Prometo recordarte

Mi corazón susurra

Ese catorce de febrero, las cosas no resultaron del todo bien dentro de la Estación de Policía. Apenas William Myers atravesó la puerta, para disponerse a trabajar, no encontró a la vista a Napoleón Singh en su cubículo. El hombre de pequeño bigote detestaba llegar y que faltaran empleados.

Apenas pasó media hora para que Myers dejara la oficina, volviera con sus trabajadores y buscara sediento a ese empleado faltante. Napoleón no llegó y no lo haría lo que restaba del día. Myers lo aceptó, refunfuñando o al menos aparentó hacerlo por un momento, ya que la segunda vez en la que salió a buscarlo, con escopetas en su mirada, su presa fue el huérfano.

—¡Puppy! ¡Te ordeno venir a mi oficina o estás despedido!

Myers volvió adentro y cerró de un portazo su oficina. Hansen levantó una ceja y empujó hacia atrás su silla, haciendo un chirrido con esta. A pesar de que no pasó nada cerca del lugar de O’Connor, el hombre llamó su atención para que pasara antes con él que con el jefe.

—No creas que, porque te has estado escapando de mí durante la semana, dejaré de insistir para que me expliques.

—Sí, claro.

Volteó a ver a Nanashi y señaló a su superior con su dedo pulgar.

—Quiere que le muestres lo que hago— agregó.

—¿Uhm…? —Nanashi ladeó la cabeza— ¿Cómo hago eso?

Hansen encogió los hombros, poco irritado y Nanashi rodó los ojos. Cuando el huérfano le dio la espalda, el espectro aprovechó para arrojar los papeles del escritorio de Manel y alcanzar a su amor platónico no tan platónico.

El señor Myers los esperaba adentro, sentado detrás de su escritorio como si estuviera tramando un genocidio o una próxima guerra. Obligó a su empleado a cerrar la puerta y que tomara asiento.

—¿Hice algo malo?

—Lo habrás hecho si no eres sincero conmigo, Puppy.

—Señor, siempre he sido sincero con usted.

—Pues ahora quiero que lo seas más— Myers tomó una bocanada de aire— ¿Dónde carajos está tu amigo Bonaparte?

El huérfano lo observó con sumo desconcierto.

—¿No quiso decir Napoleón Singh?

—Da igual, me entendiste. Dime dónde está.

—Bueno, es catorce de febrero y le trae ganas a la señorita Elizabeth. Creo que la invitó a comer.

Myers frunció el ceño y peinó el lado derecho de su bigote.

—¿Y a dónde la invitó a comer? ¿A una fábrica de carne?

—Creo que a su casa.

—Por el amor a Dios, Puppy… eres tan ciego. ¿No de das cuenta de lo que Napoleón quiere?

—Lo único que quiere Napoleón es conquistar a la señorita Elizabeth. Es tan idiota que ni siquiera se atrevería a abrazarla. Deje de meterme cizaña.

Algo más nervioso, el señor Myers llevó hacia atrás su flequillo, atravesando sus cabellos castaños y claros, entre sus dedos; no obstante, este volvió a su lugar casi de pronto.

—¿La invitó por la mañana?

Hansen negó con la cabeza.

—Supongo que debió ser una cena. Una cena suena más romántico que una merienda si eres demasiado mediocre en el amor como ese tal Napoleón Singh. ¿Qué van a comer?

—Bueno, jefe… ¿Qué trae contra ellos? Le dije todo lo que sé. A mí también me enfada que él haga el intento de conquistar a la señorita Elizabeth. No puedo imaginármelo saliendo con ella, considerándolo mi amigo… ¿Sabe qué tan incómodo puede ser eso?

—Sí, sí… —respondió con indiferencia — ¿Y ella está interesada en él?

Hansen abrió la boca, pero no salió palabra alguna. Levantó su dedo índice en medio del silencio y luego lo bajó, levantándose de su lugar y dirigiéndose a la salida.

—Revelar sobre sus sentimientos me haría una porquería de persona. Pregúntele por sí mismo.

La segunda aventura de la curiosidad de Manel se estrenó después de que el turno de Hansen y el de él llegaron a su final. Nanashi lo detuvo cuando se le cruzó por la cabeza ir directo a casa. Se justificó bajo la frase “Es un día especial, ¿en serio estarás de aburrido? Por lo menos déjame darte tu regalo”.

Los dos, junto con la presencia del Intendente Jefe, arribaron a una zona de Whippersnapper Town en donde parecía estar completamente desértica en cuestión de vida humana. Sí había una que otra casa, más que nada, bodegas abandonadas. Si de por sí el ambiente ya era escalofriante, la forma en cómo el viento chocaba contra las paredes huecas y se juntaban entre ellos, era aterrador. Hansen se sentía inquieto, a pesar de que no dijera ni demostrara nada.

—¿A dónde piensas llevarme?

—No me presiones, Hansen. Estamos por llegar y más vale que te guste. ¡Cierra los ojos!

Antes de que pudiera cerrar los ojos, Nanashi se los cubrió; la transparencia de sus manos lo hacían seguir viendo el entorno; rio bajo como respuesta y cerró los ojos, acto seguido fue guiado por el espectro hacia el interior de una zona en donde parecían haber casas compactas. Cuando llegaron al jardín de una de ellas, una clase de domo similar a la de un invernadero por el tipo de paredes, era lo que ocupaba gran parte de ese espacio, no obstante, eso no era todo; Nanashi llevó a Hansen al interior del domo y descubrió sus ojos.



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En el texto hay: boyxboy, drama, lgbt

Editado: 02.05.2022

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