¡Hola! No voy a hacer la explicación de mi ausencia muy larga, la vida simplemente pasa y cuesta tomar el ritmo. Espero que todos estén bien, gracias por sus mensajes de apoyo y paciencia. Puede que tarde en actualizar, pero les prometo que la historia la voy a terminar.
Capítulo XII: El día
—Bien, el plan es simple. —Amira observó a Emma, esperando impaciente esa simple explicación—. Yo acompaño a Bell y cuando estemos cerca del sujeto y Maia, me deshago de él.
—¿A qué te refieres con “deshacerte” de él? —inquirió con un pequeño sobresalto, recordando súbitamente que su hermana aún cargaba un arma consigo.
Emma le ofreció una sonrisa torcida, probablemente adivinando el rumbo que estaban tomando sus pensamientos en ese instante.
—No voy a matarlo, Ami —la calmó, sin dejar de sonreír burlonamente—. Soy la primera en admitir la inutilidad del género masculino, pero eso no justifica matarlos. —Amira no tuvo idea de cómo responder a aquella aseveración, algo que Emma pareció percibir en su pétrea expresión—. Solo le daré alguna excusa y me encargaré de trae a Maia y a Lucky conmigo.
En teoría aquel plan sonaba bien, desgraciadamente Amira ya había estado presente durante la planeación del secuestro que Emma había orquestado y todos sabíamos cómo había terminado aquello, ¿verdad? Ami no podía dejar que la historia volviera a repetirse. No, esta vez ella debía imponerse a su hermana —mayor por solo un puñado de minutos— y ofrecer una alternativa sensata para su accionar. Algo que preferentemente no involucrara armas, trajes de hombres o trabar amistad con caballeros de cuestionable reputación.
—No lo sé… —murmuró sin poder evitar que sus ojos viajaran a Jannis, quien las esperaba con una envidiable paciencia a la vera del camino. No podía solo olvidar que en esta ecuación debía de incluir al hombre que hacía revolotear su corazón sin siquiera proponérselo—. Tú a veces… puedes ser un tanto impulsiva y necesitamos tener al señor Bell de nuestro lado.
—¿Qué propones? ¿Le decimos la verdad?
Claramente esa no era una opción y Emma ni siquiera estaba dando pie a debatir aquello, pero el sarcasmo formaba parte de su vocabulario habitual y Ami ya ni se molestaba en sorprenderse.
—Por supuesto que no, pero tal vez sea mejor que yo vaya con él y tú…
—Ah, ya entiendo —la cortó su hermana con una sutil risilla—. Quieres ir con él para cerrar el trato y finalmente convertirte en la señora Bell. Comprendo.
—¡Emma! —Amira sintió sus mejillas arder ante la simple enunciación de esas palabras. ¿Qué tal si Jannis la oía? Sería incapaz de volver a tratarlo o siquiera dirigirle la mirada, algo que evidentemente no importaba en lo más mínimo a su hermana—. ¿Podrías no decir eso?
—¿Y por qué no? —le lanzó sin dignarse a modular su tono—. ¿Acaso no es para eso que quieres ir con él? —Antes de que Ami pudiera responder, Emma continuó—: Él no me agrada para ti, pero los mendigos no estamos en posición de escoger. —Entonces su hermana soltó un suspiro dramático, mirando solo un segundo a Jannis antes de regresar su vista hacia ella—. De acuerdo, ve con él…
Había algo extraño en esa rápida capitulación, pero Ami no estaba preparada para ir sobre ello. Tenía la oportunidad de acompañar a Jannis, podría planear mejor cómo ponerlo de su lado y conseguir que encontrara a Maia sin sospechar que esas eran sus verdaderas intenciones.
—¿Estás segura? —inquirió, sin poder deshacerse de la vieja costumbre de buscar su aprobación. Sin importar qué, Emma era su otra mitad y por mucho que cuestionara alguna de sus decisiones, la respetaba por encima de todo.
—Sí —aceptó su hermana sin hacer aspavientos—. Yo me quedaré en Andover esperando noticias de ya sabes quién. —Su contacto, claro—. Y tú te encargas de esto.
Parecía demasiado bueno para ser verdad, Emma no solía darle la derecha tan fácilmente, ¿pero es que acaso importaba?
—Pero no te distraigas —añadió su gemela, cortando el hilo de sus pensamientos de un bandazo. Amira la observó, seria—. Sé que te gusta y quieres confiar en él, pero es hombre.
—¿Eso que significa?
—Que por naturaleza ellos están diseñados para traicionar.
—Emma… —comenzó a protestar, a lo cual su hermana solo sonrió con su típica insolencia. Cualquiera que la escuchara pensaría que era una viuda amargada, o peor aún, una amante despechada. Pero Emma nunca llegaría a acercarse a un hombre lo suficiente como para sentir algo remotamente similar al afecto, era una persona muy constante cuando se trataba de guardar rencor.
—Solo no te olvides a qué vas. —En esa ocasión Emma sostuvo sus manos con firmeza, bajando la voz al nivel de un susurro—. No puedes volver sin Maia, Ami.
—No lo haré —replicó seriamente, devolviéndole el apretón—. Sé que piensas que no puedo… —hizo una pausa para pasar saliva—, pero soy más fuerte de lo que ustedes creen.
Desde la muerte de sus padres, sus hermanas habían cuidado de ella como si no pudiera valerse por sí misma y en parte aquello había sido su responsabilidad, toda su vida se había ocultado tras la fortaleza de Emma o la tenacidad de Maia, sin tomar grandes riesgos ni grandes decisiones. Pero ella también era una Clemens y demostraría que era digna de llevar ese apellido como cualquiera de sus hermanas.
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Editado: 27.01.2022