Siempre he pensado que no hay destino, que solo es una metáfora que nos hace creer en ello. Por esa razón, antes de crecer, mi inocencia se alimentaba de eso, de las ridiculeces que decían las personas. Debo decir que mi amor por esa persona es real, me da miedo por el simple hecho que ya siento el amor verdadero a una edad no apta. Estoy consciente de que él sabe que ya no es un juego de niños, yo lo entiendo, pero aun así… Quiero intentar una historia.
No está mal intentarlo ya que, para mí, él aún sigue siendo importante, aunque ya no fuera lo mismo.
Mi historia no empieza aquí… Ni siquiera es la mitad de ella y no creo haber cometido un error, no creo en los errores, solo experiencias. Aquellas que me enseñan más sobre mí misma y me comprueban, una vez más, cuanto he mejorado y me he esforzado para llegar a ser lo que soy. Eso a él le encanta.
Mi límite no llega aún.
Después de todo, el enamoramiento es inevitable para todo ser vivo.
Y si fue un error… Dios, ¡pero que bellísimo error!