Las enormes puertas doradas se abren y entramos al hogar de los arcángeles. Observo a mí alrededor notando que muchos guerreros dejan de hacer sus actividades para vernos con detenimiento y hablar entre susurros mientras nos señalan. Agudizo mi oído para escuchar lo que están diciendo y frunzo el ceño al comprender el tema de conversación.
“¿Ése es Lucifer? He escuchado que su avaricia fue más grande que su sentido común y que por eso se reveló contra nosotros…”
“Él no es digno de confianza y estoy seguro que cuando tenga la oportunidad nos dará la espalda como en el pasado…”
“Ese demonio no es digno de entrar a nuestro hogar…”
Dejo de escuchar lo que dicen y veo de reojo a Lucifer, que se encuentra a mi lado. Su rostro es inexpresivo mientras caminamos por la habitación hacia el salón de entrenamiento y, al escuchar su suspiro, soy consciente de que sabe perfectamente de lo que están hablando. Las señas y las miradas de los arcángeles son muy obvias y a pesar de ello el demonio no muestra ningún signo de debilidad ante sus acciones. ¿Por qué? ¿Por qué no le afecta lo que digan de él? Analizo mejor la situación y encuentro la respuesta. Valor. Él tiene la valentía suficiente para lograr convertir esas palabras hirientes en vacías y no sufrir al escucharlas. Sin embargo, las acciones valen más que las palabras y la intención que tienen los ángeles al decir malos comentarios sobre su persona lo lastiman por dentro y no posee el poder para detenerlo.
Ladeo la cabeza observando su rostro y el líder de los demonios me mira.
— ¿Qué?—pregunta ante mi análisis.
— ¿Te duele que ellos hablen mal de ti?—interrogo en un susurro para que sólo él me escuche.
—Estoy acostumbrado —contesta del mismo modo y aparta la mirada para ver a los arcángeles que lo señalan—. Ellos pueden decir muchas cosas y esas palabras ya las he escuchado muchas veces, así que… son vacías para mí.
—Pero a pesar de eso te lastiman por dentro —su rostro se gira en mi dirección y sus ojos se conectan con los míos.
—Mi vida está llena de dolor y siempre será de ese modo.
—No si lo cambias.
—Por supuesto que si —murmura sarcásticamente.
—El anhelo de que Althea te vuelva a considerar un hermano es motivo suficiente para que trates de cambiar las cosas —endurece su rostro y mira hacia el frente evitando el contacto visual.
—Tú no sabes nada —susurra entre dientes.
—Sé lo suficiente como para asegurarte que quieres que esta situación cambie por completo —veo al frente donde se encuentra Miguel tomando de la mano a Agatha mientras nos guía por el lugar.
Lucifer puede contradecir mis palabras, pero en el fondo piensa de ese modo y se niega a dar el primer paso para que eso suceda, ¿cuál es la razón de esa negatividad? ¿No cree que eso vaya a suceder? Teniendo en cuenta que pensó que Agatha se asustaría de su persona cuando se acercó a saludarlo comprendo que él ha pasado por muchas cosas y que la esperanza de que todo cambie ha desaparecido desde hace tiempo. El poco conocimiento que tengo del líder de los demonios me da a entender que en los primeros años después de que fuera desterrado al infierno, él anhelaba que el odio que sentían sus hermanos desapareciera y que respetaran sus ideales. Sin embargo, con el paso del tiempo se dio cuenta de que eso no podría ser posible y las esperanzas del cambio desaparecieron. Lucifer aprendió a vivir con el rechazo de los que consideraban su familia y siguió adelante con el pensamiento de que su vida estará siempre llena de sufrimiento. Puede que te hayas rendido desde hace siglos, pero yo no lo haré.
—Te has rendido —afirmo en un susurro y me giro en su dirección conectando nuestras miradas— y has aceptado que nada puede cambiar. Pero yo no voy a rendirme.
— ¿Por qué? —interroga frunciendo el ceño— ¿Por qué no te das cuenta de que no puedes hacerlos cambiar de opinión?
—Porque el cambio es posible con la acción correcta.
—Eres nuestra protectora —afirma y niega con la cabeza—. Estas aquí porque tu deber es evitar que nos extingan, pero eso no quiere decir que tienes que unirnos de nuevo cuando esta situación no es de tu incumbencia.
—Te equivocas. Esta rivalidad que tienen entre ustedes me involucra por el hecho de que eso podría llevarlos a su propia extinción sin importar si intervengo o no.
— ¿Qué quieres decir?
Editado: 16.02.2018