan mientras me ayuda a levantarme.

—¿Acaso te estás riendo? —pregunto, frunciendo el ceño. Él niega con la cabeza, pero no puede evitar soltar una carcajada.

—Oye, no te rías… ¡si me dolió! —reclamo, aunque no puedo evitar sonreír un poco.

Mientras sigue riendo, me abraza y me da un beso. Intento caminar con un aire de dignidad, pero finjo estar coja. Al instante, su semblante cambia de diversión a preocupación.

—¿Estás bien? —pregunta, con los ojos muy abiertos.

—Creo que me fracturé la rodilla —respondo, poniendo cara de dolor exagerado. Él abre los ojos aún más y se tapa la boca, claramente en pánico.

Saca su teléfono para llamar a emergencias, pero se lo quito de un tirón.

—¡Debiste ver tu cara! Parecía que se te iban a salir los ojos —le digo, riéndome.

—¡No hagas eso! —me responde, aunque su sonrisa es incontrolable—. Pensé que realmente te había pasado algo.

Me mira fijamente, sus ojos brillando con una mezcla de desafío. De repente, se lanza hacia mí, me alza como si pesara nada y en un instante estoy en el suelo, su risa llenando el aire mientras sus manos comienzan a hacerme cosquillas. Trato de resistir, de reír y escapar, pero él no se detiene. Después de lo que parece una eternidad, sus movimientos cesan y quedo atrapada debajo de él, su cuerpo firme sobre el mío, sus brazos tensos sosteniéndolo. Nuestras miradas se encuentran, intensas, mientras él baja la vista lentamente hacia mis labios.

Sin previo aviso, se inclina y me besa con pasión, sus labios moviéndose sobre los míos con urgencia y fuego. Cuando finalmente se separa, su respiración entrecortada se mezcla con la mía y sus palabras me alcanzan como una advertencia suave pero seria.

—No vuelvas a bromear así, ¿está bien, poupée? —me dice, su voz baja y cargada de tensión.

Solo puedo asentir, aún bajo el efecto del beso, mientras él desvía la mirada al frente y, con calma, se pone de pie. Me ofrece su mano para levantarme, y yo la tomo, sintiendo la electricidad entre nosotros. Apenas unos minutos después, los demás llegan, ajenos a lo que acaba de suceder.

17 de noviembre

Son las 3 y la obra comienza a las 6. Ya estoy arreglada, ya que no hay tiempo para ir a mi casa. Me estoy asegurando de que todo esté en orden; veo desde lejos cómo todos trabajan, sintiendo algo de calma en mi interior.

—Todo se ve muy bien —volteo a ver y es Ihan.

—¿Qué haces aquí? Es temprano.

—Quería saber si mi hermosa novia estaba bien. Estas semanas han sido bastante estresantes —se pone detrás de mí y comienza a hacerme masajes en los hombros. Qué relajante.

—Qué pena interrumpir su sesión de masajes, pero hay un problema con el sonido —abro los ojos de prisa, clavándolos en la mirada de la chica, quien dio un paso atrás al escucharme.

—Ya voy —al darme la vuelta, veo a Ihan y mi mirada cambia—. Creo que me tengo que ir, nos vemos más tarde, héroe.

Le doy un beso y me volteo para irme, pero me toma del brazo y me acerca a su cuerpo. Toma mi rostro con su mano y me da un beso que siento que me roba los labios. Se separa y me da un beso en la frente, sujetando mi cintura.




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