ETHAN
Este no era el plan. No debía pasar de esta manera.
Sí, en algún momento Mia se enteraría del mundo sobrenatural. Con Aiden acordamos que sería en New Mystery, y sería él quien iniciara a revelarle la verdad poco a poco. Pero nunca imaginamos que Mia llegaría a trabajar en un maldito restaurante para criaturas sobrenaturales. Primer error. Cuando descubrí que Hillary estaba ahí, me dio un presentimiento; pero ella me aseguró que no había forma ni motivo para que Mia subiera. Segundo error. Porque ninguno pensó que la curiosidad la atraería.
Y ahora vampiros, hadas y brujos la han visto y saben que hay algo particular en ella. Su inusual aroma es motivo suficiente para comenzar a sospechar que no es un ser normal o que oculta algo. Incluso en nuestro mundo, lo extraño y diferente al resto es codiciado y cazado.
«Tonto y confiado, Ethan.»
Piso más fuerte el acelerador. La ciudad se convierte en líneas de luces que me persiguen. Esquivo los autos que se cruzan con habilidad y, antes de darme cuenta, me he alejado de la zona céntrica y estoy cerca de los muelles. Al carajo, no me importa. Necesito despejar mi mente.
Sigo conduciendo, pero a lo lejos se aparece una figura pequeña en medio de la carretera. Maldigo en voz alta y piso el freno con todas mis fuerzas. Las llantas chillan sobre el asfalto y cuando creo que el impacto es inevitable, logro hacer un giro con el volante y el auto se desliza hasta atravesar la carretera.
Mis ojos detallan en la figura y mi mandíbula se tensa al reconocer la mujer que no luce afectada en lo más mínimo por lo cerca que estuvo de ser atropellada.
Irina.
No ha cambiado nada desde la última vez que la vi. De eso ya hace mucho tiempo.
Sus ojos verdes me siguen mientras bajo del auto y lo rodeo para pararme frente a ella.
—Dudo que este encuentro sea una casualidad. —digo.
—Es tuya ¿verdad? —interroga. Directa, como siempre. —La fenómeno.
—No la llames así.
—Entonces es cierto. —su blanca sonrisa destaca en la oscuridad. —Pude sentir tu aroma, pero… no la has marcado.
—Eso no es de tu incumbencia. Nada relacionado a mí ni a mi manada.
—Uh, relájate Ethan. ¿Por qué tan a la defensiva? —hace un mohín. —Aunque tú hayas preferido respetar la decisión de tu padre de mantener separada a tu manda del reino, no quiere decir que no me preocupe por ti y por la futura luna del clan O’Pry.
—¿Y por qué, mi vieja amiga, estaría preocupada? —el sarcasmo en mi voz es evidente y eso le divierte.
—Sabes que los reyes aún tienen esperanza de que recapacites. Les interesas. —me lanza una mirada significativa y la tensión pasa a mis hombros.
Cuando asumí el liderazgo de la manada, representantes del reino O’Brien, el reino de los licántropos de esta región, vinieron a ofrecerme no solo las condolencias por la muerte de mi padre, sino a volver a incluirnos en su régimen. Irina fue parte de ese grupo que se quedó meses merodeando nuestras tierras; y debo admitir que fue de ayuda para dejar en claro a los rebeldes que era totalmente capaz de liderarlos, pero los servidores leales a la familia real no son precisamente benevolentes por mero placer. Y mi madre y yo nos dimos cuenta de sus manipulaciones a tiempo para rechazar su oferta y dejar en claro nuestra decisión antes de que nos metieran en un compromiso del que no pudiéramos escapar.
A Irina nunca le gustó haber fracasado en esa misión. Y mucho menos cuando se hizo público mi alianza con los Dragomir, sus eternos enemigos por naturaleza y un pasado que los unía.
—Dejé en claro hace mucho tiempo que mi decisión no cambiará.
—No seas estúpido, Ethan. —masculla— No he sido la única que ha visto a la chica. Escuché conversaciones. Hadas. Brujos. Vampiros. Todos hablaban de ella y sabes que algunos no se quedarán con la duda.
Lo sé. Por supuesto que lo sé.
—Admiro el trabajo que haz hecho en tu manada, —continúa y yo dejo que hable. —es destacable. Pero no serán suficientes para defenderla. Necesitarás apoyo, aliados, y…
—Ya tengo aliados. —le recuerdo.
Suelta una carcajada.
—¿De verdad crees que los vampiros te ayudarán? —sacude la cabeza. —Piénsalo, Ethan. Lo que te ofrezco nos beneficia a ambos bandos. Tú mantienes a tu chica a salvo y nosotros tendremos a…
—¿A la fenómeno a su servicio? —termino por ella, alzando una ceja. Sus labios forman una línea, porque sabe que dije sus verdaderas intenciones.
Como dije, ellos no ayudan porque sí. Irina es astuta. Sabe que Mia puede ser… algo que puedan usar como arma en su guerra con los Dragomir.
Y yo no dejaré que eso pase.
—Fue un gusto verte, Irina. Ha sido entretenido escuchar tu técnica de manipulación, pero ya pasó de moda. —hago un gesto y me alejo de ella.
—Lo que sea que fuera esa chica, va a ser un gran problema que no podrás acaparar. —mis pasos se detienen. Estoy de espaldas, pero podría apostar que sus labios se están curvando hacia arriba. Está utilizando todas sus herramientas hasta el final. —Si resulta ser algo especial no tardarán en aparecer muchos interesados en usarla o destruirla. Van a cazarla.
—Agradezco tu consejo, pero ya tengo todo bajo control. —sigo caminando hasta mi auto. Cuando mi mano toma la puerta y la abro, me giro a darle la cara. —No dejaré que nada ni nadie se acerque a Mia —abro la puerta de mi auto—. Primero los mataré a todos antes de que siquiera puedan verla.
***
—Hola gatita.
Mia da un respingo cuando la saludo desde atrás. Sus ojos se abren buscando al culpable y, al ver que soy yo, entrecierra los ojos lanzándome una mala mirada.
Eso me hace sonreír.
—¿Puedes superarlo y dejar de llamarme así? —cruza sus brazos.
—¿Y perderme la oportunidad de molestarte? —me siento frente a ella con una sonrisita que hace que se moleste más. —No. Te ganaste tu apodo.
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Editado: 29.11.2024