Capitulo 21
No quería pensar en el dolor, no cuándo era lo único que conocía desde hacia un tiempo ya. No en ese momento en dónde cometía cada acto que la guiaba de forma eficaz a cualquier estupidez que terminara en dolor. No así.
Una total estupidez, así se sentía después de besarlo. Porque no lo negaba, volvía a caer, volvía a recordar y volvía a sufrir. ¿No lo notaba? O tal vez era un ser masoquista que volvía por más luego de que la dejaran sin fuerzas en medio de una tormenta que amenazaba con destruirla, con llevarse todo de ella.
Se juraba que no iba a tolerarlo más, que no iba a permitir que la humillara, que se riera de ella, que la despreciara.
Y ahí estaba, con la garganta seca y un nudo en el corazón. Viendo como en silencio terminaba de vestirse sin decirle nada, sin dirigirle siquiera una mirada.
¿Era eso cruel? ¿Demasiado? Desde siempre sólo quiso ser amaba, tener una linda relación y algún día llegar a tener una bonita familia, ¿estaba eso mal? No lo creía. Aunque comenzaba a creer que algo tenía que estar mal con ella para que la vida se encargará de hacerla sufrir tanto y tan constantemente.
Ni siquiera la miraba, ni le dijo nada y todo en ella comenzó a temblar de rabia, queriendo tirarle cualquier cosa para hacerlo reaccionar, aunque sabía que sería inútil.
¿Qué podía decirle ella? Creía que nada. Es decir; él había llegado a su casa y ella lo había aceptado. No fue violación, no era que ella no quiso o que puso alguna resistencia. Sabía perfectamente que algo así podía ocurrir y lo estaba viviendo.
Aún así se planteo en tomarle el brazo cuando este lo había presionado en el colchón para luego levantarse, en un intento de llamar su atención, sin embargo, no lo hizo. Él con voz ronca y mirando la puerta con intención de destruirla con la mirada, habló:
—Mañana iré a primera hora para que me informes todo lo que ha pasado ésta última semana. —dijo una vez pasado sus manos por su cabello en un intento de peinarse.
Sólo eso. Como si no hubiera pasado nada entre ellos minutos atrás, como si no acabarán de retar al mundo de la cordura con el acto más loco en sus vidas, como si no quisiera ni verla luego de no dejar de tocarla, acariciarla y besarla con fuerza. No había duda de que Dimitri era un total idiota y cada día se encargaba más de hacerlo notar.
Sus movimientos eran rápidos, queriendo irse cuando antes del lugar, dejándola sola de nuevo. Así que de sus labios salió lo primero que se le pasó por la cabeza. No supo por qué, ya que internamente también quería que se fuera, o tal ves no. Igual no lo medito mucho sólo lo soltó.
—Renuncio. —susurró mirando su amplia espalda tensarse.
Eso hizo que el hombre la volteara a ver con dureza.
—¿Qué? —soltó con brusquedad.
Maya suspiró antes de cerrar los ojos por unos segundos.
—Dije que renuncio. —se sentó en la cama tratando de obtener una postura menos humillante. Aunque estando sin ropa frente a un hombre de metro noventa vestido con más dinero del que ella ganaba en un año, era imposible no sentirse humillada.
—No seré más tu secretaria.
—¿Renuncias? —la observó fríamente mientras Maya se cubría con las sabanas lo más que podía. Noto que le observaba con furia los labios, conteniendo sus impulsos y eso hizo que en el cuerpo de Maya entrara un aire de victoria. Le afectaba, y más de lo que él sería capaz de admitir. —Aunque no quieras trabajar bajo mi contrato tienes el contrato de Marcelo y debes cumplirlo.
Maya se rio sin gracia y eso lo sorprendió mucho más de lo que imaginaba, ¿se burlaba de él?
—Tú mismo me dijiste que ese contrato quedaba anulado. Que era un despido prácticamente. —se posicionó frente a él haciendo puños a la sabana que la cubría. —Así que no debo cumplir nada.
—Que tú seas tan ingenua para creer que un contrato laboral se rompe así de fácil es tu problema, pero la realidad es muy distinta. —le dijo pegado por instinto su cuerpo al de ella, Maya dio un paso atrás por reflejo, más no por miedo. —No puedes dejar el trabajo, necesitas el dinero.
Ella negó con lentitud.
—Eso no es asunto tuyo, y si que dejaré el trabajo—afirmó con una mueca burlona. —Sólo te estoy informando.
Pero la mente de Dimitri era muy rápida, inteligente y asombrosamente convincente. Por algo estaba dónde estaba, y sabía aprovecharse de eso.
—Te apuesto a que ni siquiera leíste bien lo que firmabas. —quedó a centímetros de su boca regalándole una sonrisa que a Maya le pareció sincera. —Yo si lo hice, así que sé de lo que hablo. Ésta semana trabajaste bajo su contrato ¿me equivoco? —él negó sin esperar respuesta. —En realidad para yo proponerte otro contrato debo esperar o que se te culmine el que ya tienes, así que esperaremos tranquilamente el tiempo que falta.
—¿Qué coño? —dijo una muy confundida Maya. —Sólo es un contrato laboral, no es la gran cosa, el señor Marcelo no tendrá inconvenientes en cancelarlos.
—Claro. ¿Y yo retiro mi inversión después de eso? —le preguntó con una sonrisa. —No tendrá inconveniente con eso, ¿verdad?
—¡Eso no se puede! —los ojos de Maya lo fulminaban mientras la furia crecía cada vez más. —No tienes ni idea de cómo va el asunto, sólo estás regalando dinero por ahí.
—Pará eso te tengo a ti, para que me expliques. —le sonrió más ampliamente. —Así que nos vemos mañana.
—¡No! —gritó cuando lo observó abrir la puerta como si de su casa se tratara.
Antes de salir se había acercado a ella con rapidez mientras le tomaba con una mano sus mejillas como si fuera una niña pequeña. Trató de alejarse pero los ojos azules la observaban muy fijamente.
—Es lo que te conviene Maya. —junto su rostro hasta casi rozar sus labios.
—Así que duerme lo que resta de la noche, te pones guapa en la mañana y nos vemos a la misma hora. —luego dejó un leve beso sobre sus labios antes de que Maya se soltara con furia.
—¡Eres un imbécil! —le gritó mientras lo veía marcharse sonriendo.
El silencio de la habitación la abrazo y por instinto corrió a su cama con rapidez. Su olor seguía ahí, en ella. Tiró las almohadas lejos de ella con la ingenua idea de que se fuera, pero fue en vano, lo seguía sintiendo y estaba segura que no podría cerrar los ojos para descansar lo que quedaba de noche.
Así había ocurrido. Maya está ahí con unas ojeras inmensas luego de no haber logrado dormir nada más. Sirviéndose un café frente una Kailey sonriente que la miraba de manera acusadora.
—Ni empieces que ganas de golpear a la gente no me faltan. —dijo dando un sorbo de su bebida.
—No iba a decir nada de nada. —sonrió con complicidad. —Sólo quiero un café, igual que tú, que se ve que lo necesitas. —lo último lo susurró con una complicidad que le dieron ganas de gritar.
Y estuvo apunto de hacerlo, de gritarle y sacar todo de ella, pero su celular sonó en su bolsillo del pantalón y la había desenfocado de su objetivo. Era raro que la llamaran, y al ver un número desconocido prefirió ignorarlo, sin embargo al ver que volvió a insistir respondió un tanto dudosa mientras su compañera ocultaba una risa leve.
—Hola. —dijo tranquilamente.
—Hola, Maya. —una voz ronca un tanto familiar le saludo, pero no llego a reconocer quien era. —¿Cómo estas?
—Bien muchas gracias. —dijo un segundo después. —¿Quién habla?
Hubo un silencio y ella estuvo apuntó de colgar.
—Disculpa, es que estoy un poco atareado, pero me moría de ganas por hablarte. —Kailey le hizo un gesto con la mano de que iría a su puesto y ella solo asintió levemente. —Soy Steve. —su corazón dio un pequeño brinco al recordarlo. —Enserio espero no te moleste o te incomode mi llamada, la verdad es que; —sintió una risa leve al otro lado del celular. —no he dejado de pensar en ti, y creo que fui cobarde en no ir detrás de ti anoche. No quería traerte problemas.
Eso si la había sorprendido, pero por un minuto o menos, ya que se podía hacer una idea de quien había sido quien le diera su número, así como daba direcciones. Definitivamente no conocían la palabra privacidad.
—No pasa nada, Steve. —dijo sin saber a qué le respondía exactamente. —Quiero decir; yo me quería disculpar. Por la escena y no aceptarte la Invitación de la copa.
—¡Oh! —exclamó exageradamente. —Por eso no te preocupes, por suerte estamos vivos y solteros, ¿no?
Trató de no reír, pero le fue imposible no hacerlo, aunque sólo duró un segundo.
—Por suerte. —respondió ella con dulzura.
—Entonces, ¿qué dices? —Steve le preguntaba con amabilidad o eso creyó sentir. —¿Quedamos?
—Estoy trabajando ahora mismo. —le dijo mientras entraba al ascensor y presionaba su piso. —Pero por supuesto que podemos quedar algún día.
Pará qué negarlo, él se veía muy amable y no veía absolutamente nada de malo en quedar a tomar algo con él.
La voz acusadora de Dimitri pasó por su mente, pero se obligó a deshacerla con rapidez.
—Entonces... —había escuchado levemente. —¿Me devolveras la llamada? —su tono la hizo sentir algo parecido a la tranquilidad y eso le había gustado.
—Claro que sí.
Dijo una vez sentada en su escritorio y colgando con rapidez al verlo de reojo. Estaba ahí, impotente, autoritario y muy guapo claro estaba.
Con un asentimiento de cabeza le devolvió el saludo, pero Maya se obligó a mostrarse de manera indiferente ante su presencia. Cuándo la llamara iría como toda una profesional, se lo había prometido a ella misma. Y ese precisamente era el mejor trato que podían darse, él profesional.
Se preguntó qué haría ahí dentro sin tener una idea de lo ocurría en la empresa. Eso le dio un tanto de risa, porque se lo imaginaba dentro de esa redecorada oficina sentado sin hacer nada más que respirar.
Se recordó al Dimitri que en sus tiempos libres pintaba, pasaba horas pintando hermosos retratos, paisajes preciosos que la llenaban de paz cuando los veía. Sin embargo, ahora le era imposible verlo de esa manera, por más que intentará; le era inviable sencillamente. Por lo que se afirmó que de seguro tendría la cabeza en el escritorio durmiendo las horas que le faltaban dormir, porque de eso si estaba segura; su jefe no había podido pegar un ojo después de lo que habían hecho.
En absoluto estuvo preparada para lo que acaba de ocurrir. Jamás lo imaginó, pero estaba pasando. El ascensor se abría y todo ocurrió como una película de drama.
Con lentitud, pasó firme y la cabeza en alto, salió una rubia embutida en un vestido negro brillante y labios rojos como una rosa.
Todo dentro de ella dejó de funcionar con normalidad. ¿Era una clase de broma? O es que acaso el universo se estaba encargando de unir todos sus males uno por uno para acabar con ella lentamente. ¿Era eso? Es que no podía tener una explicación no demente a todo lo que le pasaba últimamente.
—Busco a Aáron. —dijo la rubia mirándola fijamente. No la había reconocido al parecer, pero Maya sí que la recordaba, más de lo que quería admitir.
Su mente había viajado al pasado, a ese pasado que le manchaba el presente, que no la dejaba avanzar. Un pasado que odiaba, que no lograba, ni lograría nunca borrar, por más que quisiera y se esforzara en olvidar; jamás podría. Era parte de ella, y así sería siempre.
Recordó su rostro claramente, el día que ella le rogó a Dimitri una explicación, el día que él la abandonó. Y sin evitarlo le dieron arcadas. Estaba ahí, buscándolo. Era demasiado para digerir tan fácilmente.
—¡¿Qué mierda haces aquí?! —la voz a sus espaldas la había asustado, pero no le hizo perder la expresión que en el rostro de la rubia se dibujaba: tristeza, o algo muy parecido logró apreciar.