Autor: Valentina Ianuzzi (14 años)
En un pueblo cercano a la ciudad de Ilorea, un país muy lejano del resto del mundo, habitaba un chico llamado Alexis, que era muy curioso. De pronto se escuchó un ruido ¡cric- crac¡ ¡cric-crac! mientras recogía frutos del bosque que su madre le había pedido. Puso toda su atención en un pequeño arbusto. ¡Cric-crac! se volvió a escuchar.
Se acercó sigilosamente y al llegar, sus ojos vieron a una figura un poco más grande que él. Sus grandes ojos verdes se agrandaron por la sorpresa de ver con lo que parecía cabello todo enmareñado, unas uñas muy largas, algo encorvado y estaba estático, apenas escuchaba la respiración.
A su mente vinieron memorias cuando sus padres contaban historias antes de dormir. Los típicos cuentos de héroes y princesas, en el que el villano es un ser con rasgos de animal, siempre terroríficos con largos dientes y ojos enrojecidos, garras afiladas y la espalda encorvada. Con una personalidad irascible y un poco tontos. Estas personas son denominadas coloquialmente "personas bestia".
"Eso" le devolvió la mirada con cautela y Alexis, involuntariamente, hizo una mueca a causa del miedo. Al principio sintió pavor, pero se fue inmediatamente después de ver la cara de "eso". Lo que él denominaba "eso" era una chica. La extraña al ver la mueca, frunció el ceño y ladeó sus orejas hacía un lado. Era una extraña mezcla entre un humano y un animal. Tenía rasgos faciales de una persona normal, sólo que era más musculosa y grande. De su cabeza sobresalía dos orejas largas y blancas, como las de un lobo y de su boca se asomaban dos colmillos. En sus manos y pies descalzos tenían uñas largas.
- ¿Estás pérdida? Preguntó Alexis con nerviosismo, mientras tartamudeaba ligeramente. La chica no respondió. Ella se levantó del suelo de tierra y acercó su rostro al niño, su nariz se movía al olfatearlo. Alexis le recorrió un escalofrío en la espalda y empezó a sudar frío, al sentir tanto miedo, cerró los ojos. Cuando volvió a abrirlos, vio como su pequeña recolecta de frutos estaba siendo devorada por la desconocida.
Él se acercó a un árbol cercano y se sentó, apoyando su espalda en el tronco. Alexis abrazó sus piernas y hundió su cara en ellas, mientras miraba fijamente cómo aquella desconocida comía todas las frutas como si no hubiera comido en días.
Se acercó más a paso lento y al llegar, sus ojos vieron una chica.
Alexis nunca había visto ninguno en sus catorce años de vida. La gente del pueblo siempre contaba horribles historias, cada vez que supuestamente se encontraba con uno en algún viaje fuera de la aldea. Aquellas historias eran realmente horribles, que iban de robos a matanzas.
Al cobrar el sentido de nuevo y salir de sus pensamientos, notó que la chica ya no estaba y que su canasta se encontraba tirada en medio del césped del bosque. Alexis suspiró profundamente y se acercó a la canasta para recogerla.
Al día siguiente, decidió caminar por el bosque, ya que quería encontrarse con ella. La noche anterior había recibido un regaño de su madre por llegar tan tarde y por holgazanear mientras miraba al río, eso último era una pequeña mentira que había dicho. Alexis no creía que aquella chica fuera mala, aunque le había robado, pero sus instintos le dijeron que no podría ser tan mala persona como la gente del pueblo pintaba a su especie.
Estuvo deambulando por unas horas, pero ella no aparecía por ningún lado y Alexis empezaba a quedarse sin esperanzas de encontrarla. Entonces se dirigió al río del bosque, el cual le encantaba por sus peces de colores y las diferentes ricas y plantas. Se apoyó en un árbol mientras observaba la belleza que siempre admiraba del río e inspiraba el olor del bosque.
Cerró lentamente los ojos y sin darse cuenta se quedó dormido.
Abrió los ojos perezosamente mientras bostezaba. Al ver lo oscuro que estaba el cielo y las estrellas brillar intensamente sintió pánico. ¡Su madre lo iba a matar!
Se levantó aceleradamente medio desonrientado y no se dio cuenta de la presencia a su lado. Alexis chocó con aquella persona y tropezó.
- ¡Lo siento! Alexis se dio cuenta con quién estaba hablando, era la extraña de ayer. Se fijó en el saco de piel que tenía en la mano fuertemente agarrado, ella extendió el brazo hacia su dirección. El chico la miró confundido ya que ella no decía nada y sólo mantenía el brazo extendido. Su vista se extendió por todo el brazo, notando diferentes cicatrices de distintos tamaños, probablemente por participar en peleas. La chica extraña frunció el ceño y empujó el saco hacia el pecho de Alexis con fuerza. El finalmente entendió lo que quería que hiciera y con cautela agarró el saco de piel, inmediatamente después de eso la chica echó a correr. Alexis se quedó un poco fuera de lugar, parado ahí, en medio de la nada, Sin nada que poder hacer, porque la chica se había ido demasiado rápido para darle las gracias, abrió la bolsa y vio que estaba llena de frutos del bosque.
Sonrió ligeramente y le agradeció de seguir sus instintos. Ahora sólo quedaba sobrevivir a los regaños preocupados de su madre.
Los días posteriores a ese encuentro extraño, Alexis siguió asistiendo al bosque, cada vez encontrándose con la misteriosa chica. Cada día llevó frutos rojos para compartir mientras miraban el río. Alexis descubrió que el nombre de la chica era Adna, ella comenzó a hablar después de un mes completo.