La tarde moría lentamente en la casa de los Prince, Skoll, el primogénito y uno hijo del matrimonio Prince, yacía en el salón de la casa mirando fijamente una pajarera vacía que estaba al otro lado del lugar. El chico, semi recostado en el mueble, sujetaba un libro de anatomía animal que había tomado de la biblioteca de casa.
En realidad, el tema no le interesaba, simplemente estaba intentando fingir que hacía algo más mientras esperaba impaciente que una pequeña ave se materializara en dicha jaula. Y es que, Skoll Prince no solo era el primogénito de la familia, sino que era un mago.
Hacia solo una semana que Skoll había cumplido los trece años, edad indicada y esperada por los hijos de magos porque en esa edad finalmente podían acudir a la escuela de magia. Al fin podrían aprender hechizos y encantamientos, algo que sin duda entusiasmaba mucho al joven Prince.
Pero el hecho de que haya pasado una semana desde su cumpleaños y que la dichosa ave aun no hiciera acto de presencia, lo estaba poniendo nervioso y en ciertos días, irritable. El sonido de pasos acercándose por el pasillo de su hogar, lo sacaron de aquel trance y de inmediato fijo su vista en el libro entre manos.
— ¿Sigues haciendo vigilancia de la pobre avecilla?
Preguntó la señora Prince. Saoirse Prince era una mujer que se encontraba en el esplendor de sus treinta y pocos. De estatura pequeña y cuerpo esbelto cual bailarina, su cabello ligeramente ondeado, caía como una capa oscura por su espalda hasta casi rozar su cintura. La señora Prince tenía la piel clara y ojos dorados como la miel. Era, en simples palabras, hermosa.
Skoll, había sacado de su madre el cabello y la forma del rostro, aunque claro, muchos otros decían que tenía un gran parecido a ella y algunos otros decían del gran parecido con su padre. Skoll, a opinión suya, simplemente no lograba encontrar un símil.
Viéndose descubierto en su tarea autoimpuesta, y algo avergonzado. Bajó el libro con total naturalidad como si no la hubiera escuchado venir. Vio como la mujer se aproximaba con una bandeja en manos y la dejaba en la mesita auxiliar cerca del mueble.
—Te traje chocolate y galletas, para que no desfallezcas de hambre en tu espera — Afirmó la mujer con una suave sonrisa, la cual reservaba solo para su hijo.
—No estoy esperando, simplemente es cómodo leer aquí
El chico decía sus palabras con la seguridad de un orador, pero su madre veía como, por momentos, el libro bajaba ligeramente hasta que sus ojos se asomaban y observaba la jaula. Saoirse ya se había rendido con su hijo. Impaciente como era, lo único que quedaba era esperar que dicha ave no tardara mucho, o de seguro el mueble se pegaría a su cuerpo.
Decidiendo no interrumpir mas a su hijo, despeinó cariñosamente los cabellos de él y se marchó del lugar. Skoll, cansado y algo enojado con la demora del mensaje esperado. Tiró el libro al mueble, el cual se deslizó hasta el suelo produciendo un sonido seco. Skoll ni siquiera se molestó en levantarlo. Miró las galletas dejadas en el plato y la humeante taza de chocolate. No había notado su hambre hasta ese instante que el aroma dulzón toco su nariz.
Enfurruñado, fue comiendo una a una las galletas y bebiendo de la taza, pronto, los rayos del sol de la tarde ya no pintaban de dorado las ventanas del lugar. El plato yacía vacío solo decorado con unas solitarias migas de vainilla y en la taza quedaba solo el aroma fantasmal del chocolate.
Skoll parecía rendido otro día más. Cansado y relleno como un chinche, miraba perezosamente la jaula vacía, luchando contra la pesadez de sus parpados que amenazaban con sumirlo en un sueño profundo. El chico, se estaba esforzando en mantener los ojos abiertos, contaba las rejas de la jaula, miraba las semillas coloridas que había en el pequeño cuenco. Detallaba en el color del contenedor del agua y en el plumaje rojizo del ave.
¡HABIA UN AVE!
El sueño se esfumó de golpe en cuanto detallo que no era una alucinación, la jaula ya no estaba vacía, ahí había una avecilla pequeña de plumaje rojizo con alas negras. Sus largas plumas de su cola se doblaban incluso contra la jaula.
Skoll se levantó de un salto tal que incluso la pequeña ave se sobresaltó. El ave, orgullosa y notablemente ofendida por el susto. Giró su pequeña cabeza para mirarlo. Skoll, juraría que la pequeña ave incluso lo miró mal por el susto. Emocionado pero cauteloso, se acercó hasta la jaula donde la pequeña ave ya comenzaba a comer de las semillas. Esta no pareció incomoda ante la presencia del chico, ni siquiera cuando abrió la jaula y extendió sus manos hacia ella.
Las aves kolt eran aves coloridas y pequeñas pero muy listas, rápidas y tranquilas eran las mejores mensajeras. Estas se materializaban en las jaulas llevando mensajes. Skoll acercó su mano hacia la delgada pata del ave donde se observaba un pequeño rollo de papel atado. Aquello parecía muy pequeño para ser el mensaje esperado por él. Aun así, con el corazón en la mano, extrajo el rollito, el cual, ante el contacto de su palma, cuadriplico su tamaño.
El papel de pergamino estaba elegantemente atado con una cinta azulina con brocado. Skoll desato el lazo y extendió el papel. Sentía que el corazón le saltaría del pecho por los nervios. Conforme fue deslizando, de primera pudo ver el gran escudo junto al emblema donde se leía. “Aurantis, escuela de magia” Al fin había llegado.
Estimado señor Prince, la prestigiosa escuela de magia Aurantis, le hace llegar un afectuoso saludo. Para informarle que su vacante en la escuela entro en vigencia, por ello esperamos contar con su presencia en este nuevo año académico.
Adjunto a esta carta, se le hace llegar su boleto de tren donde indica la fecha, hora y lugar de abordaje. Además de la lista de útiles que deberá llevar con usted para poder tener un exitoso inicio en su educación mágica.
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Editado: 09.09.2024