Afuera, el viento frio agitaba las capas de los estudiantes. Los alumnos de grados mayores, ya se encaminaban hacia el lado sur de la estación. Skoll y sus dos amigos, iban siguiendo la voz de un hombre mayor quien, parado al lado de una farola, llamaba a los alumnos de primer año.
—Avancen niños, primer año por aquí no pierdan el tiempo
Skoll miraba alrededor, la estación eran mediana y empedrada, pero le era imposible ver el paisaje más allá de las farolas. En ese momento, creía entender las palabras de su madre, sobre aquel regalo dado en la estación.
Cuando estuvieron reunidos alrededor del hombre, Skoll pudo ver de cerca su gran altura, era de hombros anchos y ligeramente robusto. Traía una capa amarronada y un sombrero que acentuaba la penumbra en su rostro.
—Muy bien, todos ustedes pasaran primero por la asignación de su ayllu. Síganme, bajen con cuidado que estas escaleras son resbalosas y no quiero ningún herido
A pesar de su voz fuerte y severa, su rostro tenía un aspecto amigable. Cargando un con un farol colgando en la punta, el hombre fue guiando el camino. Era una pequeña escalinata hecha de piedra y lodo, construida muy pegada a la montaña sobre la que estaba la estación. La escalinata era tan angosta que debían bajar de a dos.
Skoll dejó a Hassan y Will y delante suyo, él iba detrás, pisando con cuidado. Le era difícil ver los escalones entre las capas, pero podía sentir por momentos, sus pies resbalar levemente. Él iba del lado a la caída, a su costado, se percató de reojo que iba una niña, era bastante pequeña, pero lo que llamaba la atención de ella, era su cabello.
En aquel mar de cabellos oscuros, su color pelirrojo se encendía como el fuego. La veía avanzar con una mano apoyada en la roca al lado de la escalinata. Su mirada hacia el piso mientras sujetaba su capa para no caer. Si bien ya la fila avanzaba lenta, el lado de ella parecía ir incluso más lento solo por causa suya. Skoll suponía que su demora venia de no poder ver con claridad los escalones.
Así, el buscó en el bolsillo de su uniforme, la pequeña esfera que le regalaron, la acercó a sus labios y soplo sobre esta. El cristal al calentarse, comenzó a emitir una luz, la cual, fingiendo que lo hacía por él, la bajó lo suficiente logrando así iluminar parcialmente los escalones.
El chico ni siquiera cambio la dirección de su mirada, iba con la vista al frente, pero la joven pelirroja sencillamente si se tomó el tiempo, unos segundos, de verlo. Quizá deseaba agradecerle por aquella ayuda, pero dudaba de hablarle, así que guardó silencio. El plan funcionó. La fila de ella volvió a tener buen ritmo y no hubo más retrasos.
Para cuando llegaron a lo que parecía la orilla de un enorme rio, Skoll sentía que habían rehecho el camino hacia la estación de Tampo. El hombre al llegar, encendió otro farol el cual iluminaba solo un poco más que el que ya llevaba. Habían llegado a lo que parecía un pequeño muelle. Si se levantaba la mirada, sobre sus cabezas no se podía ver nada más que oscuridad. Cualquier pensaría que estaban dentro de una caverna. Pero en realidad estaban tan abajo, y tan cubiertos por la vegetación, que la oscuridad era insondable.
— Acérquense niños, no se empujen. Voy a explicar, van a subir de a cuatro en las canoas, no saquen la mano para tocar el agua, y no hagan movimientos bruscos porque la canoa se podría voltear. Ahora sí, ustedes cuatro vengan
El hombre parecía divertirse con esas indicaciones, llamó a los cuatro primeros del grupo y uno a uno los ayudó a subir. Skoll podía ver la cano a unos metros, parecía pequeña, pero los cuatro alumnos entraron sin problema en una fila. Una vez que el ultimo estuvo sentado, una luz ambarina se encendió en la parte delantera de la canoa y comenzó a moverse.
A esa canoa la reemplazó otra, y así sucesivamente, fueron subiendo los alumnos. Cuando llegó el turno de Skoll, Hassan y Will subieron primero. Skoll pensó en la pelirroja a su costado que parecía dudar de subir a dicha cosa. Y si bien era cierto no podía culparla, estando ya frente a la canoa, debía de reconocer que lucia demasiado delgada.
—Sube tu primero — murmuró Skoll, si bien la embarcación se veía terrorífica, pensó que ella estaría más asustada de estar al ultimo
La joven, avanzo, tomo la mano del hombre como apoyo y bajó a la canoa. Esta se tambaleo haciendo que sus amigos se sujetaran de los costados. Al final Skoll subió, la luz de la canoa se encendió y se alejaron de aquel pequeño muelle.
El agua era tranquila, avanzaban sin bamboleos ni nada por el estilo, pero la oscuridad que los envolvía era muy densa. Se oían ruidos, crujidos y zumbidos. Skoll se percató que no podían ver a la canoa delante suyo y tampoco a la de atrás, era como estar flotando sin dirección en un limbo.
— ¡Algo se movió!
La voz de Hassan se oyó con eco y el repentino movimiento de él, sacudió la canoa. Skoll al estar al final sintió el movimiento con mayor fuerza, tanto que tuvo que sujetarse.
—v Hassan no te muevas, seguro es solo un pez — exclamó Skoll quien en el fondo si le estaba dando algo de paranoia tanta oscuridad.
Skoll no podía asegurar que lo que vio su amigo, fuera un pez, pero prefería pensar en eso y no en las criaturas que podrían esconderse en aquellas aguas. Por fortuna, el viaje no fue muy largo, pronto, doblando lo que parecía una curva, apareció un muelle mucho mas grande iluminado.
Los otros alumnos que habían ido antes que ellos, ya se encontraban en el muelle. Cuando se detuvieron, unas cuerdas se alzaron desde el agua y sujetaron la canoa tanto atrás como adelante. Así, con la embarcación fija como si estuviera en tierra. Pudieron bajar los cuatro sin dificultad.
Una mujer mayor, de larga cabellera trenzada, estaba a un costado ordenando a los alumnos en filas. Traía una capa roja casi color vino. Se veía estricta, desde su mirada hasta su forma de moverse.
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Editado: 09.09.2024