Escuchó atentamente las palabras de Lisa durante dos horas diciendo que nadie es poca cosa para nadie. Termino casi dormida cuando termina, debería dedicarse a dar charlas.
En el momento que me levanto casi entumida por estar dos horas sentada suena el timbre del departamento. Bufo y camino hacia la puerta. Se que no debería seguir viviendo con mi amiga pero es donde me siento a gusto, además ella no me deja ir. Dice que sola puede pasarme algo y ahí empieza la charla de nuevo. Parece mi madre. Aunque bueno, no la culpo. Yo también me preocuparía así por ella.
Al abrir la puerta lo primero que hago es alzar la vista encontrándome con la mirada azulada de Dean. Trato de no fruncir el ceño ante su repentina aparición, se me hace bastante raro que este aquí enfrente de mi. Después de unos minutos de un silencio sepulcral, soy la primera que habla.
—Hola. —sí tal vez no es lo mejor que podría decir pero ya lo dije.
Él mira mi vientre y sonríe de lado, extiende una mano y acaricia un poco. No hago nada para apartarla, tampoco soy tan mala para decirle que no acaricie solo por dejarme de hablar unos meses.
Aunque quisiera gritarle y pegarle con un sartén. No lo hago. Me mantengo a ralla esperando a que hable. Miro como acaricia mi vientre por unos minutos.
—Pareces una pequeña pelotita—frunzo el ceño cuando suelta aquello—. Pero una muy linda déjame decirte.—sonríe y me mira a los ojos. Sonrio de lado y empujo su hombro suavemente.
—¿Quieres pasar? —abro más la puerta. Él niega y pasa una mano por su castaño cabello.
—¿No quieres ir a caminar? Te invito un helado. Seguro tienes preguntas que hacer.—justo en el clavo.
Y luego dijo helado ¿cómo decirle no al helado? Esto es soborno y debería tener cadena perpetua. Asiento y le grito a Lisa que saldré. Me escucha y grita un no te embaraces más de algún lado del departamento. Ruedo los ojos por lo que ha dicho mi amiga y salimos se ahí.
En el camino nadie habla, juego con mis dedos mientras caminamos tranquilamente. No es un silencio tenso, sino uno agradable. Pienso que esta formulando que es lo qur me dirá. Miro a los niños pasear en los juegos del parque. Llego una mano a mi vientre al imaginarme a mis niñas jugando ahí.
—¿Niño o niña? —dice de repente. Volteo a verlo y sonrió un poco.
—Son dos niñas.—miro mi vientre.
—¡¿Dos?! —abre un poco más los ojos y rio. Asiento—. Wou, tienes buenos óvulos Kaily.
—Oye — golpeo tu hombro mientras río —. Más respeto.
Dean levanta sus palmas en son de paz. Niego y sigo caminando mientras miro todo el parque. Algo que siempre imagine fue tener mi propia familia, con un esposo al cual amaría con todo mi ser y hijos. Muchos niños corriendo de aquí a allá. Siempre me han gustado los niños. Claro, pensaba todo eso cuando tenía catorce años. Ahora a mis diecisiete pienso que es un asco. No el tener hijos. Si no el hecho de tener que convertirte en adulta. Tener que buscar un empleo porque no te alcanza el dinero. Jalarte los cabello al estar estresada. Y tener que depender de un hombro. Es absurdo. ¿A caso necesito un hombre en mi vida para ser feliz o para que me vaya mejor en la vida? Absolutamente no. Puedo sola. Puedo cuidar a mis niñas sola.
A pasado por mi mente terminar el instituto. Solo me queda un año, ¿lo desperdiciare?
Además, no pienso quedarme a vivir toda la vida con Lisa. En cuanto tenga a las bebés planeo buscar un departamento. Esta bien que a Lisa le gusta mi compañía, antes vivía sola. Su madre se la pasa viajando y nunca esta. Es raro que mi amiga hable de ella, la conocí poco y aunque no este mucho con ella se que su madre la ama.
Acaricio mi vientre cuando una de las bebés se mueve o tal vez fueron las dos. Todavía no se diferenciar. Suspiro y sigo escuchando lo que Dean dice. Se ha disculpado millones de veces por haberme dejado de hablar. Yo me he disculpado con él por no decirle lo de mi embarazo. Múltiples disculpas hacia los dos. También me ha comentado que va irse. No voy a mentir, me entristeció el hecho de que se vaya. Pero es por su bien, lo han becado en una universidad de Nueva York y no puede perder la valiosa oportunidad que tiene en las manos.
Me despido de él luego de un rato. Tiene maletas que llenar y yo un helado que comer. Camino por todo el parque buscado algo interesante mientras lamo mi helado. Puros niños que juegan, caen y vuelven a jugar. Familias felices que hacen picnis y... ¿a quién engaño? Yo quisiera ser parte de todo esto. Volver a ser una niña que no sabe nada más que jugar y comer tierra.
Suspiro hondo y le doy otra lamida al helado. Mientras paso mi mirada por todo el parque me centro en una cabellera lisa, larga y castaña que reconozco al instante. Pero no es eso lo que me hace tirar el helado al suelo. Si no el chico con el que mi prima se encuentra. Siento mi pecho encogerse y múltiples pataditas hacen poner una mano en mi vientre.
Sabía que algún día vería esto. Pero prefería no verlo nunca. Retrocedo un paso. Más que todo, al verlo me daba coraje. Porque él no tenía ninguna responsabilidad de sacar a alguien adelante. No dormía pensando si mañana despertaría. Sí al día siguiente las bebés se moverían más y te asustarías. No tenía un hermoso peso en el vientre. Y no estoy reprochando nada. Solo que se veía bien, mientras yo pesaba más de mil kilos, tenía ojeras bajo mis ojos y todo el cabello enmarañado. Mis pechos dolían igual que mis pies.
Simplemente no era justo, yo era un asco con patas y él seguía luciendo perfecto.
Aprieto mis puños y frunsco el ceño. Camino hasta un puesto de helados y compro dos con bola doble. Las lágrimas luchaban con salir de mis ojos pero no las dejaría. Tal vez lloraría más tarde en mi habitación pero no aquí, no ahora. Me planté bien lo que haría. ¿Lo haría? Claro que lo haría.
Él imbécil aquél me había ilusionado. Y no solo eso, me había prometido no volver a irse. No lo hacia solo por mi, lo hacia por mis hijas. Las que seguro sufrirían más al crecer sin un padre. Solo con ese pensamiento de mis nenas sufriendo me arme de valor. Camine hacia el idiota que tenía una sonrisa en su rostro y sin pensarlo dos veces estampe uno de los conos en su pecho y el otro en su cabeza. Quite los residuos de mis manos limpiandome en su rostro. Él solo me miraba con la boca abierta, como hubiera querido tener un limón y meterselo en la boca. El chillido de mi prima me hace voltear a verla. Suerte que tenía de ser pobre y no poder haber comprado algo para ella.
Editado: 06.07.2022