¿ Qué haría si te perdiera ? (con dibujos de autor)

Capítulo 12: Mi realidad

Sentí una punzada en mi columna. Mis brazos y mis piernas se encontraban entumecidos. Intentaba moverme, pero no lograba avanzar. Pensé que todavía seguía atrapada en lo profundo del mar, con la diferencia de que en ese momento estaba respirando. Cuando abrí los ojos vi una luz entrando espaciosamente por la ventana de mi pieza. Sin entender lo que sucedía, permanecí acostada en esa incómoda posición. No había nada nuevo, no estaba conmigo el Sr. Ernest, Luka o el Mago, lo único que yo veía era el techo de mi habitación. Mi cama se encontraba a un costado de mí cuerpo, aparentemente yo me había caído y dormí en el piso toda la noche. Las sábanas se enredaron en mis pies, así que tuve que sentarme y desatar el nudo con mis manos « ¿Qué clase de pesadilla tuve? » dije para mí misma. Algunos recuerdos aglomerados en mi cabeza eran confusos, trataba de ordenarlos, pero fue muy difícil sin ayuda. Cuando me pude reincorporar, agarré un bloc de notas que tenía acomodado en una de las estanterías y, con una lapicera, comencé a escribir todo lo sucedido. Anoté todo lo que pude, inclusive los detalles, para después recordarlo.

Después de terminar de escribir, abrí la puerta y salí de mi cuarto en dirección hacia la cocina. Me di cuenta que la cama de Luka y su plato habían desaparecido. El mismo destino le esperaba a sus viejos juguetes.

Mi papá, quien se encontraba desde un inicio en la cocina, me hizo el desayuno. Le di un sorbo a mi taza con chocolatada recién preparada y la apoyé suavemente sobre la mesa, provocando un leve eco. Miré de reojo a mi papá, no parecía preocupado, tampoco me hizo ninguna pregunta. Esa tranquilidad me llamó la atención. « ¿Acaso no notó mi ausencia? » pensé.

― ¿Qué día es hoy?― le pregunté a Enrique, tratando de atar cabos.

― Hoy es sábado― dijo mientras trataba de peinarse con las manos y se refregaba los ojos en un intento de despertarse.

― Ya veo― respondí sin comprender cómo no habían pasado más días desde mi ausencia. Todo lo sucedido ocurrió en una noche, dándome la idea de que era imposible. Ahí fue cuando acepté que sólo había sido un sueño.

De repente escuché la voz de mi mamá hablando por celular en el comedor. Estaba preocupada por algo relacionado a una publicidad que iban a realizar en la empresa donde ella trabaja. Parece ser que alguien cometió un error de cálculo y ella trataba de tomar medidas para corregirlo. Estaba tan compenetrada en eso, que no se dio cuenta que su taza de café se enfrió. Cuando Mercedes terminó de hablar, se acercó a la cocina. Me saludó y me preguntó cómo me sentía. Trataba de disimularlo, pero se notaba que no quería abordar ese tema. La miré y le dije: ― Luka no va a volver.

― No, no lo hará― respondió ella.

― Y es mejor así, ahora tal vez pueda vivir mejor en otro lugar. No hace falta ocultar que te duele, después de todo vos fuiste la que lo recibió de cachorro; 14 años no pasan solos ¿Eso en edad humano cuánto sería?― comenté con un tono de voz opaco.

― 84 años. Qué le vamos hacer, son cosas que pasan. Me gustaría solucionarlo pero no puedo ―dijo mi mamá con voz temblorosa y dejando escapar a escondidas alguna que otra lágrima.

Mi papá retiró la taza café fría y le preparó otra. Yo sabía que mi mamá no era alguien tan indiferente como para ignorar la pérdida de Luka, por más que él fuera un perro, también era parte de mi familia. Aunque tampoco esperaba que le hubiera afectado en igual medida que a mí. Yo era joven, fue la primera vez que perdí a un ser amado. Mi madre, en cambio, ya había experimentado otros eventos igual de trágicos, de eso estaba segura. Pero el tipo de dolor que acompaña la pérdida irreparable, la incertidumbre de no volver a verlo y el cariño ahora depositado únicamente en fotos, no es algo que se logre disminuir o dominar con la experiencia.

Ella fue la que encontró a Luka por primera vez hace 14 años. En una ocasión, volviendo del trabajo, se había roto el freno del auto, de una forma tan grave que no tuvo opción más que arrimarlo a la banquina. Mientras estuvo esperando a la grúa, escuchó los aullidos de un cachorro. El pequeño había sido abandonado en un descampado al lado de la ruta. Mercedes, al verlo, enseguida acudió a él, lo alzó y lo puso dentro de su cartera. Cuando mi papá la vio entrar a la casa con el perro, no lo podía creer, pensó que los extraterrestres habían secuestrado a su verdadera esposa intercambiándola por otra. Enrique fue el que lo bautizó con el nombre de Luka, pero cuando intentó tocarlo mi mamá no lo dejó. "El perro no se toca hasta que el veterinario le de las vacunas", dijo ella. Eso siempre le causo risa a Enrique, no quería que él tocara al perro pero ella lo guardó dentro de su preciada cartera con todas sus cosas.

El día no tuvo opción más que continuar. Me enteré que Luka fue enterrado en nuestro patio. El agujero lo había hecho mi papá el día de ayer, antes de pasarme a buscar a la escuela. También guardó su cama y los juguetes, entre otras cosas, en una bolsa negra, la que después colocó en la parte de arriba del placar. No sabía qué hacer con esas pertenencias.

Me acerqué al lugar donde fue enterrado Luka. Permanecí un rato allí, viendo la tierra húmeda que sobresalía del pasto. «Tal vez deberíamos plantar algún arbusto lindo al lado, para verlo crecer y ocupar el espacio », eso fue lo que pensé al ver la tumba.

― El día es cálido pero el viento es frío. Es lindo estar afuera― dijo mi papá tratando de sacar un tema de conversación.



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En el texto hay: misterio, criaturas sobrenaturales, amor amistad

Editado: 20.04.2021

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