MIA
Ethan no mentía esa noche.
Sin exageraciones, puedo decir que es el único cliente en venir todos los días y retirarse a la misma hora, como si tuviera un horario. Viene con tanta frecuencia que ya conoce a todos mis compañeros, e incluso al dueño del restaurante con quien ya entablaron una especie de camaradería. ¡Ni yo he conseguido eso!
Es sorprendente cómo se ha ganado el cariño del personal, lo tratan como si fuera un viejo amigo que ha venido de visita. Si estuviera llevando la cuenta -lo cual estuve haciendo en secreto-, hoy se cumple una semana desde la llegada de Ethan.
—¿Sabes lo triste de esta telenovela? —dice Marcie a mi lado. Miraba a la nada con el trapo que usaba para limpiar las mesas y así agregar más drama a sus palabras. —Que cada día me hago más vieja y tú no me dices la verdad.
Sonrío.
—Marcie, ya te dije que no es mi novio. —coloco los vasos de la zona del bar en su lugar luego de haberlos limpiado.
—¡Los desconocidos no se miran así! —insiste. Por un momento, me detengo a verla esperando encontrarme con una niña haciendo rabieta. Casi lo es.
—Uno: No he dicho que sea un desconocido. Y dos: No lo miro de ninguna manera especial.
Entrecierra los ojos.
—Quizás quieres parecer profesional. Lo cual, por cierto, sería ridículo ya que no sería delito que venga a visitarte tu novio, y además consumir aquí. El novio de Violette lo hace.
—¿Violette tiene novio? —pregunto, sorprendida.
Violette es una señora que ronda los cincuenta años y ha dedicado la mitad de su vida a trabajar en restaurantes. Tiene la energía de una joven, es carismática y muy divertida, solo la vemos estresarse los viernes que es cuando más gente viene. En lo poco que habíamos hablando me dijo que ella nunca había estado en una relación oficial, tampoco es que le llamara la atención. Dedicó su vida a la cocina y eso le exigía tanto tiempo que nunca llegó a concretar algo con alguien.
—Es reciente. Pero va por buen camino. —responde Marcie.
Sonrío. Espero siga así. Cuando tenga oportunidad de hablar con Violette la felicitaré.
—Bien por ella, aunque insisto que no es mi caso. —replico volviendo a sacar mi “asunto” como tema de conversación.
Mi compañera suelta un gruñido que me hace reír.
—Pues él no ha dejado de mirarte en estos minutos que estamos hablando.
Hace un gesto con barbilla y vuelve a su deber. Volteo hacia donde me señaló y, en efecto, descubro a Ethan mirándome. ¿Lo impresionante? Es que no aparta su mirada, al contrario, sonríe abiertamente por unos segundos antes de seguir comiendo el croissant.
—¿Y crees que es mi novio solo porque me está mirando? — le pregunto a Marcie, dándole la espalda a Ethan. Era lo mejor, así evitaba la tentación de voltear y observarlo desde mi puesto.
«Y así dices que no pasa nada.»
—Bueno, hay otras cosas más.
Alzo una ceja.
—¿Cómo cuáles?
Voltea a verme con una sonrisa pícara que me pone de nervios. Nunca estoy preparada para lo que dirá Marcie.
—El hecho de que regresa todas las noches a recogerte —suelta. Así sin más. Directo a la yugular. Mis mejillas se ponen calientes y ella sonríe satisfecha antes de irse a atender luego de que una de sus clientes la llamara.
Mierda. ¿Nos había visto?
Otra cosa en la que Ethan no había mentido fue en venir a buscarme cuando mi turno acabara. No es que fuera un secreto, me esperaba en la entrada del restaurante con su sonrisa de siempre, pero creí que nadie nos prestaba atención.
Marcie no es nadie.
Sacudo la cabeza y voy a la cocina a buscar los últimos pedidos de mis clientes. Ya hay movimiento cuando entro, y ni siquiera es mediodía. Tengo que abrirme paso entre mis compañeros para tomar mis bandejas y salir nuevamente como si nunca hubiera entrado. Si algo he aprendido es que, si no eres del área de cocina, sé rápida y silenciosa para que no alteres a los chefs. Era muy fácil ponerlos nerviosos cuando tenían varios pedidos.
Cuando regreso al salón, mis ojos se desvían unos segundos hacia la mesa de Ethan. Me toma por sorpresa ver que no está solo. Hillary está ahí. Está de espaldas, pero la reconozco perfectamente. Sus manos están apoyadas en la mesa mientras se inclina hacia adelante. Ethan está recostado en su asiento poniendo más distancia, luce concentrado a lo que sea que Hillary le esté diciendo.
¿Se conocen? ¿Qué vínculo tienen? Por la forma en cómo está Hillary y la comodidad de Ethan son cercanos. ¿Qué son? ¿Amigos? ¿Novios? ¿Por qué eso parece importarme?
La idea de acercarme pasa por mi mente. No tendría nada de malo, Ethan es mi cliente. Pero… ¿realmente tengo que acercarme? Él no me ha llamado desde que le traje su pedido. ¿Con qué excusa iría? Aunque me intriga saber qué sucede, decido que no es mi asunto.
Contra mi voluntad, me giro y camino como si nada a la mesa donde hay un coro de celebraciones infantiles cuando traigo los milshakes con hotcakes, cafés y emparedados para los adultos. Espero a que ellos confirmen que su pedido está en orden para darles una de mis mejores sonrisas profesionales e irme.
Me pongo en un punto para ver que todos mis clientes estén bien cuando noto un movimiento. Es Ethan. Me está llamando, a pesar de tener a Hillary ahí.
No sé porque, pero me siento nerviosa mientras avanzo hacia ellos. Hillary sigue sin prestarme atención, está enfocada en hablarle a Ethan. Logro escuchar un tono exigente por parte de ella, pero él ya parece haber perdido todo el interés y no le está prestando atención.
¿Por qué, Ethan? ¿Qué te está diciendo?
Justo antes de llegar, Hillary bufa y se endereza. Mis pies vacilan.
—Bidh thu a’ dèanamh fìor mhearachd. Faigh air falbh bhuaipe. —la voz de Hillary tiene un tono de advertencia que nunca había escuchado usarla y que siento tomó más seriedad en ese idioma. ¿Cuál sería? La he escuchado hablar en francés, pero no sabía que hablara más idiomas.
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Editado: 29.11.2024