Albert
Tomo una gran bocana de aire. No estoy molesto. En serio. Pero me molesta no dejar de tener mi manos en puños.
Veo fijamente como sus manos siguen unidas. No tienen intención de soltarse. Y sus ojos están llenos de sorpresa. ¿Me sorprende eso a mí?
Ni un poco.
Es predecible, testaruda, con una sonrisa de niña inocente.
¿Es inocente?
Cuando era niña, cualquier cosa que hacía, la hacía ver inocente. Pero han sido muchos años fuera, tantos, que me olvidé de como era ella. Y de la "promesa" que nos unirá para siempre.
No es algo que entiendo. Pero no buscaré entenderlo. Yo digo que no estoy molesto. Y así se queda.
— ¿Dónde estaban? — pregunto, mi voz mas tosca de lo que pensé
— ¿Ahora tienes que saber lo que hace en todo el maldito día? Déjate de ser un controlador
Respondió Mateo
Sabía que era él quien respondería.
Los dos son tan predecibles, que me causa gracia saber que ellos piensan que yo no se nada de lo que hacen.
Ingenuos. Estaba escrito en sus frentes.
Y a mí. Me encantaba jugar con ingenuos como ellos.
— Supongo, ya que soy su prometido ¿no? — rebatí con Mateo.
Su rostro estaba rojo de lo enojado que estaba. Casi suelto una risa al imaginármelo haciendo un berrinche y suplicándome. Como siempre lo hace.
No me olvidé de un pequeño e insignificante detalle. Seguían con las manos agarradas.
Y ya es hora de que suelten. Esa imagen me causa algo raro en la boca del estómago. No buscaré el porqué.
Me centré en, Gloria.
— Creo que has disfrutado de las compras con tu amiga, pero, que raro. No veo ninguna funda. ¿Las dejaste en la tienda? — le hago recuerdo de lo que me dijo para irse y dejarme solo en el auto. A pesar de que le haya dicho que la quería. No era mi intención, pero no sabía porque mi voz sonó más alta de lo normal. Ella se encogió y vi como trataba de ocultarse de mí, atrás de Mateo.
¿Enserio cree que ese pedazo de hermano, la protegería de mí?
Vale, tengo coraje. Y pena porque crea que él puede protegerla. O siquiera proteger a alguien.
— ¿Ya te vas? — Mateo volvió a meterse.
— Si — hice una ligera pausa, y con mucha calma hablé — nos vamos, Gloria.
Al instante tanto ella como mi hermano dieron un respingo.
Me acerqué a ellos, con pereza, sin importancia. Pero era necesario. Mateo con su mirada seria y al parecer, así como yo, con las manos en puño. Se puso en mi camino, justo cuando iba a agarrarle la mano a Gloria.
Baje un poco mi vista. Él es un poco más pequeño que yo. Y aun así me enfrenta, patético.
Me acerqué a su oído — si sabes lo que te conviene — susurré — aléjate.
Pasé por su lado y agarré la mano de cierta señorita, a la que tendré que decirle unas cuantas palabras.
— Señor, sus llaves — uno de nuestros empleados me tendió la llave de mi auto. Gloria sigue a mi lado, sin decir nada. Siempre está que habla, y justo ahora está tan calladita.
No sonrías.
— Gracias
Me dirigí a Gloria, sigue en estado "aquí se obedece y no se habla"
— Sube al auto — pedí
No protestó y obedeció. Antes de subir busqué su número y envié un mensaje rápido. Indicándole donde teníamos que reunirnos. Tenía que hacer que Gloria se quede con su amiga, o con quien sea, no podía ir conmigo.
— ¿A dónde vamos?
El semáforo dio rojo, dándome tiempo para mirarla y responder. Al parecer ya se le pasó lo calladita.
— Tengo que hacer unas cosas.
— Oh
— Y tú también — llamé más su atención
— ¿Yo? No sabía que tengo que hacer algo. A ver, dime.
— ¿Enserio no te imaginas que es lo que tienes que hacer? — esperé su respuesta.
— No
Solté un bufido, el semáforo cambió a amarillo. Así que me volteé y la miré
— Lo que tienes que hacer es muy sencillo — prestó más atención, un poco intrigada — tienes, que dejar de comportante como una cría y alejarte de mi hermano — sus cejas se hundieron, estaba por protestar, pero la interrumpí — ¿Acaso no te acuerdas de lo que llevas en la mano? — miró su sortija de compromiso — no es algo que hay que tomarse a la ligera. Es algo que hay que respetar. Así que, como adultos, hay que llevar esto con seriedad.
El semáforo dio verde. Y avancé.
Hubo silencio, durante unos minutos, hubo silencio.
— Respetar. Seriedad. Son palabras muy fuertes ¿no lo crees?
— En absoluto — respondí tajante.
— Y porqué — ahora era ella con el tono de voz fuerte — siendo usted un señor de compromisos le da la bendita gana de acostarse con la primera chica guapa que se le cruza, sabiendo también lo de la sortija. ¿se le olvida ese detalle? ¿O siquiera le importa?
No había tráfico, así que giré mi cabeza para verle. Su cabello estaba un poco húmedo, y desde acá podía percibir que olía a mar. Su pequeña nariz se arrugaba, y sus pestañas largas se chocaban haciendo que se restriegue los ojos, por lo molesto que es eso.
Ella estaba con su mirada al frente.
— ¿En qué momento, según usted me he acostado con cualquier chica?
— Te recuerdo el día de la playa
Me pongo a pensar, y el recuerdo de la morena de piernas largas me llega
— El día que también te fuiste
— ¿Y quedarme viendo como le metes la lengua hasta el fondo de su boca? No gracias.
Eso me hace reír
— ¿Te estas riendo de mí?
— ¿De ti? No, de tus celos sí.
Se contiene, sé que ella no me dirá una grosería.
— Pides respeto, pero ni siquiera lo muestras — hasta este punto ya sabía que estaba molesta — ¿Quieres que esto sea algo recíproco? ¡Pues demuéstralo! Mientras tanto, si tu andas jugando de esa manera, no veo el motivo por el cual yo no pueda hacer lo mismo.
Por el rabillo del ojo vi como el destello de una sonrisa, llena de valentía, suficiencia, tal y como la libertad de un ave al volar mas alto de lo debido. Se asomaba en su rostro. Ella cree que tiene el poder, que es la reina en este tablero de ajedrez. De algo estoy seguro. Sus fichas aun no han sido movidas. Y espero que siga así.