Proyecto Romance

La Cláusula

Lizz y André llegaron al lujoso apartamento de Johan Date, un hombre millonario dueño de empresas de telas y joyas, también funcionaba como inversionista de Starts para “Proyectos personales”, proyecto que Lizz estaba a punto de formar parte si no tenía cuidado en su misión.

— Lizz, por favor llévate esta pluma, tiene incrustada una minicámara con micrófono potente para grabar cualquier cosa anormal que veas en Starts.

Las palabras de Natalia resonaron en su memoria. Un aparente lapicero azul descansaba en su mano, listo para grabar cualquier prueba que estaba segura de que obtendría con Date.

El ascensor se abrió directamente a un penthouse que gritaba opulencia. Mármol pulido, obras de arte abstractas y ventanales que ofrecían una vista vertiginosa de la ciudad. Johan Date, un hombre corpulento de unos cincuenta años, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos pequeños y avariciosos, los esperaba en la entrada.

— André, qué placer, y usted debe ser la nueva actriz Lizzy B — Mencionó el magnate.

Sus ojos recorriendo a Lizz de arriba abajo con una lentitud que la hizo sentir como un objeto.

André Smith, con su habitual sonrisa impecable, tomó la palabra.

— Johan, es un honor, sí, ella es Lizzy B, nuestro nuevo gran talento. Una artista en ascenso, con un potencial... interesante.

Date asintió, sin apartar la mirada de Lizz.

— Potencial, sí, me gusta esa palabra. Por favor, pasen, la merienda está esperando.

Una vez en la sala, Date los condujo a una zona de asientos de terciopelo. La luz tenue del apartamento, combinada con la vista de la ciudad, creaba una atmósfera íntima, casi asfixiante. La pluma se sentía fría en la palma de Lizz ¿estaba arrepintiéndose de aceptar esta misión? O solo era la incomodidad que este hombre le trasmitía.

— Señorita Lizzy —Comenzó Date, con una copa de vino en la mano, sus ojos fijos en ella.

— André me ha hablado maravillas de su... labor, y he visto su trabajo. Hay algo en usted, una chispa, una... disposición que pocos tienen.

Lizz forzó una sonrisa, el estómago revuelto. Sabía a dónde iba esto. André, a su lado, mantenía una expresión impasible, como un guardián silencioso de un trato infernal.

— En Starts, no solo invertimos en talento, señorita —Continuó Date, dando un sorbo a su vino.

— Invertimos en conexiones, y las conexiones más valiosas, las que realmente abren puertas, a menudo requieren una… inversión personal muy particular. Adquisiciones de su calibre no son solo contratos, son... activos que requieren una gestión muy especial.

La última frase, pronunciada con un tono de posesión, hizo que Lizz sintiera el contenido de la pluma mojar su mano y revolviéndole el estómago al mismo tiempo. Intentó mantener la compostura, su mente pensando a gritos: “Está grabando. Natalia, por favor, que sea suficiente.”

Date se levantó y se acercó a ella, extendiendo una mano que parecía demasiado grande. Lizz contuvo la respiración.

— Toma mis credenciales del hospital, usa tus dones de actuación para fingir una enfermedad lo suficientemente alarmante para que un neurólogo te revise.

Lizz esperaba que el plan de escape de Natalia funcionara o de lo contrario… estaría en serios problemas.

La mano de Johan Date se alzó, no para tocarla de forma incomoda, sino para posarse con una posesividad obvia sobre su hombro. En ese instante, Lizz dejó caer la copa de vino al suelo con un estruendo, ignorando el cristal roto. Su cabeza se inclinó de repente, como si una fuerza invisible la empujara. Se llevó una mano a la sien.

— No… no me siento bien —Murmuró, su voz apenas un hilo, pero con un temblor convincente.

— Mi.… mi cabeza…

Sus ojos se desorbitaron, y sus pupilas parecieron dilatarse de forma errática. Parpadeó con urgencia, como si intentara aclarar una visión nublada.

— Veo… luces. Muchas luces. —Sus palabras se volvieron arrastradas, incomprensibles, mezclándose en un balbuceo confuso.

Se llevó ambas manos a los lados de la cabeza, como si quisiera contener una explosión interna. Sus músculos se tensaron, y comenzó a temblar ligeramente.

André, que hasta entonces había sido una estatua impasible, se tensó. De repente, la puerta del lujoso apartamento del millonario se abrió de un golpe seco. Ken Drive, el manager de Starts, quien nadie esperaba ver en el lugar, entró con rostro de preocupación… y de temor.

Sus ojos, que siempre reflejaron una astucia calculadora, ahora mostraban un horror apenas contenido.

Sin dudar, buscó en el bolso de la actriz y encontró unas credenciales que, al presentarlas en la recepción del Hospital Estatal seria admitida de inmediato.

— ¡Rápido! ¡Necesitamos un médico! ¡Esto parece una crisis! Es urgente. Su historial... —Ken no completó la frase, dejando la implicación de un falso historial médico complejo en el aire. Con una autoridad insólita, Ken tomó el brazo de Lizz y la levantó.

Date, por su parte, retrocedió con un gesto de disgusto.

— ¡Pero qué...! ¿Qué le sucede a esta chica? —Preguntó irritado, más por la interrupción que por la salud de Lizz.

Ken no mencionó palabra alguna. Mientras Ken sacaba a Lizz del penthouse de Johan Date, su mente estaba en otra parte, reviviendo el horror que lo había impulsado a irrumpir en el apartamento.

Horas antes, ajeno al drama en el penthouse, Ken Drive se había sumergido a las áreas digitales de Starts, en su propia oficina. Su trabajo no solo se limitaba a encontrar el "físico ideal" para la empresa, sino que también manejaba las bases de datos internas más sensibles. Su tarea actual era optimizar la logística de los nuevos proyectos y buscar los talentos ideales para estos.

Mientras navegaba por archivos cifrados y permisos de acceso restringido, algo le llamó la atención. Un archivo con el nombre "Inventario activos especiales” apareció en una carpeta que debería contener solo contratos de marketing internacional. Curioso, Ken hizo clic.




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