La habitación se encuentra tenebrosamente oscura, gotas de lluvia empapan en el cristal de la ventana la cual golpea con la pared por los fuertes vientos, Oni no puede ver donde se encuentra ni que hay a su alrededor pero sus manos se encontrar empapadas de alguna clase de liquido, palpa el suelo, también esta mojado.
Corre a cerrar la ventana, con tantos golpes el cristal podría romperse, un relámpago le deja tener una mejor vista del panorama, el liquido que cubre sus manos es rojo ¿sangre?
Sus sospechas son asentadas, lo confirma cuando ve en el suelo dos cadáveres.
Se acerca a ellos silenciosa.
Quiere comprobar sus identidades.
—Mamá... papá —susurra incrédula.
Sus progenitores se encontraban sin vida en el suelo de la habitación que cada vez le era más familiar.
Su casa, su casa en Praia.
—¡Abuela! —llama mientras agita los cuerpos en un vano intento de que recobren vida.
La anciana interrumpe en la habitación.
Oculta su cara en las manos al ver el panorama.
—¡Es tu culpa! —grita a todo pulmón a la nieta aun en el suelo.
Oni abre los ojos dando un brinco, recobra el conocimiento, percatándose de que se encuentran en Panamá, en su dormitorio de estudiantes —Todo fue un sueño—, se intenta tranquilizar mientras respira con dificultad.
Danna tiene el sueño profundo, no se ha percatado de la pesadilla de su compañera, Oni la observa dormir plácidamente desde su cama, negándose la posibilidad de descansar ella.
A las cinco Edik despierta, el fin de semana deja descansar sus músculos, pero el lunes retoma su rutina matutina de ejercicios.
Correr lo ayuda a deshacerse un poco de la energía que guarda su cuerpo.
Por la ventana de su cuarto Oni ve por segunda vez a el ruso dar vueltas a la Universidad, su trote es constantes y silencio.
Observarlo a lo lejos le trae una cierta tranquilidad de la cual no logra comprender el motivo.
Una hora después Edik entra al baño donde se encuentra con Zu.
Zu había sido despertado abruptamente por unos chicos que taparon sus ojos con pedazo de tela, pero él no tuvo que verlos para imaginar de que se trataba —cosa del rey seguramente—, pensó.
Sus secuestradores, Ivan y Ramiro, desnudaron al chico con los ojos aun vendados, ataron y pintaron su piel de amarillo.
Una vez hecho el trabajo regresaron a sus dormitorios sin dejar huella, enviándole un mensaje a el rey.
Ya está hecho.
El ruso al encontrarlo en aquella situación no dudó en ayudarlo. El rey ya había dado el primer ataque coqueteando con Oni para fastidiarlo, no esperó que el segundo fuera tan pronto, solo había una cosa clara: era hora del contraataque.
El sol se filtra por la ventana de Nathalie gritando buenos días. La pelirroja cubre su cara con la almohada evitando la luz.
Tengo que parecer normal.
Repite su nuevo mantra, si comienza a faltar a clases lograra obtener la atención de los profesores y curiosos que ya sin motivo rumorean a su espalda.
A Steph, su compañera de habitación tampoco parece agradarle las mañanas, lo supo cuando la saludó y esta solo respondió poniendo los ojos en blanco mientras añadía capas y capas de maquillajes para disimular sus ojeras.
Apenas hacía una hora que había llegado a la habitación y minutos que había conciliado el sueño.
Paso la noche con su novio, con el que celebró junto a sus amigos la caída de las ratas. Nombre raro, pero del cual la chica no curioseó . Solo sabía que a su novio lo ponía feliz y con eso le bastaba.
Las clases dan comienzos, aunque Edik decide ausentarse. P ierde su tiempo ahí , apenas entiende las explicaciones. Estar en Pyxida era lo que quería Seriozha, no él, así que no ve el porqué esforzarse. Además, tenía un contraataque que planear.
Zu asiste a clases con una camisa de mangas a pesar de haber unos treinta y dos grados solo para ocultar sus brazos aún con restos de pintura.
Mientras Edik malgastaba su tiempo caminando el estacionamiento de la universidad se le ocurre una idea perfecta para poner en su lugar al dichoso rey.
Camino a toda prisa en busca de Zu, a quien encontró saliendo de su última clase.
—Ya sé que haremos.
El ruso regresa al estacionamiento esta vez acompañado de asiático.
—¿Cual es tu idea? —pregunta el chico sin tenerlo aun claro.
—Su auto, robaremos su auto. Sólo necesitamos saber cuál es —Zu asiente comprendiendo la idea.
—Aquel —señala Zu—, el lamborghini con cristales oscuros.
Ambos se acercan al auto. No les hizo falta forzar la entrada ya el era descapotable. Saltaron sobre el asiento quedando dentro. Zu en el lugar del conducto.
—Arranca —ordeno Edik.
Al darse cuenta de que el asiático no tenía ni idea de cómo proceder, con mucha destreza encienden el vehículo después de unir algunos cables.
Zu a pesar de ser un obseso de los coches nunca se había visto en la necesidad de encender uno sin la llave, los coches que manejaba siempre eran comprados.