De pronto, sintió que un rayo eléctrico lo impactaba en la cabeza, como un rayo concentrado de migraña. Sin tener control de su motricidad, acelero a fondo, giro el volante y colisiono con el auto de la chica rubia.
Con las manos temblorosas y llenas de sangre abrió la puerta, salió, escupió sangre mezclada con restos de vidrio. El auto de la chica estaba destruido. Sobre el volante la cabeza inerte de la rubia. Se acerco, quito la puerta desmontable y levanto con ambas manos a la chica. Tras alejarse unos metros de la escena, Riley la recostó. Aparto el pelo de la cara para que pudiera respirar.
Su quijada había sido arrancada, solamente pendía de un ligero músculo en un lado. Sobresalía una fila de dientes rotos y ensangrentados. Un ojo de la chica estaba perforado grotescamente con una astilla de parabrisas. Era un mar de sangre. Un profundo mar de sangre.
Riley vomito.
Segundos después estaba de nuevo en su automóvil. Acababa de encender la luz verde del semáforo. No avanzo. Estaba temblando, gotas pequeñas de sudor corrían por su cara. Acababa de experimentar una emulación de accidente. Aquella sensación era brutalmente real, horror y angustia humana perfectamente emulados, todo en segundos. El vomito sí fue real. Riley apoyo la cabeza en el volante. Comenzó a llorar. Aquello fue solo el inicio de su condena.
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Editado: 23.02.2024