*proverbio ruso...

5 meses más tarde

Todos habían intentado animarla por todos los medios. Anabel ocultaba su pena. Reía, salía con sus amigos, iba a la universidad, de compras..., siempre la misma rutina una y otra vez con esas sonrisa en la cara, que si la mirabas fijamente por un tiempo hasta daba miedo. Era como una muñeca de trapo, como una marioneta. No quedaba nada de aquella chica risueña y alocada que habían conocido. Su respuesta para todo era sí. "¿Salimos? — Sí." "¿Quieres ir de compras?, luego podemos ir a comer por ahí. — Sí." "¿Quedas esta noche? Haremos fiesta de pijamas. — Sí." Quería demostrar que estaba bien aunque por dentro era todo lo contrario pero había una persona a la que no podía engañar, la única que no intentaba animarla, sino que expulsara todo lo que retenía en su interior, lo que pasaba sola, lo que se negaba a aceptar.

Esa tarde, al volver de la universidad, se encontró a Jared metiendo unas maletas en el coche. Al terminar de meter la última la miró.

— ¿Qué es todo esto?—Le preguntó incrédula.

—Nos vamos a Londres toda la semana.—Decretó. Su tono no dejaba opción a réplica pero ella todavía no lo asimilaba.

—No puedo irme así Jared, el lunes tengo que estar en la universidad...—Iba a proseguir pero él la cortó.

—No has faltado ni un solo día, por que falte esta semana en el curso no va a pasar nada. Los billetes están comprados y no aceptaré un no por respuesta.

Anabel suspiró.—Está bien.—Se montó en el coche volviendo a pintar en su rostro esa aterradora sonrisa.

Jared la miraba a cada rato sin que ella se diese cuenta. Cuando ya no pudo más paró el coche a un lado de la carretera y la miró fijamente.

—¿Qué pasa? ¿Por qué paras?—Él no la escuchó, solo veía esa horrible sonrisa, quería arrancársela. Miró al frente y le dio un buen golpe al volante, brusco, sin que nadie se lo esperara.

—¿Puedes parar de una vez?—Ella lo miró sin entender.

—¿Parar de qué?—Replicó. La sonrisa seguía ahí, maldita sea, necesitaba borrársela, hacerla reaccionar. Cualquier otra cosa le haría sentir mejor que ver aquella sonrisa en el rostro de su novia. Podía llorar, gritar, pegarle, cualquier cosa con tal de que volviera a ser la chica a la que había conocido dos años atrás.

—¡Maldita sea Ana! ¡Parar de sonreír! ¡Quítate esa puta sonrisa de los labios de una vez! Puedes engañar a quién quieras pero a mí no. Que sonrías no arregla nada, no quita el dolor, no va a hacer que disminuya, no va devolvérnoslo.—La miró.—Haz lo que quieras menos eso. ¿Crees que a mí no me duele? No te pido que lo olvides, no te pido que hagas como si nunca hubiera ocurrido, como si no hubiera existido, solo que pases página. Pasa página aunque lo recuerdes. Te necesito muñeca..., te necesito conmigo, y tú me necesitas a mí. Me has abandonado, nos has abandonado a los dos. Te has encerrado en ti misma y no me dejas ayudarte. Todo lo que hemos construido juntos se está desvaneciendo porque te estás alejando. Déjame ayudarte, quiero hacerlo. Estoy para ti igual que tú para mí. Siempre.

Tenía la mirada fija en el parabrisas. Pasaron los segundo y no reaccionaba. No se movía, no pestañeaba..., si no fuera por el movimiento de su pecho al respirar, cualquiera habría jurado que estaba muerta. Cuando se iba a dar por vencido la vio derrumbarse. Unos lagrimones acompañados por desgarradores sollozos expulsaban poco a poco su pena. La hizo colocarse a horcajadas sobre él en el asiento del conductor abrazándola, consolándola hasta que su llanto se desvaneció. Entonces habló con la profunda tristura de una madre que ha perdido a su hijo.

—Duele...—Sollozó.—Duele mucho. Todo me recuerda a él, a aquel momento, a cuando nos lo dijeron. Y odio a David, lo odio, lo odio, lo odio. Lo odio por todo lo que me ha hecho, por todo lo que nos ha hecho. Realmente lo quería, quería a ese bebé, quería ser madre, quería una familia contigo.—Lo abrazó llorando de nuevo pero se había acabado, lo había dejado salir todo con él. Se sentía mejor, no feliz, pero sí liberada, con ganas de vivir, de comenzar de nuevo.

—Lo intentaremos de nuevo, te lo prometo muñeca.—Besó su frente reconfortándola.



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En el texto hay: muertes, romance drama

Editado: 21.05.2019

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