—Espera, no podemos irnos—le dije mientras que aquel imbécil iba a, por lo menos, diez pasos por delante de mí. Ni siquiera se dignó a girarse, de hecho, apretó el paso.
—¡Oye, no quiero correr!
—Primeramente, eso me importa más bien poco y segundo, eres un fantasma y no te cansas.
Tenía razón, pero no quería quedarme sola en aquel momento. Ver a mi padre y hermano devastados, había bajado varios grados mi confianza. Y aunque necesitaba encontrar mi cuerpo, lo que más deseaba era quedarme con mi familia. Me paré en medio de carretera a modo de protesta y aunque el imbécil tardó en detenerse, lo hizo sin prestarme ni una mirada. El Cretino nunca decepcionaba en cuanto a las perlas que salían por su boca.
—No sé qué quieres, pero si es lo que pienso, es inútil. Ya no tienes nada que ver con tu familia y, si fueras más inteligente, emplearías el poco tiempo que tienes en investigar lo que pasó.
—¡Eso lo decidiré yo! —le grité mientras era atravesada por una bicicleta. No sentí nada, ni un solo cosquilleo y aquello, lejos de ponerme triste, me hizo reír.
Pain me miró como si uno de mis tornillos se hubiera aflojado y caído al suelo. Quizás más que el hecho era lo desternillante de mi situación. Si, hacía el ridículo, pero solo El Cretino era capaz de verme en aquel instante. Siempre quise ser invisible, pero quizás el precio que había pagado era demasiado alto para disfrutar de ese poder.
—¿Qué clase de pizza me habré comido para soñar todo esto? Debo de estar a pata suelta durmiendo en mi cama y en breve seguro que despertaré.
Aquello le hizo reír, pero no de una forma agradable sino más bien, como una brisa de invierno en el cogote. Hasta estando muerta, sentí un escalofrío. Aquel tipo de daba miedo, casi con un aura de mafioso que te hacía permanecer alerta.
—Eso sí que ha sido divertido, lo admito. No comprendo qué tiene que ver la comida con las pesadillas. Los humanos sois tan inútiles.
—Y tú bastante ignorante—le espeté—si tanto nos conoces sabrás que antes de dormir no puedes comer nada pesado porque puedes tener sueños extraños e incluso, muy realistas. Estoy segura que esto es lo que me ha pasado. ¿Sabes lo mejor? Que en cuanto despierte, no te veré más.
—Oh eso sí que estoy deseando verlo. Pero por el momento, debemos seguir. Tenemos que dar con tu cuerpo antes de que sea demasiado tarde.
—¿Tarde para qué? —le pregunté.
—Tarde para extraer información de tu retina. Conforme pasa el tiempo, se desvanece lo último que tus ojos vieron. Si deseas demostrar tu inocencia, lo más probable es que lo necesites. Y si realmente deseas no verme más, más te vale hacer lo posible para que llegues al Confractus.
—¿Al Conqué?
Un suspiro de desesperación salió de su boca. Pude alcanzar su paso, aunque siempre quedaba un poco más delante de mí. Mientras que caminábamos por aquellas solitarias calles, comenzó a relatarme la respuesta a mi pregunta.
—El Confractus es allá donde los humanos permanecen el resto de su existencia cuando mueren si han sido benévolos durante su corta vida. Allá puedes tener una oportunidad de volver a la Tierra si hacer méritos y eres un espíritu modelo para ganarte ese derecho. Pero la reencarnación es algo que muy pocos consiguen y el precio a pagar es alto. En tu caso, si no se demuestra lo contrario, no tendrás oportunidad alguna de marchar al Confractus sino que quedarás en el Infernum como penitente por el resto de tu existencia.
Aquello si hizo que moviera el culo; si ya mi situación era horrible, ¿Qué me esperaría durante la eternidad con un idiota así? Y si lo que decía era cierto, tenía una pequeña posibilidad si ascendía al Confractus dichoso. Y si lograba ascender, desde luego, me comportaría como el mejor ente intangible de la historia. Merecería cada maldito segundo extra de vida que me ofrecieran con tal de volver a empezar y completar mi lista de cosas sin hacer que había dejado atrás. Ya si llegaba a los treinta, me daba por satisfecha.
El silencio se hizo entre los dos durante un tiempo. Era necesaria un poco de paz mental después de todo lo que había ocurrido, por lo que agradecí esa quietud frente a la mala leche del Cretino. Aunque la tranquilidad suele durar más bien poco así que más me valía disfrutarla.
Sus pasos cesaron momentáneamente en la entrada del instituto donde yo asistía cuando era una estudiante atípica con los problemas normales de esa edad además de un par de pulmones funcionales que me mantenían con vida. Sí, eso era lo más importante, que el corazón me latía y no precisamente por estar enamorada.
Sin echarme ni el más mínimo vistazo, Pain comenzó a dar órdenes como un general.
—Comienza a recabar información en tu cabeza. Simula el día de los hechos para saber qué demonios hiciste y con quien te tropezaste. No sabemos aún si ha sido un accidente o un asesinato.
—Según tú, si yo fuera realmente la asesina, ¿Cómo acabé asesinada? Sería un fiasco en mi profesión.
Pain se giró dándome varias palmadas en la cabeza. Extrañamente, pude sentir su contacto, lo que me hizo sobresaltar impresionada. Su rostro quedó cerca de mí sin ninguna expresión. Demasiado cerca y…demasiado incómodo.
—He visto muchas cosas durante mi existencia y te sorprendería lo que la gente es capaz de hacer para que no descubran sus terribles actos.
—Ilumíname, sabio del infierno—le dije haciendo una reverencia exagerada. Aquello lo hizo suspirar, dejándome con la intriga cuando se dio la vuelta para contemplar la entrada del edificio. Sus ojos analizaban el lugar con severidad, quizás en busca de cualquier pista o elemento que pudiera estar relacionado conmigo.
Pero entonces, un recuerdo pasó ante mis ojos.
—Espera un segundo, Destina dijo que me había ahogado en la bahía de Merrymeeting, ¿Por qué no hemos ido allí? Se supone que mi cuerpo debe de estar.
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Editado: 28.11.2022