Mauro llamó a sus superiores y pidió refuerzos, explicándoles la situación en su manera de comunicarse en claves. Había aprendido a comprender lo que decía; por lo que pude saber que les indicaba la dirección a la que debían ir de inmediato y a lo que podían enfrentarse.
Unos minutos antes de llegar a nuestro destino, una de las camionetas nos dio alcance, cortándonos el paso. Mauro se vio obligado a frenar repentinamente para no impactar contra ella. Cuatro hombres bajaron y abrieron fuego contra nosotros; afortunadamente, siempre había preferido los autos blindados; por lo que Mauro y yo permanecimos dentro y a salvo, aunque atentos, con las armas cargadas. Los guardias que cuidaban de mí, abrieron fuego contra quienes nos atacaban por el frente, más dos hombres que viajaban en la segunda camioneta.
—¡Debemos ayudarlos, Mauro! —le grité, intentando abrir la puerta, pero él la había bloqueado—. ¡Abre!
—¡No cometas una locura, Arturo! ¿Vas a dejar a tu hijo sin padre? —sus palabras me obligaron a cambiar mi determinación. Tenía que pensar en Gael Arturo y en Anais. Estaba seguro que si algo me ocurría, sufrirían más de lo que yo había sufrido por haberla perdido.
Los refuerzos que Mauro pidió, llegaron en ese momento, neutralizando a los hombres. Cuando no hubo peligro, él abrió las puertas y pude bajar. Uno de nuestros hombres estaba herido; de inmediato, pedí que lo llevaran a una clínica, aunque, aparentemente, no era de gravedad. La policía pronto se hizo presente en el lugar; tomaron mi declaración y la de algunos de los guardias. Fue necesario ir con ellos para interponer una denuncia. Obviamente, los hombres de Oscar fueron detenidos y obligados a dar detalles del porqué del ataque hacia mi persona. Según el oficial que nos atendió, se giraría una orden de arresto contra Oscar Martínez por ser el autor intelectual en el intento de asesinato en mi contra.
Llegar a casa nunca fue tan gratificante para mí. Esperaba ver a la mujer que ocupaba mi mente y mi corazón; además de mi hijo. Quería abrazarlos para sentirlos cerca. Lo que había experimentado hacía un par de horas, sólo me reafirmaba que era por ellos por quien quería continuar en este mundo. Gael Arturo corrió hacia el auto al ver que yo había llegado; lo tomé en brazos y besé sus mejillas.
—Te amo, hijo. Eres lo mejor que he podido pedirle a la vida —le dije y él sonrió.
—Yo también te amo, papá —me obligué a tragar el nudo en mi garganta por su respuesta. Caminé con él hacia la casa. Anais esperaba en la entrada junto a Mauricio. Me acerqué a ella para abrazarla junto al niño—. ¿A mami también la amas? —preguntó Gael, haciéndonos reír.
—Así es, hijo. A mami, también la amo. Por eso están aquí, junto a mí —mi voz no logró esconder lo que escondía mi rostro.
—¿Qué sucede, Arturo? —preguntó ella, tratando de alejarse de mis brazos, pero la retuve allí. Necesitaba sentirlos conmigo. Necesitaba saber que nada lograría separarnos.
Pasé la tarde recostado con ellos, con la excusa de estar cansado, cuando lo que en realidad quería, era darle tiempo a Mauro de poner al tanto de todo a Mauricio, contándole los detalles. Por la noche, tuvimos poco tiempo para hablar; aprovechando que Anais subió a preparar al niño para dormir. Mauricio me informó de la presión que hizo para que esa misma tarde apresaran a Oscar. Eso me daba un poco de tranquilidad; sabiendo que ahora estaba detenido.
—Para mañana, Oscar habrá perdido su reputación. Estoy preparado para adquirir las acciones de sus empresas. Tengo que asegurar el patrimonio de Anais; porque, a fin de cuentas, él inició sus negocios con el dinero de los padres de Montserrat.
—Si necesitas dinero, sólo dilo. Estoy dispuesto a apoyarte financieramente —le dije, mientras le entregaba un vaso—. He querido beber algo fuerte durante todo el día.
—No es necesario, Arturo. Tengo suficiente dinero para respaldar cualquier oferta que hagan por las acciones. Todos estos años he trabajado duro; en lo único que pensaba era en superar a mi hermano para poder recuperar a la mujer que amo y a mi hija.
—¿Te das cuenta que ambos estamos en situaciones similares? —él asintió y bebió el contenido de su vaso de un trago—. Ambos fuimos obligados a vivir sin el amor de nuestras mujeres y de nuestros hijos y todo por culpa de la ambición de Oscar.
—Así es. Pero ahora, la balanza está de nuestro lado. Tú hijo sabe que existes; ya te conoce y has podido tenerle contigo, decirle cuánto le amas. Espero que pronto, yo tenga la misma suerte —sus palabras estaban acompañadas de una sonrisa.
El resto de la semana fue crucial para eliminar la amenaza que significaba Oscar Martínez en nuestras vidas. Mauricio continuaba haciendo lo posible por recuperar lo que por ley pertenecía a la madre de Anais y al mismo tiempo, preparaba todo para reunir a Anais con su madre y poder contarle la verdad.