Un suspiro y una estela de humo frío se divisa entre la oscuridad. El ángel tiembla de miedo mientras espera escondido dentro de lo que queda de un restaurante de comida rápida. Su cabello oscuro está lleno de cenizas al igual que sus vaqueros rotos y su abrigo, que apenas lo cubre de la noche fría. Tan sólo han pasado treinta minutos desde que esos abominables seres los encontraron. Los gritos de terror y dolor de sus compañeros al ser asesinados llegan a su mente y cierra los ojos atormentado. Esos malditos seres los descubrieron mientras espiaban su cuartel y desmembraron a sus amigos frente a sus ojos. Los gritos y la sangre manchando los escombros… son cosas que no podrá olvidar. Pero gracias a ellos está vivo y su deber es caminarle al resto que todos sus intentos por seguir con vida han sido en vano.
Un vidrio se rompe ante el peso de algo y el sonido hace que abra los ojos alerta. Su mirada azulada recorre la calle y sus alrededores, a pesar de estar bien escondido sabe que esas criaturas pueden encontrarlo y asesinarlo antes de que lleve la noticia a los demás por lo que tiene que evitar a toda costa que eso suceda. Baja sus alas blancas para no ser vistas y espera. Sus hermosas plumas blancas se mantienen limpias sin importar la suciedad que hay a su alrededor y eso puede terminar con su existencia, ya que esos animales pueden detectar su blancura a través de la oscuridad. Alza la vista y observa el panorama, que le da la ventana rota del local, en busca del depredador. Escucha un gruñido y corta una pluma de sus alas. La pluma, en un pequeño destello, se convierte en una espada y mira con miedo hacia el origen del sonido. Toma fuertemente la espada y se pone en posición de ataque, completamente listo para proteger su vida.
Detrás de un auto volcado sale una criatura. Su piel oscura se camufla entre las sombras de la noche, pero puede notarse la figura de un perro gigante con la capacidad de asesinar. Su altura es de dos metros y no tiene cola. Sus enormes patas tienen largas garras que pueden desmembrar a un ser celestial y matarlo en el acto. La bestia gruñe otra vez mostrando sus afilados dientes mientras su saliva escurre por las esquinas de su hocico. Sus pequeñas orejas se mueven en busca de un sonido y su nariz arrugada olfatea el aire. El ángel se encoje en su lugar esperando que no lo encuentre ya que el olfato de esas criaturas puede detectar a un ángel a unos metros de distancia, y también a un demonio sin importar que esté camuflado en las sombras o esté cubierto con distintos olores. Una capacidad que puede ser su sentencia de muerte.
La bestia detecta algo y dirige sus ojos rojos hacia el local destruido. El ángel rápidamente se tira al suelo en completo silencio. Sin embargo, por dentro grita de terror. La mirada rojiza de la criatura estudia el restaurante destruido y su nariz pica al sentir el aroma de un ser majestuoso. Camina en su dirección y pisa escombros en el camino que, al instante, se destruyen por su peso. El ser celestial cierra los ojos asustado mientras escucha que se acerca.
Dos pasos y el gruñido del animal se escucha más cerca. El ángel levanta un poco la espada del suelo, pero no lo suficiente para advertirle de que está ahí.
— ¡Octassuth! [1]—gritan y la criatura se gira hacia su origen.
Los ojos rojos de la bestia se encuentran con la mirada totalmente blanca del ser y se encoje en su lugar por la maldad que transmiten. El dueño del grito sonríe complacido por su reacción y pueden apreciarse sus dientes puntiagudos cubiertos de sangre. El ser de ojos blancos tiene la forma de un humano, pero es diferente a ellos. Su piel es tan pálida como la de un muerto y su cabellera calva muestra unos tatuajes extraños en forma de círculos. Un collar de dedos mutilados adorna su cuello como si un trofeo se tratase y su musculoso pecho está cubierto de cicatrices que reflejan las millones de luchas que ha tenido. Brazaletes de oro están incrustados en cada una de sus muñecas mientras un poco de sangre se desliza por el brillo que dan al contacto con la luz de la luna y en su cintura cuelga un pedazo de tela que cubre su hombría mostrando su lado primitivo. Sus pies descalzos sangran a causa de los cristales rotos que están en la calle, pero el ser no le toma la menor importancia. Su raza disfruta del dolor tanto como asesinar a los ángeles y esa es la razón aparente por la que han comenzado la cacería contra los seres celestiales.
—Viren arahop [2]—murmura con veneno en su voz.
La bestia se aleja del local en ruinas y se acerca a ese malvado ser. Con cada paso que da, puede sentir su aura oscura y la dominación que transmite. Él es su dueño y sabe que es mejor obedecerlo que aceptar el castigo por no haberlo complacido; la muerte. Al llegar, él posa su mano en el cuello de la criatura y le clava sus puntiagudas uñas. La bestia gime ante la sensación.
—At tu dormandit [3]—le susurra y lo suelta—. Soes tidot on sbensa ol ket sel arpes[4].
Se monta sobre ella en un salto y toma su piel. El animal gruñe y el oscuro ser le clava las uñas indicándole que avance. La criatura corre acatando sus órdenes y se pierden en la oscuridad de la noche. El ángel alza la cabeza y mira a través de la ventana destrozada. Al comprobar que se han ido se levanta del suelo y sale del local atravesando el cristal roto. Lo han dejado libre y eso no es nada bueno. La espada se convierte en una pluma en su mano y la tira al suelo. Ésta inmediatamente desaparece en una estela de humo blanco.
Editado: 16.02.2018