AIDEN
Los recuerdos de mi madre cada día se van desvaneciendo.
Antes no era así. Por Mia tenía muy presente quién había sido y cómo era Leticia Walker. Mientras crecía, las preguntas de Mia requerían respuestas más detallistas, y yo me esforzaba por tener todo vívido por ella, para que pudiera sentir la imagen de nuestra madre lo más real posible y no un fantasma.
De cierta manera también me ayudaba a mantener control. Aferrarme al recuerdo de mi madre era el ancla que usaba contra mis ataques de ira, tengo recuerdos vagos de haber practicado con ella ejercicios de respiración y mecanismos para distraerme. Cuando era adolescente me obsesioné por recordarlos con más claridad, pero me di por vencido. Simplemente no recordaba mucho de mi infancia antes de que mamá se embarazara de Mia. Extraño, lo sé, pero me acostumbré a vivir con esa laguna mental.
Observo el cielo nocturno y busco la estrella más cercana a la luna. Mia decía que mamá era esa estrella porque la luna quería ser amiga de la estrella más brillante del cielo. Y vaya que mamá brillaba. Era muy noble, muy atenta a lo que hacía por si necesitaba su ayuda, creativa para contarme historias antes de dormir, divertida e ingeniosa para crear juegos en casa cuando yo no quería salir al exterior. Y su dulzura. Dioses. Esa mujer no dejaba de ser dulce incluso cuando era necesario llamarme la atención. A donde fuera tenía una sonrisa, y yo a veces me preguntaba si le dolía su rostro de tanto sonreír.
Quien hubiera imaginado que un ser tan puro y noble pasaba las noches llorando por haberse enamorado de un monstruo. Era un niño, y sabía lo que Ashton le hacía detrás de la puerta de su habitación, a pesar de que ambos fingían que los gritos y los ruidos habían sido una de mis pesadillas. Por eso nunca me he creído ese amor que tanto profesaba hacia mi madre. Él no es esa clase de monstruos que pueden amar a alguien. No. Él es de esos que poseen y destruyen hasta que te moldean a su beneficio.
—Aquí estabas. —volteo un poco sin apartarme del balcón para ver a Alina parada cerca de la puerta.
—¿Cómo es que eres tan silenciosa? —sonrío.
—Cedric se obsesionó por enseñarme sus técnicas de cacería. —habla, avanzando hacia mí. —Dijo que era muy ruidosa y espantaba a los venados.
Puedo ver en sus ojos que quiere preguntarme lo que me pasa. No he hablado directamente con ella sobre mi pasado antes de llegar a la manada, pero debe saberlo por Ethan, o al menos tiene una idea.
—Ha hecho un buen trabajo entrenándote.
—Si, pero es demasiado gruñón. —rueda los ojos y suelto una carcajada porque sé que esos entrenamientos debieron terminar muchas veces en discusiones. —Creí que estarías en la fogata.
Los jóvenes de la manada tienen la costumbre de hacer sus pequeñas fiestas no muy lejos del campamento del bosque. A veces eso puede descontrolarse por el furor que posee un licántropo adolescente. Debería haber ido a vigilarlos, o alguno de los licántropos no tan mayores, pero que representen una autoridad entre ellos para mantenerlos tranquilos.
—No me sentía con ánimos de separar peleas por quien bebe más hidromiel o quien le quitó su puma a quien. —me encojo de hombros y es su turno de reírse. —¿Y tú? ¿A qué se debe el milagro de verte sola y no acompañada con un chico llamado Paul?
Sus mejillas se sonrojan de inmediato.
Desde que descubrieron que son compañeros no se han separado en ningún momento. Alina es quien supervisa y anima a Paul en sus entrenamientos, y en sus tiempos libres se van al pueblo o al bosque. Normalmente tendría que ser yo el encargado de esas cosas, pero su madre dijo que lo mejor es que lo hiciera ella.
—Se está bañando.
—¿Ustedes…? —dejo divagar la pregunta para no terminarla.
Alina abre los ojos escandalizada y negando frenéticamente.
—¡No! —chilla sonrojándose a más no poder. —Hemos decidido darnos un tiempo. Ya sabes, conocernos antes de… la marca. —carraspea removiéndose en su lugar.
Eso lo sé. Su madre me contó que tenía planeado organizar el ritual para el día de Lugnasad, pero Alina le había para postergarlo.
—¿Y estás bien con eso? —pregunto.
Alina lo piensa un momento y me pongo recto en mi lugar.
—No sé como explicarlo. —empieza— Nunca tuve apuro en conocer a mi compañero, pero empezaron los sueños y la sensación de que debía volver a New Mystery. Me ponía muy nerviosa que podía pasar en cualquier momento. Así que, cuando conocí a Paul pensé: “Bien, por fin terminó esta incertidumbre”, y creí que todo sería más fácil. Ya sabes, nos sentiríamos atraídos hasta el punto en que la necesidad por marcarnos sería demasiado que lo haríamos, él lo aceptaría…
—¿Pero?
—Un día Paul y yo estábamos paseando y me contó sobre Mia. Y me di cuenta que era muy importante por ella, y que le dolía lo que estaba pasando. Lo sentí. —sus ojos castaños están puestos en el bosque mientras habla. —Sabes, fue como si me hubiera quitado una venda. Estaba tan enfocada en lo que pensaba que debía suceder que no prestaba atención a lo que él me había dicho en esos días y me sentí horrible por ignorarlo. Y estoy tratando de remediarlo. —se remueve en su sitio.
—¿Él te ha culpado o reclamado algo?
—No, es demasiado considerado para hacerlo. O capaz no le interesa mucho mi opinión. —suspira cruzándose de brazos. —Y tendría sentido. Apenas me conoce. ¿Qué soy yo comparada a su mejor amiga de toda la vida?
No hay celos en su voz ni en su mirada, pero percibo su frustración. Alina ha crecido con la idea de que encontrar el lazo es una relación perfecta, sin problemas, cuando está muy lejos de la realidad. Un claro ejemplo es lo fracturada que está mi propia relación.
—No seas tan dura. Tú misma lo has dicho. Apenas se conocen, deja que el tiempo actúe sobre ustedes. No lo “ignoraste” a propósito, solo que a veces es difícil llegar a notar que alguien está pasando por un mal momento, incluso en relaciones de más tiempo pasa. —la miro significativamente.
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Editado: 29.11.2024