Punto Débil

Capitulo 37

Capitulo 37

 

 

¿Y si el tiempo se detuviera de pronto sin ninguna razón? Como en esas películas en donde en minuto viven una vida. 
Pero, aquí no sería con la intención de continuar luego. 
¿Si ya no hubiera un mañana? 
Y fueras consciente de ello. 
¿Si ese fuera el final? 
Su última oportunidad.

Un segundo luego de decir con tanta firmeza lo que su corazón le gritaba esas preguntas pasaron por su mente con fuerza. Casi como un regaño. 
¿Qué si lo perdia? 
A ese hombre que la volvía loca desde que lo conoció. 
¿Nunca más?

Y con esa supo que estaba bien lo que hacía.

Estaba más que bien. Sí, porque no debes vivir con el miedo de que vas a perder a alguien, no debes vivir con la angustia de que se irá de tu lado, y menos cuando no hiciste nada malo, solo estuviste ahí, solo confiaste, amaste. ¿Para qué vivirás? Eso no sería vivir, y nadie quiere eso.

Maya no debía de atormentar su mente con esa clase de preguntas. Porque si alguien perdió algo, no había sido ella.
Él sí que la había perdido, él sí había cometido actos que ahora tomaban consecuencias. Él, es quien debe tener esas preguntas dentro de su memoria. No ella. 
Maya solo quería paz, con ella misma y para ello debía alejarse del dolor que Dimitri le causaba. 
No está mal pensar así. No está mal quererte a ti. No está mal elegirte antes, no lo está.

Las personas cometemos errores, eso es cierto. Sin embargo, nadie más que nosotros mismos debemos aprender a lidiar con las consecuencias.

—Vete, Dimitri.  —meditó sus palabras y estaba totalmente segura de lo que decía. Cualquier persona que la viera diría que habló por hablar, ya que todo salió en un segundo. Sin embargo, para ellos el tiempo se había detenido. Todo se había paralizado para que las palabras quedarán en cada uno de ellos para siempre. —No te quiero hacer sufrir. —su voz se cortó. —No quiero verte mal, no me interesa hacerte daño con lo que te digo. —lo vió llorando, tal cual un niño pequeño que no sabía a dónde ir. Sin embargo eso no la detuvo. Ya nada lo haría. —Pero, no quiero tenerte en mi vida. —sus ojos se llenaron de lágrimas al decirlo. Era real, era una verdad liberada. A pesar de todo lo vivido, a pesar de que lo amaba, era la realidad de su ser.  —No quiero estar contigo. —mas lágrimas salieron después. —Solo quiero estar en paz. Tener una vida tranquila y la verdad es que no quiero que estés en ella. Por favor, —con voz temblorosa pudo terminar lo que su interior le gritaba. —vete.

Los ojos del hombre la miraron destrozado. Estaba devastado. La mujer de su vida lo estaba matando con cada una de sus palabras. Era la peor armar, era el peor castigo. Lo era, porque sabía que solo ella era quien sería capaz de sanarlo y si Maya no quería hacerlo, entonces él moriría en vida.

—Solo... —su voz salía totalmente quebrantada. —quiero hacerte feliz.

Pudo decir antes de llorar con más fuerza. Y ella no se mentiría, le dolió. Le dolió tanto que estuvo a punto de gritar, de abrazarlo, besarlo y decirle que todo estaría bien. Aún así, no hizo nada.

—Y yo también quiero que seas feliz. —dijo limpiando sus lágrimas lentamente. —Que vivas sin rencores, que tengas un buen empleo, una casa hermosa y una hermosa familia. —le dijo ella con una sonrisa triste y su rostro totalmente mojado. —No quiero que te pase nada malo, te lo juro.

Él se quebró por completo. No podía. Simplemente no podía escuchar edad palabras de ella. No cuando lo que más soñaba era tenerla junto a él. No cuando parecía que estaba cansada de su amor y lo único que quería era alejarlo para siempre.

—Tú eres mi única familia. Eres lo único que tengo. —dijo tomando su mano con fuerza y sin poder frenar las lágrimas. —¡Te lo ruego! —se arrodilló frente a ella y la abrazó fuertemente el abdomen con desespero mientras las lágrimas no paraban. —Por favor. Perdoname, te lo pido. —empezó a besar repetidas veces su estómago. —Yo te amo tanto.

Dijo con rabia en su voz y los recuerdos de Maya trataron de arrodillarla ante la situación. Tantos momentos juntos que su corazón se había paralizado por segundos.


No tienes que decirlo siempre, Dimitri.—lo tranquilizó ella en su momento.

—Sí que tengo que hacerlo —insistió él, se inclinó hacia ella y la besó con mucha delicadeza. Cuando se separaron, las palabras fluyeron con tanta naturalidad como el simple acto de respirar—. Te amo, Maya.


Maya suspiro con lágrimas en sus ojos. No estaba bien, para ninguno de los dos.

—Ya te perdoné. —dijo sincera, sintiendo dentro de ella una paz que hacía mucho no sentía. —En serio lo hice. —dijo acariciándole el cabello con dolor. —Pero… no puedo estar contigo. —dijo sonriendo, sintiendo como la abrazaba más fuerte y lloraba con mucho desespero. —No quiero.

Terminó de hablar sintiendo como el hombre se derrumbaba por completo en su delante y como todo dentro de ella a partir de ese momento cambiaría. No tenía con exactitud la respuesta de que si sería para bien, pero sabía que ya permitiría más males en su vida.

En ocasiones los finales son para muchos nuevos comienzos.

 

 

Ahí palabras dichas por personas que quedan en tu mente de por vida. Puede ser la frase o la persona, no lo sabes. Lo cierto es que está dentro de ti y no hay nada que puedas hacer al respecto.
Como una orden, sí, una que fácilmente puedes ignorar, olvidar. Sin embargo, no quieres hacerlo.


—Tu vida será mía aún después de mi muerte. —habia dicho Aarón con una sonrisa diabólica en su rostro. —¿O me equivoco?

Carmelo sonrió sin poder evitarlo.

—No, señor. —luego meditó y su expresión cambió por completo. —No dejaré que le hagan daño.

Aarón soltó una carcajada mientras bebía su trago con calma.

—Mi vida ya está terminada, por eso tengo la tuya. —dijo con una risa que jamás olvidaría.




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