Protectora Celestial

CAPITULO DIEZ

Cubro a Agatha con la sábana blanca y me alejo en silencio para que duerma tranquilamente en el sofá. Al comprobar que no va a despertarse, me doy la vuelta y camino hacia la pared de nube. Se abre una puerta para mí y diviso el comienzo del amanecer. Me detengo en el borde y observo con atención como el sol se alza en el horizonte.

El tiempo corre. Nunca se detiene, y hay que aprovecharlo al máximo.

Ha pasado un día desde que el grupo de búsqueda empezó con la misión y no sé lo que han hecho durante ese tiempo. Sin embargo, soy consciente de que ambos bandos se están evitando. Puede que Rafael y Azrael firmaran un pacto de paz, pero ahora sé que sólo se referían a la posibilidad de lucha contra los Ocronus no en lo demás. Es inevitable que ellos sigan con su rivalidad sin importar las circunstancias y, me temo, que fallarán en la misión.

La confianza es importante en estos momentos porque yo no estoy participando en la búsqueda del mapa. Pero, por más que lo intenté, no soy capaz de creer en la palabra de ambos guerreros. Sé que no puedo afirmar nada porque no estoy presente ante el grupo y no sé lo que están haciendo. Sin embargo, los hechos son claros y la información ha sido confirmada; ellos no lograrán pasar a los Ocronus con la negativa de trabajar en equipo. Tengo los conocimientos suficientes sobre esos seres oscuros como para asegurar que impedirán que encuentren el mapa. Ya les han arrebatado el arma una vez y no están dispuestos a que lo vuelvan a hacer. Puede que sea negativa ante los guerreros que se ofrecieron a ésta misión, pero es la realidad de lo que sucederá al no tomar en cuenta mis palabras.

Hay posibilidades de que me equivoque respecto a esos arcángeles y demonios, pero sólo el tiempo lo dirá. Tarde o temprano ellos van a regresar, con o sin el mapa, y en ese momento podré saber qué decisión tomaron; ir por la victoria o a la derrota. Si ellos eligieron la segunda opción, entonces cometieron un error que podría costarles su vida. Todos se equivocan y, por más que intente evitar eso, hay veces que las palabras de advertencia se escuchan vacías para el resto. No puedo hacer nada al respecto porque ellos han tomado su decisión, pero hasta que no suceda algo malo sabrán que tuve razón.

Sé que debería contarle esto a la Corte Celeste para que le manden al grupo de búsqueda un comunicado al respecto, pero no lo haré. Los líderes de los ángeles, en el fondo, piensan lo mismo que ellos y está claro que una extinción no es motivo suficiente para que dejen sus diferencias de lado. Es absurdo e hipócrita de su parte pensar de esa manera cuando son conscientes de la situación, pero no puedo hacerles cambiar de idea. Las acciones valen más que mil palabras, es el dicho de los humanos y en él se refleja la solución a este problema. Puedo decirle a la Corte lo que pienso al respecto, pero sé que sólo sería malgastar palabras. Si quiero que, tanto ellos como los demonios, se den cuenta de su error tendrán que ver las consecuencias de sus actos. Varios, o quizá todos, de los guerreros que han ido a la misión morirán y en ese instante las cosas se aclararán para ellos. Ninguno quiere que mueran más seres celestiales, pero es la única manera de que entiendan que es de vital importancia unir fuerzas. Las probabilidades de que tenga razón son altas y, a pesar de mi deber y de mi promesa, tengo que aceptarlo.

Nunca ha estado en mis manos hacerles ver que necesitan trabajar en equipo con los demonios. Mi deber es protegerlos y evitar que se extingan, pero mientras estén más dispuestos a seguir siendo rivales que a evitar su muerte, no puedo cumplir con eso.

Me pongo de cuclillas y veo que el sol ha llegado a su punto más alto. Al comprender mejor la situación no sólo me doy cuenta de que los ángeles y demonios han cometido un error, también yo lo he hecho. Confié en la palabra de la Corte Celeste, pero no sabía con certeza que tan estrecha era la relación que tenían con los demonios. Creí en el pacto de paz que hizo Rafael y Azrael sin ser consciente de que sólo eran palabras vacías. He cometido errores y me he dado cuenta de ello. Estoy dispuesta a no volver a cometerlos y a hacer lo que debí de hacer desde el principio; buscar el mapa. Sólo falta que los seres celestiales se den cuenta de su propio error para poder seguir con mi misión y poder completarla.

Gracias a Lucifer he podido descubrirlo y me parece injusto que lo traten como un prisionero cuando no lo es. Para los ángeles él puede ser un traidor, un demonio sin escrúpulos y la maldad misma. Pero ha aceptado ayudar en la búsqueda del mapa sin hacer muchas preguntas, se ha quedado en el Reino de los Cielos para informar del avance de la misión a pesar de que tenga que liderar a los demás demonios que se encuentran en el infierno y me ha hecho ver que no hay que confiar en los demás cuando no eres consciente de la verdad. Lucifer ha sufrido mucho y ha pasado por cosas injustas, pero sigue ayudando a los demás. Él no es como todos dicen y, aunque no sea consciente de muchas cosas, la verdad es que es más que un demonio, un ángel y un hombre. Es la creación perfecta de un ser con la capacidad de sobrevivir cualquier injusticia para seguir sus ideales, de soportar el rechazo de su propia familia, de liderar sin miedo al fracaso y de ayudar a los demás sin siquiera pedírselo. Él es un héroe en silencio y se ha ganado mi respeto.



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En el texto hay: aventura, mistica, angelesydemoios

Editado: 16.02.2018

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