¡Hola de nuevo! Sé que ha pasado mucho tiempo, me disculpo por ello. Este año me resulta muy frustrante escribir, simplemente no encuentro la inspiración y eso puede deberse a que solo me dedico a trabajar, sin poder distraerme y hacer las cosas que me gustan hacer. En fin, puede que esta historia avance lento, pero sin importar qué vamos a llegar a su final.
Gracias por su paciencia, espero que todos estén bien en sus casas.
Capítulo XI: Engaño
—¿Qué estás buscando exactamente? —inquirió Amira, deteniéndose en la cima del terraplén para poder observar mejor a su hermana gemela trajinar unos metros más abajo.
Emma, medio acostada en el suelo, elevó la mirada hacia ella con gesto cansino.
—Huellas, por supuesto —apuntaló con resolución, como si pegar la oreja en la tierra fuese la manera más común para realizar dicha tarea.
Amira frunció el ceño, decidiendo que lo más seguro sería no discutir con ella sobre los métodos que empleaba. Al final de cuentas no podía culparla por probar hasta lo más absurdo. Tras tres infructuosos días de incansable búsqueda, ambas estaban agotadas, molestas y, aunque Emma jamás lo admitiese, asustadas. Tanto Maia como el sujeto parecían haberse esfumado de la faz de la tierra. Y cada intento de las gemelas por dar con su paradero había sido en vano.
—No creo que encontremos huellas útiles por aquí, Emma. Estamos a la vera del camino.
Su hermana volvió a erguirse para observarla ceñuda, sin molestarse en ocultar su frustración.
—Tienen que haber tomado un camino, Amira. ¿Qué sentido tendría internarse más y más en el bosque?
Ambas tenían una respuesta evidente para esa pregunta, pero ninguna tenía las fuerzas como para pronunciarla en voz alta. Eso sería igual que resignarse a perder a su hermana mayor para siempre. Y no, aquella no era una posibilidad, no aún. Maia debía de estar bien, solo había extraviado el camino a casa, solo necesitaba más tiempo para volver a ellas.
—Ya fuimos a los tres pueblos más cercanos y no pudimos averiguar nada.
Emma bufó como cada vez que llegaban a ese punto muerto.
—Entonces, ¿qué? ¿Sugieres que nos demos por vencidas?
—¡No! —Ami tomó una necesaria bocanada de aire—. Quizás sea hora de pedir…
—¡De eso nada! —la cortó Emma, sin dejarla terminar su idea—. Amira, no podemos ir con las autoridades. ¿Qué vamos a decirles? ¿Qué nos ayuden a encontrar a la persona que secuestramos porque ha secuestrado a nuestra hermana? ¿Siquiera escuchas lo loco que suena eso?
Ami no supo cómo responder. Por supuesto que era una locura denunciar la desaparición de su hermana a las autoridades, sobre todo cuando llegara el momento de explicar la circunstancias de lo sucedido. E incluso en el remoto caso de que las autoridades hallasen a Maia y al sujeto, ¿quién sería culpado de qué? Ellas habían cometido el delito primero. Ellas habían secuestrado a un par del reino, lo cual se traducía fácilmente como: el resto de sus vidas tras las rejas.
—No sé qué hacer… —murmuró por lo bajo, volviendo a ver como Emma regresaba a su posición de sabueso.
Esto había sido una mala idea desde el principio, si tan solo se hubiese resistido más, si tan solo se hubiese impuesto ante sus hermanas, si tan solo no fuera tan cobarde.
—Si quieres ser de ayuda —le espetó Emma, ajena al revoltijo que eran sus pensamientos—, baja de ahí y ayúdame a buscar huellas. Tiene que haber algo que no hayamos visto, Ami, y no regresaremos a casa hasta que lo encontremos.
Amira se encogió de hombros con resignación y haciendo un pequeño bollo con sus manos, se alzó el bajo de las faldas hasta las rodillas para poder iniciar el descenso. Aquella tarea sería harto más fácil con sus atuendos de hombres, pero no podían ir y venir de Andover con ropa masculina sin ser notadas. Tenían que dividir su tiempo entre la búsqueda de Maia y la espera de noticias por parte de Cliff, el contacto de su hermana, el cual seguía sin poder hallar a la familia del sujeto.
—¡Ami, ven aquí! Mira esto…
Amira se espabiló al oír el llamado de su hermana y sin más demoras, bajó corriendo desde lo alto del terraplén, sin darse cuenta que sus gastadas zapatillas no estaban diseñadas para un terreno tan accidentado. No había dado más que un puñado de zancadas, cuando la punta de una rama atravesó el lateral de su zapato izquierdo sin que éste presentara resistencia alguna. Ami sintió el aguijonazo de dolor al instante, al tiempo que perdía el equilibrio y se precipitaba inexorablemente cuesta abajo.
Ella gritó, Emma cerró los ojos anticipando el golpazo que se daría al aterrizar y él, simplemente estiró las manos, dejando que el menudo cuerpo femenino impactara de llenó contra su pecho. Hubo un revoltijo de brazos y piernas mientras terminaban de rodar por el terraplén, pero de algún modo él se las ingenió para recibir la mayor parte de los golpes.
Jannis gruñó una colorida maldición conforme ella se separaba de él para darle la más avergonzada de las miradas, logrando así que casi instantáneamente se arrepintiera de su arrebato. Maldecir frente Amira Clemens casi se sentía como profanar tierra sagrada o mandar al diablo a una monja, su rostro inocente y sus enormes ojos verdes siempre lo hacían sentir como el más vil de los pecadores.
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Editado: 27.01.2022