Samantha Friston tenía solo veintitrés años cuando se graduó de la academia de policía en su natal Manantos. Hasta entonces la chica no había hecho más que cubrir algunos robos e investigar las desapariciones de algunos perros que eran posteriormente hallados y devueltos a sus dueños. Pero cuando el primer y aparente suicidio se presentó, Samantha decidió que quería participar en el caso y hallar las respuestas que, si bien no calmarían el dolor de los familiares, sí conseguirían darles un respiro de justicia. El problema con Samantha es que casi nadie de sus compañeros, muchos de ellos veteranos, la tomaban en cuenta.
Era ahora o nunca para que Samantha se abriera sus propios caminos, y para que los que alguna vez la criticaron, cerraran la boca. Ella cambiaría la perspectiva que la gente de Manantos tenía al ver a una mujer, joven, rubia y parlanchina, laborando en un mundo de hombres.
—Entonces ella me comentó que usted podría ser una buena fuente de información y que yo podría aprender mucho de usted porque eso sería mi herencia y no me refiero a que usted se vea obligado a heredarme nada ni nada por el estilo pero lo que yo he venido muy atenta amable y un poco cariñosa solo espero que no sea tanto es a…
—Señorita F. ¿podría detenerse? Me está mareando con tanta verborrea y al final no me está diciendo lo que ha venido a decirme —los ojos del imponente agente Richard, leyenda en los casos policiacos, expresaban una avalancha de irritación. Si Samantha continuaba, el agente terminaría con un severo dolor de cabeza.
La joven lo observó, tomó aire y exclamó:
—Quiero pedirle que me deje trabajar a su lado para resolver este caso.
—¿Eso era todo lo que necesitaba decirme?
—Sí, señor.
—Está bien, mi respuesta es no.
—¿Qué? ¿Por qué? —la oficial le mostró todas las carpetas que llevaba a cuestas—. Me he preparado, he investigado y releído todos los artículos del caso. De verdad quiero llevar estos asesinatos…
—¿Asesinatos? —Richard la encaró y en sus ojos se reflejaban años de experiencia cruda— En qué se basa, señorita F. para decir que fueron asesinatos cuando usted misma las vio lanzarse al vacío.
Samantha comenzó a temblar. ¿Acaso Nancy le había mentido?
—Yo… Bueno, yo…
—Estoy esperando una respuesta, señorita F. Créame que si esto se tratara de disparar, por su larga reacción ya estaría muerta. Conteste.
—Yo… señor agente, la última de las victimas pronunció el pronombre él, así que he de suponer que se estaba refiriendo a un… hombre. Una segunda persona. Independientemente de eso, la autopsia señaló la existencia de tortura, y si esa persona persuadió a las víctimas para que se suicidaran, entonces es… ¿un homicidio?
—¿Me lo está preguntando o me lo está afirmando?
Samantha dudó, pero al final decidió responder:
—Se lo estoy afirmando, señor.
El agente Harris se levantó, volvió a encararla, y aunque su tono sonase como una telaraña de seriedad, para ella significó el mayor de los cumplidos.
—Veo que ha prestado atención a su entrenamiento, señorita F.
La mujer se ruborizó. Más tarde le agradecería a Nancy por la información.
—Quiero advertirle una cosa, y no porque me importe, sino porque es mi deber como agente al mando, velar por el bienestar y la integridad de mis policías. He releído varias veces el pre-perfil de este ignoto, y le aseguro que no se parecerá en nada a ninguno de los casos con los que usted seguramente ha trabajado. Estamos hablando de un depredador, alguien que tiene una capacidad impresionante para manipular y no dejar evidencias de ningún tipo. En otras palabras; de alguien realmente peligroso que no sabemos cómo reaccionará si se llegara a sentir acorralado. Por lo tanto, si usted piensa anexarse a esta investigación, deberá tener sumo cuidado y nunca bajar la guardia. Porque si a usted le ocurriese algo, yo también me vería afectado. ¿Entendió?
—Completamente.
—Bien.
—¿Señor?
—Dígame, señorita F.
—¿Cree que se trate de un psicópata?
—Podría ser —Richard regresó su atención a los expedientes que ya había comenzado a leer—. No tenemos mucha información de él, por lo tanto no puedo darle un perfil en específico.
—No me importa lo que sea, tomaré este caso y llegaré hasta las últimas consecuencias para encontrar respuestas.
Harris suspiró, no dijo nada pero su gesto detonaba una seriedad mortal.
—Agente Richard.
—Dígame, señorita F.
—¿Usted también piensa que fueron homicidios?
El hombre la miró.
—Totalmente.
—Pero… ¿por qué piensan que los suicidios se cometieron por lo que él les dijo? —Richard levantó la mirada, de repente pareció estar interesado—. A lo que me refiero es, quién asegura que ellas se suicidaron por lo que él les dijo, en lugar de lanzarse por la humillación que su secuestro les traería a sus familias. No fue una decisión coaccionada, sino tomada para escapar de la vergüenza.
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Editado: 21.11.2024