- FANNY -
Miedo. Ese es el primer sentimiento que invade mi cuerpo completamente, haciéndome temblar como si hiciera frío, pero también transpirar como si en la Tierra estuviera ardiendo el infierno. Y yo creo que, en realidad, lo estaba. Locura fue el primer pensamiento que tuve después de haber estado vaya uno a saber qué tanto tiempo con la mente en blanco, tenía miedo de estar loca. Pero por último la pesadez de mis ojos, mi cuerpo finalmente relajado después de haberlo dejado tan tenso me pasó facturas. El agotamiento tanto físico como mental me llevaron a cerrar mis ojos y descansar en la cama de Jake.
Es ahí cuando me di cuenta de que el infierno no estaba en el mundo de los vivos, ni mucho menos en el de los muertos. El infierno se encontraba en mis pesadillas.
Sea el lugar que sea estaba a oscuras, tal vez era de noche o tal vez en la habitación no entraba ninguna luz. Al principio pensé en haber despertado en la cama de Jake en la que su perfume y sus suaves sábanas te infundían una sensación de paz y confianza. Tal y como los brazos de su dueño. Pero para mi estupor yo estaba acostada sin poder moverme, debajo de mi cuerpo la picazón comenzó a molestar y en un intento desenfrenado por mover mis extremidades solo logré mover levemente mis dedos. Tal vez solo lo imaginaba. Mi corazón comenzó a latir muy fuerte, lo sentía penetrando mi cabeza y eso logró que mis oídos comenzaran a zumbar.
Respiré hondo tratando de llenarme de calma. El aire frío no hizo más que llevarme escalofríos intensos a lo largo de mi cuerpo, el ambiente se sentía condensado y apenas respirable.
A lo lejos una puerta rechinó para luego resonar por toda la habitación con el golpe. Se escucharon pasos, uno tras otro más inquietante. Para cuando escuché una tos fuerte me di cuenta de que no reconocía absolutamente nada del entorno. Esta no era la casa de los Maxwell. Y esa tos ronca de hombre solo me llenaba de miedo, el sujeto parecía que se iba a ahogar con su propia saliva. Como si los años y la mala vida entre cervezas y cigarrillos le pasara factura en esta etapa de su vida.
El olor a puros lleno mis fosas nasales. Tal vez ese fue el primer destello de reconocimiento pero en vez de relajarme solo hizo tensarme, en mi cabeza estallaron muchas imágenes pero una se quedó alojada en mi cerebro haciendo que el dolor de cabeza me hiciera largar un gimoteo.
Los sonidos cesaron de repente, intenté ver algo en aquella lúgubre visión pero me di cuenta que ninguna lámpara estaba apagada. La habitación no tenía las ventanas selladas. El único problema que había es que yo jamás había abierto los ojos.
Los pasos se hicieron escuchar cruzando toda la habitación, tardé en darme cuenta que el sonido en realidad venía desde arriba. Podía imaginarme el techo de madera viejo y vencido por los años doblarse levemente a cada paso. Una perilla sonó destrabándose y las bisagras de una puerta gritaron escandalosamente por la habitación. Una escalera separaba aquel tramo entre donde estaba yo y donde estaba aquel hombre, el repiqueteo de sus zapatos en la escalera fue tenso pero decidido. Para cuando terminó de bajar podría decir que mi alma se fue del cuerpo, aunque eso ya no era técnicamente posible.
Conté los segundos que pasaban sin que el hombre hiciera nada, al parecer no se encontraba muy a gusto para acercarse hasta mí. La tos volvió pero en menor escándalo, intenté abrir mis ojos pero estos seguían sellados. Para cuando la calma volvió los pasos se volvieron a escuchar gracias al crujir de la madera, parecían muy bien espaciados y controlados. Como si el suelo se fuera a venir a abajo en cualquier momento.
Una voz se escuchó a lo lejos, como si alguien llamara desde afuera de una casa y yo estuviera en una habitación muy alejada. El bello se me erizó. No le encontré sentido a lo que dijo y mucho menos pude prestarle atención, más bien todos mis sentidos estaban en el hombre que se encontraba a tan solo unos metros de mí. Para mi consuelo este regresó en su camino algo apurado, como si lo hubieran atrapado en un acto peligroso.
Volví a respirar con más normalidad pero para cuando las voces arriba se intensificaron y aclararon mi mente vagó haciéndome dar tumbos en mi estómago.
Para cuando pensé que había logrado reanimar mi cuerpo y abrir los ojos la habitación volvía a ser la misma en donde me había dormido, la cama de Jake seguía debajo de mí. La noche ya estaba dejando ver a una Luna intensa y brillante.
No entendía lo que había ocurrido ¿Acaso los fantasmas podíamos soñar? Realmente ya no me sorprendía nada más pero aquel olor a puros seguía haciendo picar mi nariz de forma desagradable, suspiré. Tal vez estaba bien físicamente pero dormir solo hizo que mentalmente estuviera más destruida.
La puerta de la habitación se abrió haciendo que me siente en mi lugar alarmada, la cara de Jake solo hizo que volviera a calmarme. Por un segundo pensé que la señora Maxwell me encontraría durmiendo allí y una gran tormenta se desataría en la casa.
— Perdón — Dijo el algo apenado, cerró la puerta tras de sí y me miró — No quise despertarte.
— Ya lo estaba, tranquilo — Le di una sonrisa de lo más rota — Solo pensé que serías otra persona — Doblé mis piernas y me acomodé un poco el cabello, Jake se sentó delante mío con la mirada perdida hacia la pared de enfrente — ¿Qué ocurre?
Tardó en responder, parecía indeciso.
— Creo que tu amiga Lucy puede saber algo — Me comentó, fruncí el ceño en señal de ignorancia — Dylan tuvo la brillante idea de hablar con ella porque era tu mejor amiga, pensó que debiste de haberle contado algo.
— ¿Y? — Pregunté — ¿Qué ocurrió?
— Primero mi madre me regañó por haber secuestrado a mi hermano y a la vecina — Enumeró él con su dedo índice — Luego Lorena Backs parece desquiciada, me gritó — Dijo indignado — Y por último su hija me advirtió que no me metiera en sus asuntos ¿Con quién se cree que está hablando? ¡El mayor aquí soy yo!
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Editado: 05.08.2020