Provócame

DYLAN

Bajé corriendo las escaleras, agitado por haberla perdido de vista ¿Pero qué le pasa a Chris? Seguramente quería morir esta noche. ¿Cómo me pudo hacer esto? El trato estaba casi cerrado. Tenía ganas de sacarla del apartamento y no dejarla entrar nunca más. Lo hubiera hecho si no fuera porque no quería escándalos y peleas, sin mencionar los gritos frustrados de la mujer.

Quería pasar más tiempo con Emma, conocerla, besarla y tomarla justo allí, en el balcón. ¡Dios! Esa mujer me tenía tan excitado. Tenía que buscar una solución para volver a verla.

Cuando localicé a Mike, estaba con las amigas de Emma. No recordaba sus nombres, pero necesitaba convencerlas que me dieran su número o que me dijera donde estaba. Necesitaba más de ella.

—¿Dónde está Emma? —pregunté acelerado, más por la carrera de querer encontrarla que por lo que provocaron las escaleras.

—No se sentía bien —respondió ella, la bajita de cabello castaño.

—¡Ni por una mierda! Ella estaba muy bien hace unos segundos —señalé la parte de arriba de las escaleras.

—¿La subiste al balcón? —preguntó Mike, sorprendido.

Bastardo, claro que la había subido. Lo único que quería era conquistarla y ponerla en mi cama esta… ¿Mi cama? ¿Pero en qué diablos estoy pensando? No he llevado a nadie a mi cama. El apartamento de papá estaba fuera de los límites del sexo, al menos en el segundo piso, el primero parecía un burdel en cada fiesta.

—Esa no es la pregunta —me giré para ver a sus amigas.

—Lo lamento —respondió la chica que colgaba del brazo de Mike —ella es así, no sabe disfrutar de la vida. Antes lo hacía a menudo, pero ahora solo… no lo hace. Déjala, de seguro la volverás a ver.

La observé unos segundos, no me diría absolutamente nada más. La estaba protegiendo ¡Maldición! Eso si no me lo esperaba, no quiero que nadie la proteja de mí. Luego me acerqué a la otra amiga, la más débil de las dos, la de cabello castaño. Le señalé la barra invitándola a un trago. Tenía otra táctica.

Después de presentarle a Dan, darle un par de buenos tragos, ya estaba hablando como perica. Eso sí había sido fácil. En menos de treinta minutos ya tenía su teléfono, su Facebook, Twitter y por supuesto la única red social que usaba, Instagram.

Le pedí su contraseña a Mike, ya me estaba viendo con cara de «¿Qué diablos Dy?», pero en estos momentos no me importaba. Nada importa cuando estás a segundos de saber quién diablos es ella a la perfección. Las redes sociales deberían ser el infierno, por eso no las tengo, no me interesa nada de nadie.

«Hasta ahora».

Me dijo mi maldito subconsciente, estaba tan desesperado por ignorar a esa voz que estaba a segundos de hacerme quedar como un loco. Pero sí, era verdad. Nunca en mi vida sentí esta urgencia de saber de alguien, de querer conocerla. Nunca pensé que fuera a necesitar que alguien me llamara estúpido por hacer estas cosas, menos con alguien tan rápido. ¡Ni siquiera la conocía!

En un pasado me hubiera quedado en la fiesta supervisando que nada se saliera de control, cuando quedaran pocos, me emborracharía hasta perder la conciencia. Era buena táctica. Esta vez no funcionó de esa manera, dejándole a Mike la responsabilidad de todo, subí a mi habitación con el Facebook de Mike abierto. Nunca pensé estar en esta situación, pero quería saber todo.

Vi sus fotos, sus estados y ¡Madre mía! Qué cantidad de comentarios acerca de libros, eso no era normal para alguien como ella, tan atractiva y sensual. Era absurdo que un ser humano leyera esa cantidad tan grande solo por placer. Leer es aburrido, ¿cómo puede?

No voy a mentir, pase más de cuarenta minutos viendo su perfil, incluso le mandé invitación desde el teléfono de Mike, necesitaba ver más de ella y la única manera era esta. Sus estados de «Nueva vida, aquí vamos» y «Miami es genial» me advirtieron que esta chica no era local y sus entradas a un bar en Virginia me decían que o le gustaba viajar hasta allí o era de ese estado.

Cuando no pude más con mi cordura, empecé a mandar mensajes como idiota. No fue hasta que tiré esa mierda al clóset que me concentré en una película marica que a mi hermana le gustaba. Intenté ignorar todo esto, era demasiado para mi sistema, estaba como loco. Necesitaba controlarme. No entendía desde cuándo me quedaba en mi habitación durante una fiesta en mi sala con universitarias medio vestidas y borrachas. Solo no podía salir, no quería, me sentía… miserable.

 

 

 

 




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