Perdón, sé que pasó un tiempo considerado. Pero es que no podía forzarme a escribir, cuando no está las chispa. En fin, puede que tarde en actualizar pero siempre termino mis historias. Así que si me tienen paciencia, esta también estará completa. Gracias :D
Capítulo VI: No es lo que parece
—¿Es Emma o Amira Clemens?
Jannis parpadeó hacia su hermana, mirándola con gesto confuso. Siendo honesto no había escuchado ni la mitad de las cosas que Jocelyn le había dicho desde que habían salido de la casa y no porque intentara ser grosero a posta, simplemente no lograba congeniar con ella. Nunca había podido. Lo bueno era que Jannis no resultaba alguien fácil de desanimar.
—¿Cómo dices?
Jocelyn le rodó los ojos de manera cansina, un gesto desafortunado que había heredado de su padre a la perfección.
—¿Cuál de ellas es? —Hizo un ademán con su barbilla apuntando hacia el frente—. Nunca logro distinguirlas.
Jannis siguió la dirección de su mirada, solo captando el destello de una cabellera caoba perdiéndose entre los transeúntes que disfrutaban del sol de esa mañana. Se volvió hacia su hermana, repentinamente sintiendo que su cuerpo y mente se ponían en alerta.
—¿Dónde dices que la viste?
—Por allí… —respondió ella con una desinteresada ondulación de su mano, para luego enlazar su brazo al de él y jalarlo en la dirección opuesta—. En fin, vamos a ver ese sombrero blanco del que te hablé.
Jannis se desentendió del brazo de su hermana con cuidado, mientras estiraba el cuello en un inútil intento por localizar a la dama en cuestión. Cualquiera pensaría que estaba siendo algo obsesivo al respecto, pero llevaba los últimos tres días buscando localizarlas y ninguno de sus esfuerzos había surtido efecto. Obsesivo sin duda ya no alcanzaba para clasificar su estado anímico llegado ese momento. Era como si sus antiguas vecinas y compañeras de la infancia hubiesen desaparecido sin dejar rastros. Y eso simplemente no podía ser posible, si Jannis era bueno en algo era en seguir rastros y hallar cosas; él no iba a dejarse vencer por un grupo de tres hermanas. Condenación, él tenía entrenamiento militar.
—Jannis te estoy hablando —prorrumpió Jocelyn, distrayéndolo de sus pensamientos con un mohín insatisfecho—. No me gusta que me ignoren.
—Lo siento querida —dijo él con una pequeña sonrisa que en realidad no quería esbozar—. Mi mente está en cualquier parte.
—Entonces vamos a la sombrerería, tal vez veas algo de tu agrado.
—No estoy de humor para ver sombreros.
Ella soltó un bufido, colocándose frente a él para cubrir su rango de visión.
—Solo te interesa ver a esas mujeres —le espetó con las manos en las caderas en señal de protesta. Bueno, él no podía discutirle ese punto—. No importa qué tanto te hayas educado, sigues siendo un pusilánime. Esas mujeres ni siquiera están a nuestra altura.
—Son hijas de un caballero —replicó con un leve fruncimiento del ceño. Jocelyn rió entre dientes.
—Son poco más que unas mendigas, tienen deudas con todas las personas de Andover y han vendido la casa ancestral de su familia en un estúpido intento de capear la pobreza y mantener las apariencias. —Le sonrió con sorna y sórdida satisfacción, algo que él encontraba de lo más irritante—. Padre las desprecia y si sabe que tienes trato con ellas también te despreciará a ti.
Jannis abrió la boca con toda la intención de defenderlas de las infames palabras de su hermana, pero finalmente optó por esbozar una diminuta sonrisa. Hacía mucho tiempo que Jocelyn había perdido la batalla contra la soberbia.
—No sería diferente a lo usual —musitó con tristeza.
—Jannis… —Él esquivó a Jocelyn tras obsequiarle una rápida reverencia y se dirigió calle abajo a largas zancadas—. ¡Johannes!
Pero él ya estaba lo bastante lejos como para importarle el llamado de su hermana. Se había enterado de la venta de la casa de los Clemens ni bien había llegado a Andover, simplemente no había sabido de las circunstancias o los porqués. Lo bueno era que en un arrebato de orgullo, finalmente Jocelyn le había contado lo bastante como para llenar los vacíos. Las hermanas Clemens estaban en aprietos y Jannis no sería un verdadero cabello y amigo, si no iba en su ayuda.
Desgraciadamente su buena predisposición no sirvió de mucho cuando decidió seguir a la supuesta hermana Clemens que había señalado Jocelyn. Jannis se encontró dando vueltas por cada calle de Andover que le era familiar e incluso por aquellas que nunca antes había transitado y sin embargo, no fue capaz de hallar a ninguna de ellas. Estaba dispuesto a aceptar la derrota por aquel día y regresar a su hogar, cuando la divina providencia decidió actuar en su favor.
—Oh sí, una de esas muchachas estuvo aquí —le informó el posadero, sin dejar de repasar un vaso con el sucio trapo que llevaba de aquí para allá sobre su hombro.
—¿Cuál? —inquirió Jannis con algo de impaciencia.
Había llegado a la posada luego de que el niño que vende periódicos le informara que la había visto hablando con el carnicero, el cual un momento después le notificó que la joven se había marchado a la posada tras pagar un cuarto de la deuda que tenía con él.
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Editado: 27.01.2022