POV. STEFAN.
Han vuelto a encender las luces, pero las alarmas siguen sonando en la búsqueda del depredador.
Todas las salidas de escape están sellada y resguardadas, por lo que nos han dejado encerrados con ese monstruo que quien sabe dónde está o con quien estará.
—Shhh —nos detenemos y como cosa la rara la doctora pregunta:
— ¿Que? —susurra.
—Guarda silencio.
No entiendo cómo es que siendo tan inteligente no está consciente del peligro que corremos con sus adefesios libres.
No aprendió con Virgo y tampoco se le ve asustada por Leo.
—No escucho nada —sigue de impertinente.
Voy a perder la paciencia.
—Detrás de mí—empuño el arma situándola a mi espalda.
Caminó despacio hacia una de las puertas, de donde proviene el grujido y quito el seguro del arma asomando la cabeza.
El almuerzo casi se me sale cuando consigo a la bestia, en cuclillas y debajo de él un cuerpo que aún se movía, se lo estaba comiendo vivo. Distinguí el largo de un intestino siendo absorbido como espagueti.
El sonido que emite su masticar es nauseabundo, el olor del charco de sangres es aún peor.
Siento a la doctora estremecerse detrás de mí, aprieta mi camisa como si eso le diera la valentía suficiente para no salir corriendo.
—Aléjese —intento que retroceda.
— ¡Noo!
No gritó, pero su quejido fue más que suficiente para que la bestia escuchara. Levantó la cara y por primera vez pude ver su rostro.
Es peor de lo que imagine.
Tiene cara humana, melena abundante, dientes de León y todo su pecho está bañado de sangre.
Un auténtico fenómeno.
— ¡APÁRTATE!
Empujo a la doctora mientras disparo a ciegas dentro de la habitación. La bestia salta y atraviesa medio laboratorio tumbando todo a su paso.
Corre hacia la puerta que intento cerrar pero que de un golpe la derrumba conmigo encima. La puerta pesa, y entro en pánico por un segundo sin saber que hacer: concentrarme en la bestia o ver si la doctora está bien.
Termino por vaciar las pocas balas consiguiendo que la bestia por momento caiga al suelo.
¡Le di!
— ¡Stefan! —con todas sus fuerzas intenta ayudarme, pero no logra moverla la puerta ni un centímetro.
Termino por liberarme yo solo y ella no tarda en ver los raspones.
—Deja así —le quito mi brazo—. ¿Tu estas bien?
La doy un escaneo rápido y aunque intente negarlo la mueca de dolor me confirma que se ha golpeado con algo.
Muy delicada, doctora.
—Hay que ir traes él.
— ¡Te ayudo! —se apura en levantarme.
— ¿Tú me ayudas ahora? —mofo.
—Tanto entrenamiento y no te ves en condiciones ni de caminar, yo debería de cuidarte ahora.
—Si quiere cambiamos papeles también —agarro su pequeña cintura—, usted se quita la bata y yo le pongo el arma en la mano.
— ¿Una sin balas, soldado?
Creo que no entendió... pero al menos conseguí que se riera.
— ¡¿Qué carajos hacen aquí!?
El grito del coronel nos sobresalta haciéndome reaccionar.
— ¿Qué? ¿Va a disparar, teniente?
Bajo la pistola de inmediato.
—No, coronel.
— ¿Qué hacen fuera del laboratorio? —cuestiona molesto.
—Buscando a Leo —responde ella.
— ¿Buscando, que? —Se gira hacia mí—. ¿Qué eres estúpido, Stefan? ¡Arriesgarla ante esa bestia, se supone que tenías que protegerla no exponerla!
—Ni siquiera la han tocado, coronel —Defiendo, aun cuando debería quedarme callado.
— ¿¡Y vas a esperar que lo hagan?! ¡Llévala al laboratorio de inmediato, que no salga de ahí! ¿¡Entendió, teniente?!
—Sí, coronel.
—Bien... una vez que la doctora este a salvo no se le es permitido interferir en la operación hasta que encontremos a Leo.
— ¿¡Que?! Pero coronel...
— ¡HE DADO UNA ORDEN!
Tenso la mandíbula.
—Si... coronel.
Me dedica una mirada fría al mismo tiempo que le dice a la doctora escondida a mis espaldas.
—Cuídese.
Con ese tono suena más de amenaza, pero que va a saber ese bruto si esta donde esta porque se casó con una de las hijas de Alexio.
—Usted primero —le señalo a la doctora que empiece a caminar.
Rumbo al maldito laboratorio, rodeada de esos adefesios.
Caminamos de vuelta en completo silencio, ella no levanta la mirada del suelo mientras yo cargo el arma por si la suerte me apañe y estoy cara a cara con el animal.
Ya pude con uno, le dispare a este otro en la pata por lo que pudo darme cuenta, he avanzado más que cualquiera soldado en este operativo y resulta que soy al único que dan de baja.
Al único que sirve y tiene las bolas de acabar con esos monstruos.
—Grrr —se oye un eco.
— ¿Qué... qué fu—fue eso? —tartamudea.
El mismo rugido de hace poco.
—Está cerca —aviso.
Rápidamente consigo meterla dentro de la primera puerta que veo.
— ¿Qué haces? —chilla.
—Guarda silencio y no salgas.
—Stefan.
Que ganas de obligarla a callar.
Cierro a puerta y empuño el arma.
Sigo escuchando el rugido.
Avanzo sin apartar la mirada de la doctora que asoma la cabeza.
Me detengo en el cruce de pasillo. Quito el seguro, listo para disparar, enfocándome en la cabeza.
No volveré a fallar.
Echo un vistazo a mi objetivo y me encuentro sin cómo proceder al ver a la bestia siendo atendido por una niña.
¡Se la va a comer!
—Tu patita está lastimada —habla con una dulce voz—. ¿Te duele?
El monstruo le gruñe, pero no de una forma amenazante.
¿De dónde mierda apareció esta escuincla?
—Tshh —intento captar su atención, pero ni me pilla.
No puedo disparar hasta que esa niña se vaya. Se le ve tranquilo con ella y estaría en riesgo si se da cuenta de mi presencia y reacciona con ella en medio.