Estábamos posponiendo algo que iba a ser extremadamente doloroso para mí. La realidad comienza a existir cuando se muestra delante de uno, pues cuando me encontrara cara a cara con mi cadáver, esa realidad iba a golpear mi fantasmal espalda.
Destina iba guiándome por un camino que conocía perfectamente palmo a palmo; mi cabeza estaba en otro lado, quizás en el rostro de mi madre o aferrándome a recuerdos felices para que mi golpe se amortiguara. Mis ojos viajaron a la pulsera roja que se ajustaba a mi muñeca, recordando las palabras de destina acerca de que los humanos y ella estábamos conectados.
—Si estás conectada a todos los humanos, ¿Sientes lo que ellos sienten y puedes ver sus pensamientos? —le pregunté.
Se dio unos instantes antes de responderme con cierta cautela. Su voz era incluso más delicada que de costumbre.
—No se nos permite escuchar los pensamientos de ningún humano, tan sólo puedo llevar en mi pecho lo que ellos sienten y lo que ven antes de morir. Desgraciadamente, a veces mis visiones no son tan exactas porque el destino puede variar en un solo instante. Por eso pensé que moriste ahogada, aunque lo más probable es que me equivocara.
Había muchas cosas de su mundo que no comprendía bien, ¿Qué tipo de jerarquía llevaban? ¿Cómo y cuando comenzaron a existir? ¿Ven cada uno de nuestros movimientos desde que nacemos?
Un pensamiento vergonzoso atravesó mi mente y casi me hace gritar en aquel momento, ¿Acaso Pain me había visto en circunstancias…vergonzosas?
Preferí guardarme aquella pregunta porque, si me lo confirmaba, mi vida no la vería como la había visto hasta ahora. Podría compararse, exagerando mucho, a cuando descubres que Santa Claus son tus padres.
Si tuviera cuerpo, ahora mismo temblaría de miedo.
Lo que más me sorprendía es que caminábamos en dirección a mi cadáver y yo bromeaba o tenía pensamientos extraños mientras tanto. Quizás era lo que nos explicó la profesora de naturales, que el ser humano tiende a desdramatizar todo como mecanismo de defensa. Aunque yo tenía otro tipo de explicación: no todos los que conocía hacían precisamente eso, pues nada más tenías que asistir a la puerta de mi instituto en un día de exámenes. La mayoría, intentaba resolver ejercicios con otros mientras que una crisis de ansiedad se apoderaba de ellos, otros, discutían sobre lo que entraba o no de la materia. Sólo había un selecto grupo que hacía caso omiso a la situación y eran impertérritos a ese nivel de estrés, aunque claro, en ese grupo había otra división: los que fingían y luego lloraban en casa y los que realmente pasaban del tema y templaban sus nervios. Yo me había salido del tiesto y pertenecía a una categoría fuera de esas que había mencionado; yo básicamente, me reía sola. Imaginaba historias en mi cabeza, e incluso, me contaba chistes a mí misma. Parecía que había perdido los estribos, pero siempre fui así, cosa que a mis compañeros no les gustaba en lo absoluto pues rompía el tenso ambiente entre silencioso y dramático.
Yo era la que desentonaba de esa obra de teatro, la que se equivocaba de línea e improvisaba una totalmente diferente a la que tenía que decir. Y aquello a mi madre le gustaba. Siempre me decía que las joyas más raras, las que crecen en un solo lugar, son las más valiosas y cotizadas. Ella me comparaba con una painita, un mineral considerado como el más raro del mundo y del que sólo se conoce un yacimiento en todo el mundo. En ese entonces, me hacía sonreír, pero ahora, no podía evitar evocar al imbécil de Pain por lo parecido que era su nombre. Encima el que la descubrió, tenía el apellido Pain, por lo que las coincidencias ahora me hacían sentir náuseas.
—Creo que nos quedan diez minutos como mucho para llegar. Si necesitas tomarte un descanso, podemos hacerlo perfectamente—me interrumpió Destina. Me vi tentada a dar la vuelta, pero necesitaba saber más acerca de lo que me pasó. No disponía de mucho tiempo y necesitaba saber por qué los miembros del inframundo pensaban que yo era la asesina de tanta gente. Destina ahora caminaba a mi lado, dejándome mi espacio para pensar y por si quería iniciar algún tipo de conversación. Quise preguntar más sobre lo que se me acusaba.
—Destina, ¿Allí de dónde vienes no ven raro que una niña de quince años sea una asesina a sangre fría?
Ella negó con la cabeza, ¿Acaso a lo largo de los milenios habían visto de todo y por eso sospechaban de cualquier cosa? No comprendía el tipo de pruebas que tenían contra mí pues, excepto mi mejor amiga, no había conocido jamás al resto de personas.
—En nuestro mundo, existe la posibilidad de reencarnarte. No es algo que haya pasado a menudo, pero a veces, personas del Infernum han logrado tener una segunda oportunidad. Ha habido casos en los que asesinos despiadados han vuelto a nacer o han podido tomar cuerpos para seguir cometiendo crímenes.
—Espera, espera, ¿Los fantasmas podemos poseer a los humanos?
—No si tienes buen corazón. Si haces algo así, tu energía fantasmal se va enturbiando y tanto tus recuerdos como pensamientos negativos, eclipsaran lo positivo que hubo en tu vida. Te transformarás en un monstruo capaz de pegarte como una sanguijuela de los humanos y les robarás la energía vital lentamente.
—¿Y qué pasa cuando les robas la energía vital? —pregunté aterrorizada. Bajó la mirada antes de clavar sus tristes ojos en los míos.
—Pierden las ganas de vivir y cometen suicidio. Al hacerlo, no pueden reencarnarse y quedan como almas vacías en el Confractus una vez que expiaron sus pecados en el Infernum. Es la peor muerte que puedes tener Karma, por eso a los humanos hay que dejarlos en paz. Aunque no les quieras robar su energía vital, el hecho de que estés cerca, no es algo positivo para ti. Los espectros tomáis rencores y anhelos, lo que os corrompe y puede ocasionar que deseéis robar la energía vital de los vivos. Por eso, tienes un tiempo limitado para vagar por la Tierra y solucionar tus asuntos.
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Editado: 28.11.2022