Buenas tardes mi gente bella, este es el primer capítulo de la tercera historia de la serie "Acuerdos matrimoniales" recuerden que antes de esta historia hay otras dos y ambas las encuentran en mi perfil. ¡No dejen de pasar por ahí! Todo va a tener más sentido para ustedes si las leen, pero de todos modos todas son historias independientes ¿ok? Disfruten de la lectura.
Capítulo I: La estafa
Andover, Hampshire.
Ellas estaban arruinadas.
Esa era la única verdad clara en la mente de Maia, ellas estaban arruinadas y la posibilidad de salir bien libradas de ese atolladero eran pocas en el mejor de los casos. Observó a Emma por sobre el marco de sus finas gafas y ésta le envió una mirada dura, silenciosa; a su lado Amira se presionaba las manos con nerviosismo y una mueca de desolación en sus sonrosados labios. Estaban arruinadas.
Eso decía claramente la carta del abogado que había trabajado para su familia desde antes que ella naciera. Maia confiaba en el señor Preston, sabía que el hombre no diría una razón por otra; no les mentiría.
—¿Qué vamos a hacer? —inquirió Emma, siendo la primera en romper el silencio luego de la lectura de la funesta carta.
Su primo Angus había despilfarrado hasta el último penique de su herencia, Angus, quien tendría que haber velado por la seguridad de las tres hermanas, las había estafado. Angus, del cual ninguna tenía noticias desde hacía más de un año, Angus que había roto cada promesa hecha a sus padres y las había dejado en la estacada. ¿Qué iban a hacer? Era una excelente pregunta para la que Maia no tenía respuesta.
Apelar a la bondad del estado parecía su única alternativa, pero eso solo solventaría sus necesidades más inmediatas. Si solo se tratara de ellas, esa salida hasta podría dar de sí, pero ellas tenían sueldos atrasados que reponer e incontables pagarés con los distintos comerciantes de la zona, por no mencionar el arriendo de su casa. El cual estaba a cargo de Angus, el mismo que no pagaba desde hacía meses.
Se quedarían en la calle.
—Maia —insistió Emma, clavando sus ojos verdes musgo en ella.
Era de esperarse que su hermana aguardara por su veredicto, después de todo ella era la mayor y tomaba las decisiones por las tres, ella había guiado a sus hermanas desde la prematura muerte de sus padres. Incluso a pesar de estar bajo la tutela de Angus, la que en verdad se encargaba de que nada faltase a sus hermanas era Maia. Y en ese instante las gemelas contaban con ella, solo con ella.
—No sé… —admitió en voz queda, dejando la carta sobre el escritorio como si depositara allí su sentencia.
—¿No sabes? —la increpó Emma poniéndose de pie con la propia fuerza de su frustración.
Emma era así, su madre solía bromear asegurando que por las venas de Emma corría fuego y no sangre como en el resto de los mortales. Tenía un temperamento voluble y un ingenio alerta, Emma representaba exactamente lo contrario a lo que era Amira. La pequeña Ami era dulce, introvertida y risueña, rara vez alzaba la voz o mostraba su enfado, rara vez contrariaba o se dejaba contrariar; tenía la mente fría pero el corazón tibio y por eso las amaba con locura.
—Tenemos que pensar —murmuró Ami con su eterna sensatez, estirando una mano para sostener a su gemela. Emma siseó entre dientes, dejándose caer a su lado en el pequeño sofá—. De nada nos sirve alterarnos.
—No sé si no te has enterado, Ami, pero estamos jodidas.
—No uses ese lenguaje —le espetó a su hermana, ganándose una mirada de soslayo molesta—. Ya que estamos al corriente de la situación, no nos queda más que pensar un modo de salir de esto.
—¿Conoces algún modo de conseguir el suficiente dinero como para pagar los sueldos, la casa y todas nuestras deudas? —le arrojó Emma con disgusto—. Porque yo no.
—Debe haber un modo —aseveró Ami apenas por encima del sonido de la respiración agitada de su gemela.
Emma bufó.
—Yo digo que busquemos al traidor de Angus y lo hagamos pagar.
—Dudo que Angus tenga el capital —repuso Maia concisamente. Emma la miró con aire adusto.
—No digo pagar en el sentido estricto de la palabra, Maia. —Parpadeó, más confusa que antes con su aclaración y su hermana sonrió—. Digo que lo busquemos y le hagamos “pagar”.
—¿Quieres golpear al primo Angus? —chillo Ami, horrorizada ante la sola enunciación del pensamiento.
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Editado: 27.01.2022