- FANNY -
Por más estúpida que me sintiera sabía que lo que había hecho estaba bien, solo debía aprender a no arrepentirme.
Cuando Tina y el pequeño de Sam cruzaron por la puerta el día se me hizo un poco más ligero, me divertía con ellos. Y más aún con el gran trío que hacían Sammy, Lucy y Theo. Los chicos se fueron directamente hacia la habitación donde empezaron a jugar mientras Tina hacía de comer.
Pero un tema en particular, que sacaron de la mismísima nada, me interesó de sobremanera.
Yo estaba sentada, de piernas cruzadas sobre la cama con mi vista fija en la ventana que me permitía ver el paisaje de casas y una parte del gran lago que se encontraba a unos cuantos metros de la casa por la parte de atrás. Sammy y Theo jugaban con la play a un juego que, según yo, parecía de lo más aburrido. Y Lucy compartía mi opinión ya que estaba ensimismada en su hoja y crayones en el escritorio.
— Theo ¿Te acuerdas de la vez que Megan Smith fue a tu casa? — Preguntó la pequeña.
La observé detenidamente asombrándome del gran paso del tiempo sobre ella, en realidad sobre todos. Menos en mí.
— Sí, ese día mi hermano no volvió a casa — El juego fue pausado y Sam lo miró detenidamente — Mamá estaba muy preocupada, suele comerse las uñas cuando sabe que Richard se metió en problemas.
— Esa misma noche vi a alguien por esta casa — Lucy dejó su trabajo y miró a los chicos.
— Mi hermano y sus amigos se quedaron a dormir una noche — Comentó de repente Sam con los ojos abiertos de par en par — Me acuerdo que esa noche se escucharon demasiados ruidos, cuando vi por la ventana del corredor un hombre salió corriendo y desperté a mi papá.
— ¿Saben quién era ese? — Preguntó Lucy misteriosa, mi lengua paso por mis labios e hice mi mayor esfuerzo pensando como ella podría saberlo.
— ¿Richard? — Preguntó asustado Theo, mi sangre se heló y mi respiración se agitó — ¿Qué iría a hacer aquí?
— No lo sé, pero te puedo asegurar que el auto de su padre fue el que lo dejo aquí — La niña se paró de su asiento y los miró a los ojos a cada uno, el aire estaba totalmente tenso — Me parece que tu hermano, Sam, está metiendo sus narices donde no debe — Ella se arrodilló en frente del niño — Hay que pararlo antes de que termine con el mismo final que Fanny.
Me paré y corrí hacia afuera eufórica por la nueva información, por un momento me había olvidado completamente de mi condición y también de que ya no hablaría nunca más con Jake. Me frené al borde de las escaleras. No tenía a quien hablarle, tampoco debería interesarme el tema. Ya había solucionado la inseguridad con la que corrían los tres chicos, si ellos no investigaban todo estaría bien.
Mi respiración iba demasiado acelerada y tuve que agarrarme de las paredes para mantener el equilibrio, la piel contra la madera fría me dio escalofríos e incluso se sintió húmedo y rugoso. Miré hacia mis manos y me di cuenta de lo que estaba haciendo, jamás traspasé la pared como debería haberlo hecho. Me encontraba firmemente agarrada a ella.
Reí de júbilo, cierto nerviosismo se prendió en mí al no saber el significado de aquel suceso. Primero Jake podía verme y escucharme, tuve ciertos poderes que trataba de no utilizar para que no salieran del control e inclusive para que nadie se asuste por ver volar objetos de un lado al otro. Ese mismo día Dylan me había podido escuchar perfectamente, pero lo había echado. Por supuesto. En mi cabeza no había sido retenido aquello y tampoco había querido hacerlo.
Pero ahora era muy diferente, no podía simplemente frenar todo tipo de sentimiento que se acumulaba en mi interior. El miedo subía a mi pecho arrebatándome la felicidad que me había dado ¿Esto quería decir que podrían verme? Sacudí mi cabeza y caí al suelo con un gran ruido, retuve mis lágrimas a más no poder y acaricié toda superficie cercana a mí. Mis manos temblaban y mis pies ya no me respondían. Al igual que mi corazón se desbordaba por la boca con tanta lluvia de latidos fuertes y estridentes.
¿Volvería a vivir?
— No — Susurré.
No debía de darme esperanzas, pero ¿Qué más podía hacer? Mi pelo volvía a tener movimiento ante la pequeña brisa que recorría los pasillos y se escapaban por las ventanas para volver a entrar nuevas. Me había olvidado lo que realmente significaba la palabra vivir. La asociaba directamente con tener sentimientos puros y de felicidad, sentimientos que no destrozaran. Pero eso solo era una pequeña parte del gran mundo que había perdido. Sentir en la piel el simple roce de la madera astillada era algo digno de no olvidar.
Me paré como pude y bajé las escaleras haciendo un pequeño ruido ante el peso de mis pisadas en los escalones, me agarré de la baranda como tantas veces había querido hacer y no lo había logrado. Esta vez llegué al piso con la espalda derecha y el mentón arriba, orgullosa de mí misma. Orgullosa y feliz de poder hacer lo que hacía. Caminé los pocos pasos que me separaban de la puerta principal y tomé la perilla haciendo que mi cara, inevitablemente, se llene de lágrimas ¿Hace cuánto tiempo no abría una simple puerta de madera? Giré el pomo y abrí delicadamente haciendo que el viento abrace mi cuerpo y pueda volver a sentir como era tener frío. Mis pies descalzos tocaron la fría acera de la calle y para ese entonces mi pelo y vestido volaban libremente, sin control alguno. Tanto que hacía sentirme libre.
Mis pasos fueron temblorosos hasta llegar al medio de la calle, empecé a reír sin poder evitarlo. Extendí mis brazos y di un gran giro sobre la graba sin darme cuenta como mis pies eran lastimados por las pequeñas piedras que se encontraban allí, mi pelo bailó con el viento y se enredó en mi rostro dejándome sin ver. Miré al cielo y cerré mis ojos sintiéndome como si fuera otra persona, sin que la casa tenga aquellas cuerdas amarradas a mi alma.
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Editado: 05.08.2020