Hoy es 26 y voy camino al estudio. Estoy muy emocionada; el simple hecho de vivir la experiencia, aunque sea en segunda persona, es increíble. Mientras camino, admiro el hermoso día, el sol toca mi cara llenándome de energía junto al viento. Respiro profundo al llegar, entro y todo se ve increíble.
—Oh, Zahomy, llegaste —sonrío y lo sigo—. Podrías ayudarme a subir estas cajas al auto, por favor.
Las tomo junto a las llaves y me dirijo al auto. Al terminar, mi celular suena y contesto.
(—¿Cómo estás, mi poupée? —sonrío al escuchar su voz—. Solo llamaba para desearte un excelente día, espero te diviertas y disfrutes.)
—Gracias, cariño, eso espero —suspiro, intentando sacar los nervios. Veo que Daniel sale—. Me tengo que ir. Te amo.
(—Yo te amo más.)
Cuelgo. Daniel me mira y sonríe.
—¿Era tu novio? —asiento—. ¿Acaso es el chico del portafolio? —lo dice ya que agregué una foto de Ihan de cuando salimos a Epiphany. Estaba distraído y quedaba perfecto con el atardecer.
Me subo al auto y seguimos charlando durante el camino. La sesión de fotos es en los jardines botánicos de la ciudad, una pareja se casa y lo contrataron. Llegamos, descargamos las cosas y nos dirigimos a la primera locación. Al llegar, los novios ya estaban ahí. Daniel comenzó con la sesión de fotos mientras yo miraba con atención. Después de unas horas terminamos y fuimos a almorzar.
—¿Ahora a dónde vamos? —pregunto dejando el plato vacío a un lado.
—Iremos a las afueras de la ciudad, hay otra sesión de fotos de novios. ¿Cómo la has pasado?
—La verdad, algo cansada, pero feliz. Hoy pude aprender mucho; todo fue increíble.
—Lo sé, es algo extenso y complicado: la luz, el enfoque, el ángulo y más cosas para que la foto quede bien —chasquea los dedos y quedo confundida—. ¿Qué te parece si tomas algunas fotos ahorita?
—¿Quién? ¿Yo? —asiente feliz—. No, no, ¿cómo cree?, no podría.
—Claro que sí, lo haces increíble, Zahomy. Aprovecha que esta vez tendré más ayuda para las otras cosas. Mientras yo les tomo fotos, tú puedes hacer lo mismo, claro, sin interrumpir el espacio.
Subimos al auto y nos dirigimos a las afueras. Estoy demasiado nerviosa. ¿Y si lo hago mal? ¿Qué tal que pise el cable de la luz y se le caiga encima a la novia y me metan presa, por asesinato? Ay, Zahomy Evans, eres una exagerada. ¡Cálmate!
¿Y si la luz me cae a mí?
—Zahomy —salgo de mis pensamientos al escuchar una voz—. ¿Lista? —asiento y suspiro, tomo mi cámara y salgo. Al llegar, Daniel habló con los novios. Les explicó que yo era su aprendiz y que, si podía tomar fotos, ellos aceptaron felices y comenzamos.
Tomé fotos cuando sentía que era el momento. Al terminar, me dijeron que si les podría mostrar mis fotos y no les voy a negar… sí, me paniqueé.
—Oh, por Dios, las amo, se ven increíbles, parece como si las hubieran tomado hace años —la novia comienza a llorar, mi primera vez y ya hice llorar a alguien.
—Oh, ¿está bien? Lo siento…
—¿Por qué se disculpa? —¿Porque es mi culpa? —. No me malentienda, este vestido era de mi madre. Ella falleció hace un año y esta foto me recuerda a ella. Se ve igual a la que se tomó con mi padre el día de su boda. Gracias.
Al escucharla, una lágrima corrió por mi mejilla. Abuela, lo estoy haciendo bien. Me pidió que le mandara las fotos. Daniel me llevó hasta mi casa, todo el camino me la pasé mirando el paisaje.
—No debió molestarse en traerme.
—Tranquila, eres una mujer y es tarde. Te puede pasar algo —toma un sobre y me lo da, al ver lo que hay adentro me sorprendo y se lo devuelvo—. No, es tuyo, trabajaste duro y ahí está tu recompensa, además te dije que te pagaría.
Le doy las gracias y me dirijo a mi casa. Me prometió que en estos días haría mi carta de recomendación y que iba a hablar con el maestro que me comentó.
Tres meses después.
Estoy terminando los preparativos para festejar los ocho meses de relación con Ihan. Aún no puedo creer que tengo novio y que sea él, además faltan 13 días para su cumpleaños.
—Qué hermoso se ve, hija —señala el adorno de vidrio en el cual se ve la silueta de los dos.
—Lo sé, mamá, espero que le guste.
—Claro que sí, mi princesa, me alegra que estés con un hombre que te ama mucho —me da un beso en la frente.
Tocan la puerta.
—Debe ser la pizza, ma… —no termino la frase. El sonido seco del cuerpo de mamá al chocar contra el suelo me atraviesa como un rayo.
Mi corazón se detiene por un instante antes de que la realidad me golpee como un tren. Me lanzo hacia ella.
—¡¿Qué demonios te pasa?!
Mamá intenta levantarse, su cuerpo tambaleante apenas sosteniéndose, pero Marcos ya está frente a nosotras. Su sombra se alarga en la pared, imponente, como un monstruo que devora todo a su paso, mientras mamá está delante de mí como un escudo humano.
—¡Tú, maldita perra! —gruñe, sus ojos ardiendo de odio—. ¡Me denunciaste otra vez! ¿Quieres morir, eh?
El chillido de la silla al ser arrastrada raspa mis oídos antes de que vuele en nuestra dirección. Mamá me toma del brazo, forzándome a agacharme con ella. El golpe de la silla contra la pared retumba como una amenaza.
—¡Déjala en paz, maldito! ¡Todo esto te lo buscaste tú mismo! —grito, mi voz desgarrándose entre la furia y el terror.
Pero él ya no escucha. Sus garras se enredan en el cabello de mamá, arrastrándola por el suelo como si fuera un muñeco roto. Sus gritos desgarran el aire como dagas, y el mundo parece detenerse.
Yo busco algo, lo que sea, mis dedos encuentran un objeto, y sin pensar se lo lanzo con todas mis fuerzas.
—¡Te dije que la sueltes, hijo de puta! —mi respiración agitada llena de adrenalina y miedo, mucho miedo.
El vaso se estrella contra su espalda, pero no lo detiene. Me mira, y su mirada me congela. Por un segundo, no sé si correr o enfrentarme, pero él decide por mí.
Editado: 19.06.2025