Capítulo 31
El amor nunca pierde la fe. Nunca se da por vencido. «Que mentira» se dijo Maya cuando esas palabras abordaron su mente. Era una cruel mentira. El amor de él para con ella se había rendido al creerle a alguien más y su amor por él había perdido totalmente la fe al escucharlo hablar de tal manera, ese no era su Dimitri. Aunque pensándolo bien, nunca había sido suyo.
—Pero no importa lo que te diga, tu no creerás en mí… y sinceramente, ya no me importa si lo haces. —dijo apretando los labios con rabia.
Más que rabia decepción, de él, de ella, de lo que habían tenido. Porque no fue suficiente, porque fue cruel, porque solamente le trajo dolor a su vida.
—Vi tu cuerpo, vi tu rostro. —habló él con dolor, con su voz tan quebrada que sonaba irreconocible. —He pasado años con esa imagen en la cabeza, he sufrido mucho por eso ¿Y tú sólo dices que no te importa?
Maya respiró hondo, era cierto; dijera lo que dijera, él no entraría en razón.
—No se a quien viste, pero sin duda no era yo. —se colocó firme en su lugar. —Y yo también llevo años sufriendo por tu culpa. Preguntándome qué había pasado, que había hecho para que tú me abandonarás de la manera que lo hiciste. —Dimitri comenzaba a respirar con dificultad, mientras la voz de Maya se hacía cada vez más firme. —Siempre tenía la misma respuesta: nada. Porque así es Dimitri, no hice nada de lo que me acusas. —el hombre levantó las manos para tocarle el rostro y ella lo esquivó con rapidez. Una clara muestras de dolor atravesó el rostro de Dimitri.
Maya veía como su rostro era todo una confusión, y Dimitri por su parte sentía unas ganas enormes de envolverla entre sus brazos y no soltarla nunca. Cada palabra dicha por ella le estaba calando, pero cada recuerdo y cada imagen en su memoria lo atormentaban la mayoría de las veces.
—Ya no sé que más decirte. —dijo con cansancio mientras la acorralaba contra la pared a un lado de la puerta.
—¿Y por qué será? —le contestó de manera cruel a poco centímetros de su boca. —Porque no es verdad Dimitri.
—Te niegas aceptar algo innegable y yo ya te he dicho que te perdono por ello. —dijo soltando cada palabra con lentitud.
Le dolía recordar, pero debía hacerlo.
—¡Déjame de una vez en paz! —gritó tratando de alejarse de él. —¡Yo soy la que no sabe cómo decirte que no sé de qué fotos hablas!
Sus palabras quedaron silenciadas cuando Dimitri le aplastó la boca en un beso, fuertemente, con mucha pasión, antes de volver a separarse para viajar a su oído y susurrar:
—No puedo. —le confesó, acariciándole el lóbulo de la oreja con los labios. —No he podido dejarte en todos estos años y no podré dejarte nunca. Ya lo acepté.
Maya sintió un escalofrío con sus palabras y permaneció en silencio. Queriendo olvidarse del dolor y concentrarse en las emociones que sentía al tenerlo tan cerca mientras le decía que la necesitaba, pero no. Así de simple no eran las cosas.
—Creo que debes empezar a hacerlo, porque entre nosotros nunca habrá nada más.
Dimitri se tenso en medio de todo lo que sentía y simplemente explotó.
—¡No he dejado de amarte! —le gritó juntando sus labios nuevamente pero con mucha desesperación.
Ella quedó por un leve segundo mareada por las recientes emociones, no supo que hacer. Hasta que él la pegó a su cuerpo y su boca reaccionó por ella misma, lo besó. Un beso diferente al resto, estaba segura. Un beso diferente porque era un beso que cargaba verdades y que sería muy probable el último beso que compartirían.
Dimitri le acarició la mejilla con una delicadeza increíble antes de sujetarla por la nuca con la intención de guiarla más cerca de él. Mientras le aprisionaba la boca, le acariciaba la piel del rostro para tranquilizarla y buscando tranquilizarse él mismo. Sus labios bailaban juntos, necesitándose entre sí. Un momento después, Dimitri le echó la cabeza hacia atrás pidiéndole que separara los labios.
Maya ya no respiraba. Era imposible. Las sensaciones eran demasiado intensas: el sabor tan conocido de él la consumía. Dimitri no dejaba de besarla, le recorrió el labio inferior explorándolo con dulzura.
Maya tenía la mandíbula tensa. Dimitri la acariciaba con la intención de relajarla. Lo lograba por pequeños momentos. Momentos en donde le acariciaba la boca con la suya.
Fue mucho mejor que los que Dimitri se imaginaba cada noche. Mucho mejor que los que aún recordaban impecablemente, algo tenía ese beso. Algo que cambiaba sus vidas totalmente.
Se separó de ella, con su sabor y sus emociones aún en el ambiente.
—Solo te pido una oportunidad para nosotros. —la abrazo sus bocas separadas por un centímetro, doloso y cruel.
—Ya no hay un nosotros. Se acabó en ese momento que no creíste en mi. —dijo sin apartarle la mirada. —Esto es lo último Dimitri. Será mejor que renuncie.
El rostro de Dimitri se contrajo a tal punto que otro color le adornaba la cara.
—No te lo permito. —respondió apretando los puños aún abrazada a ella.
El cuerpo de Maya estaba relajado, pero esas palabras la habían vuelto agitarse.
—Tú no eres nadie para decirme eso. —su voz sonó decidida. —Te lo digo de verdad Dimitri. —colocó sus manos en los brazos de él y con fuerza los despegó de ella. —Es la última vez que me vuelves a besar, la última que me vuelves a hablar. No voy a permitir que me hagas más daño. Ya no.
—Yo no quiero hacerte daño. Esa nunca había sido mi intención. —la miró suplicante. —¿Lo has olvidado todo?
Ella negó, porque era cierto. Tenía todo en su memoria tan claramente que le carcomía el alma.
—No Dimitri. Recuerdo cada palabra, cada acción de tu parte. Recuerdo cómo besaste a esa mujer sin ningún respeto a mi persona, recuerdo todo.
—¡Estaba muy molesto! —exclamó con desesperación. No supo en qué momento habían cambiado los papeles, pero era él el que buscaba excusarse ante ella. —Me dolía mucho, no sabía lo que hacía.
—¿Te dolía la mentira en la que creíste? —el sarcasmo que no era muy bueno en ella sonaba doloroso para él. —¿Quién te ha dado esas supuestas fotos? —la miraba de Dimitri de pronto cayó como la de un niño que acaba de ser descubierto desobedeciendo a sus padres. —Tu padre. —afirmó. —Y tú le creíste. Al hombre que nunca te trató como hijo, al hombre que tantas veces intento separarnos.
Los ojos de Dimitri se abrían mucho con cada palabra de su parte, el azul más intenso y más atormentando. Parecía estar comprendiendo tanto y a la vez, notando como las palabras de ella lo dejaban a su merced. Tal y como tantas veces su padre había dicho.
«Te controla» era una de las tantas palabras que Aaron utilizaba cuando la mencionaba. Decía que le tenía un control insano, un control que lo destruiría totalmente. Y él nunca le creyó, porque siempre se dirigió más a creer que su mismo padre era el que quería tener ese control sobre él. Y ahora sólo estaba asustado, estaba tan asustado con todo lo que ella le decía que se volvería loco en cualquier momento. Es que era cierto, o eso parecía, todo lo que decía parecía tener sentido.
—Maya. Por favor. —dijo con un hilo de voz. No quedaba nada del Dimitri autoritario y cruel que había sido desde que lo volvió a ver.
—¿Maya por favor? —preguntó duramente como si no creyera sus palabras. —¿Estás escuchándote? —él no respondía. —Muéstrame las fotos de las que tanto hablas. —le ordenó.
—Las quemé. —dijo sin mirarla a los ojos. —No podía conservarlas.
Maya se sonrió con una distancia demasiado dolorosa.
—Que oportuno.
Dimitri la volteó a mirar con una expresión que parecía sorpresa.
—No te estoy mintiendo. —dijo y hizo silencio luego de escuchar las palabras que había utilizado. —Habían fotos, y tú y Erick hacían el amor.
—¿Enserio? —dijo ella con burla.
—¡Sí! ¡Erick me lo confirmó! —se apresuró a decirle.
—Deja de decir eso. ¡Yo jamás estuve con él! —su expresión notaba cansancio. —Será mejor que me vaya, estoy tan agotada de lo mismo.
—No, por favor. —el rostro de Dimitri mostró clara expresión de terror. —Te lo pido. —la pegó a su cuerpo y ella se removía inquieta en sus brazos. —No me dejes.
Y fue débil al decirlo porque no notó cuando ella se le escapó de los brazos.
—Sea lo sea ya no queda nada, Dimitri. Ya se ha acabado todo. —dijo para luego salir con tanta rapidez que Dimitri le fue imposible volver a tomarla entre sus brazos.
Había perdido todas sus energías en pedirle que volviera con él. Tampoco creyó tener la fuerza suficiente para perseguirla, se sentía mal, se sentía hundido. Sentía que ese era el fin.
Dimitri se tiró al piso, luego de suplicarle que no lo dejara. Jamás se había sentido tan dolido, tan ido de si mismo. Le dijo todo lo que sentía, le comentó también que no le importaba en absoluto lo que hubiera hecho, aún así todo había sido en vano. Ella estaba decidida, no había manera, ya no lo quería, a diferencia de él que nunca dejaría de amarla.
Andrea.
El nombre pasó por su mente con un único propósito: su verdad. La que ella no pudo contarle gracias a qué la policía los había rodeado. Luego de lo ocurrido no la había vuelto a ver. Tampoco la había buscado, estaba tan metido en encontrar a Carmelo y en no poder sacarse a Maya de la cabeza que no le había prestado la atención que debía. Solo supo que ella había tomado las fotos que destruyeron su vida, las fotos que Maya decía nunca haber existido.
Aún le quedaba algo por hacer, y pensarlo hizo que su sangre hirviera mientras sentado miraba fijamente la puerta por la que la mujer que amaba había salido unos minutos antes.
Se mantiene firme ante cualquier circunstancia y siempre tiene esperanza. «Una total mentira»
El amor duele, el amor mata, el amor te destruye a tal punto que te duele respirar, que te duele vivir. Maya sentía como su amor por él la había hecho sufrir más que nada en la tierra, mucho más de lo que la había hecho suspirar de alegría; ahí estaba el punto exacto de la realidad. Siempre había más dolor, siempre habían más circunstancia y pocas esperanzas, ella lo sabía muy bien, Dimitri se lo había demostrado.
Lloró, sí. Mucho menos de lo que imaginó. Porque ahora sabía o mejor dicho: tenía la certeza de que ella no había fallado. De que ella no se había equivocado. Recordó cada beso, cada palabra bonita, cada gesto de su parte y se preguntó, ¿Cuándo había cambiado? ¿Qué había hecho ella antes para que él creyera en alguien más? ¿Para que ni siquiera buscara una explicación de su parte?
Estaba dolida, mucho, pero raramente se sintió bien. Es que no tenía porque sentirse mal. El error no había sido de su parte.
Dimitri le pedía que volvieran, le aseguraba que la amaba; era tan mentiroso. Él no sabía en absoluto lo que era amar, jamás lo había comprendido.
Caer en esa dura verdad, era muy agotador. Era una clase de contradicción, porque se sentía libre, libre de saber la razón de su abandono, pero agotada de tanto luchar contra un sentimiento que le ganaba en fuerza, en tamaño. Estaba en una discordia contra ella misma.
Veía las calles pasar una vez sentada en el transporte a su casa. Observa por la ventanilla personas caminar, veía su vida escapando de ella por una persona que no fue capaz de amarla como lo esperó, como ella lo había hecho.
Simplemente observaba y caía en cuenta que no debía permitirlo más, que no tenía porque darle ese derecho, y estaba segura que no lo haría más.
—Que agradable sorpre…
—Steve. —dijo al celular que tenía pegado a la oreja sin darse cuenta cuando lo había puesto allí. —Necesito verte.
—Claro. —le respondió de inmediato con la voz llena de alegría, pero con mucha seriedad al sentir su tono. —¿Dónde estás? Voy por ti ahora mismo.