Puerta dimensional

Capítulo 9. El falso testimonio

Archivo N° 329. Inciso 26. Esta grabación formará parte del registro del testimonio de la víctima de asalto a mano armada, de nombre Mariana Ramírez Delvalle, Cédula de Identidad número 302587, redactora independiente, quien recibió un disparo de procedencia desconocida y afectó parte del abdomen, sin dañar algún punto vital.

Los agentes que la espiaban estaban observando la grabación del interrogatorio que le hicieron a Mariana luego de su recuperación. Había algo que no cuadraba: ella aseguraba haber sido víctima de un asalto, pero logró escapar y se refugió en el baño, contradiciendo a los testigos que aseguraron verla ingresar al baño completamente ilesa. También había dicho que la dispararon, pero la herida que recibió no era producto de un disparo de arma de fuego común. Era como si la hubiesen atravesado con una lanza de punta ardiente. O con un láser.

¿Pero qué clase de asaltante común usaría un arma de rayo láser? Solo podía ser alguien que fuese lo suficientemente excéntrico como para portar armas ilegales. O simplemente sería alguien que tuviese una estrecha relación con el meteorito rosado.

La policía interrogó a Mariana, a la mujer que llamó a la ambulancia y a todos los que entraron y salieron del baño durante la media hora en que la joven permaneció encerrada ahí. Unos cuantos recordaban haber visto su puerta del cubículo cerrada. Incluso unos cuantos golpearon para percatarse de que había alguien ahí. Pero nadie sospecharía que había una mujer herida en su interior. Un grupo de adolescentes recordaban haberla visto entrar. Llevaba un vestido llamativo y desearon ser así de elegantes cuando fuesen adultas. Pero no recordaban haberla visto con herida alguna. Estaba completamente ilesa.

Mariana se sentía agotada después del interrogatorio. Acababan de darle el alta después de dos semanas de estar internada y semiinconsciente. Durante ese lapso de tiempo, creyó haber visto a su hermano visitarla, por más que no se hablaran hace años. Cuando despertó completamente, se topó con un ramo de flores y una esquela que decía: “Recupérate pronto. Tu familia te echa de menos”

Sin embargo, aparte de la alucinación de su hermano, no vio a nadie más de la familia.

Sabía que perdió el contacto con ellos por propia voluntad, pero al menos esperaba un poco de interés por su estado. Quizás una visita, un apretón de manos. Pero nada. Solo era ella, el suero y la habitación vacía, mientras sostenía un ramo de falsas alegrías.

Dos agentes policiales la visitaron el día después de recuperar la conciencia. Le habían hecho algunas preguntas y ella solo les dijo que sufrió un asalto. Pero como su declaración se contradecía con la de los testigos y las cámaras de seguridad del shopping no detectaron a nadie sospechoso, decidieron someterla a una interrogación. Durante la grabación, ella perdió el control y reclamó:

  • ¡Me tratan como la victimaria cuando fui la víctima! ¡Ya les dije lo que sabía!
  • Tranquila – Le pidió el agente que la interrogaba – Solo queremos que nos facilite la descripción del asaltante. Alguien más podría resultar herido. O peor aún, muerto.
  • Se cubrió la cara y llevaba capucha. No pude reconocerle nada. ¿O acaso creen que tengo visión de rayos X como Superman? - Respondió Mariana, con sarcasmo.

Tanto el agente policial como el abogado que respaldaba a Mariana, se encontraron en un callejón sin salida.

Al final la dejaron ir, no sin antes hacerla llenar un formulario en que se comprometía a asistir a otra interrogación o a una identificación de sospechosos en algún caso similar.

Cuando se marchó, el agente policial tomó su celular, marcó un código directo y, cuando fue atendido, dijo:

  • Detective Sergio, vigila a esa joven. No la pierdas de vista.

Hiro, Sorlac y Jaun se encontraron delante del edificio “B”. Aún no aparecía Mariana.

Sorlac les narró lo ocurrido y, desde esa vez, todos los días ingresaban a la “Puerta dimensional” con la esperanza de verla de vuelta. Pero nada. Por un instante temieron lo peor y, poco a poco, sus esperanzas de que la joven lograra salvarse, disminuyeron.

  • Todo es mi culpa – Dijo Sorlac, desanimado por no verla – Si no hubiese bajado la guardia, ella seguiría aquí con nosotros.
  • No te pongas así, amigo – Le dijo Jaun, dándole palmadas en la espalda – Ya verás que pronto regresará y volveremos a ser los de antes.

Durante ese tiempo, Hiro se tornó callado y meditabundo. Tenía un mal presentimiento y algo le decía que ella también era perseguida por esos extraños sujetos. Volvió a verlos apenas ingresó a la secundaria, por lo que se vio forzado a unirse al club de kendo por si le llegase el día en que tuviera que defenderse de ellos. Aunque por otro lado, estaba seguro de que eso le daría ventaja para sus luchas en la “Puerta dimensional”. No quería ser una víctima de vuelta.

Tenía tantas ganas de contactar con ella en el mundo real, pero sabía que eso sería peligroso. Asthar no lo recomendaba. Debía idear un plan para lograr contactarla en su mundo sin levantar sospechas.

Y mientras pensaba en Mariana, un grupo de quince científicos los sorprendió y los rodeó.

Hiro, Sorlac y Jaun se protegieron las espaldas y alistaron sus propias armas.

  • Dennos sus transmisores. ¡Ahora! - Les ordenó el que parecía ser el líder. Llevaba los cabellos recogidos en un rodete y un sobretodo de color negro, contrastando con las batas blancas del resto.
  • ¿Creen que no pensábamos que pasaría esto? - Les preguntó Sorlac, confiado – He creado un escudo protector invisible que nos protegerá de sus disparos. Si dan el tiro, rebotará hacia ustedes.
  • Pero nosotros tenemos un sensor anti escudo – Le respondió el líder, mostrándole una sencilla vara de color gris – Con esto desactivaremos las funciones de ondas protectoras y estarán completamente expuestos.
  • ¡Entonces atacaremos! - Gritó Jaun, sacando una especie de rifle capaz de disparar tres rayos láser de alta intensidad.




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