Capitulo 1
Así como las sensaciones, como las expresiones, como los sentimientos que cambian y se describen tan diferentes, así tal vez era la vida. Con distintas paradas, con diferentes puntos, cada uno ofreciéndote algo distinto, observando con precisión que tomabas, en alguno de los casos, para no decir la mayoría de las veces, no podías elegir, simplemente te tocaba y ya. Te quedabas con eso sin ponerte a pensar si había alguna otra opción oculta que no llegaste a ver, que no te esforzaste en encontrar y piensas que tal vez fuese peor de lo que te estaba pasando, porqué siempre hay algo peor ocurriendo.
¿En qué punto estaba ella?
En ese punto de la vida, que sientes que estas sola, que sientes como todo a tu alrededor sigue un rumbo doloroso y cruel, que al sentir todas esas cosas, caes en la conclusión de que no sientes nada. Es triste, muy deprimente. Porque te despiertas con toda la intención de que tu día sea maravilloso, sea diferente, con la ilusión de que algo está por suceder que cambiará totalmente tu vida, pero, tristemente nada ocurre. Y eso hace que vuelvas a caer en la horrible sensación que no parece querer soltarte. No sabes que hacer, tienes un propósito, una meta, pero eso acaba siendo una triste rutina, que ya conoces y la cual no parece querer cambiar, o por lo menos ponerse más interesante.
Maya creía que todo en su vida, por así decirle, ya había ocurrido. Que ahora había caído en una interminable rueda que no parecía querer detenerse, pero que para nada tenía un sentido.
Ya no creía en eso de que la vida tenía sorpresa. Era una fiel creyente que la vida era cruel, y que debías de ser fuerte, pero nada más.
Ahora se encargaba de seguir fielmente su rutina, o su meta, de cualquier manera, debía seguir ya que era lo que la gente hacia y al parecer, era feliz con eso, o eso se encargaban de demostrar.
—Es el nuevo socio del señor Marcelo, pero dicen las malas lenguas que es un corrupto.
Maya comía en silencio, mientras sus compañeras de trabajo hablaban sin parar del mismo tema, tema de ya hace más de una semana entera.
—No creo eso. —Kailey se rió de la ingenuidad de Sofía. —Creo que es un joven con suerte nada más.
Sofía sofocó un grito exagerado.
—¡¿Suerte?! —exclamó haciendo que las miradas de las personas en las demás mesas cayeran en ellas. La joven ni se disculpó por ello. —Eso no es suerte. Eso se llama ser corrupto, tiene veintiocho años, ¡Dense cuenta!
Maya dejó el tenedor en su plato de golpe.
—¿Y a nosotras que nos da? —preguntó sin esperar una respuesta. Estaba cansada de lo mismo, pero Sofía era así, cuando tenía un tema en la cabeza nadie se lo sacaba, era preferible arrancarle la cabeza. —No deberias andar por ahí afirmando esas cosas de la gente.
—Y mejor que Henry no te escuché decir eso, me contó que todos esperan que lo recibamos bien. —Kailey dijo con una sonrisa en dirección a Maya.
Sofía negó repetidas veces, su cabello rubio ondeando en el proceso.
—Siento que ese hombre traerá problemas, y yo nunca me equivoco.
Maya rodó los ojos ante ello, también era típico de la rubia. Creía firmemente que contaba con alguna clase de poderes que la hacían ver lo que ocurriría a corto plazo, pero eran cosas tan obvias que hasta un ciego acertaria.
-Deberías sentir el llegar más temprano para que le tengas los papeles en orden a la señora Marielena. Eso nos ahorraría tantas molestias.
Esta vez fue Maya la que rió con fuerza sin notar la molestia en los demás. Sofía las fulminó sin verle la gracia al asunto.
Maya no se quejaba, pensaba que tal vez las cosas pudieran salirle peor y agradecía constantemente por la fuerza de voluntad que había tenido. La manera en la que había superado cada cosa, y las oportunidades que le había brindado la vida.
Antes de ello, de ese momento tan traumático, se pudiera decir que su vida era color de rosas, de alguna manera. Padres, estudios, amor, pero todo se había convertido en nada, por precisamente, hechos de la vida.
Y ahora estaba allí, sola, trabajando y estudiando las horas que debería dormir, pero eso sí, muy agradecida.
Después de que acabaron el almuerzo cada una fue a su lugar.
Maya tomó su lugar, trabajaba como secretaria del señor Marcelo, vicepresidente de la empresa de exportación de autos, desde hacía más de tres meses. Le estaba tan agradecida, era una empresa muy solidaria ofreciéndoles trabajos a los estudiantes, ella, al igual que Sofía y Kailey debían pagar su carrera, y esa oportunidad pocas veces ocurría, y menos al saber que había rechazado una beca.
Pensar en eso hizo que sus ojos se llenarán de lágrimas, pero se obligó a olvidar con rapidez, eso no la ayudaría para nada, sólo la atormentaria y se juró a sí misma que nada ni nadie la desenfocaria de su objetivo.
—Maya. —el señor Marcelo habló delicadamente desde su puerta. Era un hombre mayor, muy respetuoso y honrado. Simplemente el mejor jefe que le pudo haber tocado.
Marcelo Capalli, por lo que tenía entendido era un hombre que heredó la pequeña empresa de su padre y la volvió todo el Imperio que hoy en día era, padre de dos hijos igual de entregados al negocio que él y una esposa que lo dejo por alguien más joven, una historia muy corta que se paseaba de esquina a esquina por las oficinas, era un hombre muy rico y alejado de los escándalos, eso era algo totalmente admirable.
—Dígame. —dijo ella obligando a sus pensamientos a quedar fuera del lugar.