¿qué sucedió en Seattle?

Capítulo 20: Nuevas metas

Luego de aquella pelea en el campus, Charlie fue suspendido por un mes del equipo de voleibol. Luca, en cambio, le fue peor. La fotografía había sido mostrada a las autoridades y los análisis que le hicieron mostraron una enorme dosis de droga en su cuerpo.

Se había descubierto que amenazaba a las chicas con las que estaba con este tipo de fotos. Le gustaba el dominio sobre ellas, debía descargar su odio en alguien más débil, y Celeste fue una de sus víctimas.

Ahora me sentía menos mal porque ella no esté aquí. Creía que era lo mejor que podía haber hecho, huir de Luca y no verle nunca más. Ahora él estará bajo arresto, y espero que ningún dinero de su familia logre sacarlo antes de tiempo. Es bueno saber que el mal ya estaba deshecho.

Faltaba un mes solo para devolverme a Edimburgo, ya habíamos pasado los últimos exámenes de la universidad, del primer año. Por suerte, había aprobado todos hasta ahora, solo quedaba una última meta: ganar el concurso de fotografía.

El ganador sería anunciado junto a la fiesta de salida al verano. A pesar de no gustarme las fiestas —mala experiencia la última vez—, debía ir para saber los resultados.

El ambiente estaba acalorado, ruido por todas partes y estudiantes bailando. Chay no bebía en lo absoluto. Mientras que Kaira sí. Lo sé, al parecer los papeles se invirtieron a última hora.

—¿¡Qué les sucede!? —grito, tratando de que pudieran oír mi voz entre tanta música.

—¡No puedo tomar en la escuela! —responde el mulato— ¡Recuerda que me suspendieron ya una vez, no quiero alocarme y que me suspendan el año que viene del voleibol!

—¿¡Qué!? ¡Ese no es mi Chay! —menciona a vociferaciones Kaira.

Se le notaba lo ida que ya estaba. Nunca la había visto así, borracha hasta más no poder. No paraba de reír y de bailar. En verdad se la estaba pasando bien.

Mientras tanto, mi angustia y mi desespero por saber quién carajos había ganado hacen que vaya al baño de chicas. Mi vejiga estaba jugando a las espadas todo el tiempo, y ya eso me estaba molestando.

Luego de salir del baño, comienzo a caminar los pasillos de la escuela. Vi cosas que no debía, como una pareja cogiendo en las esquinas más oscuras, tal vez suponían que nadie se le ocurriría pasar por ahí, pero no, no fue así desafortunadamente.

Aún parecía absurda la cantidad de tiempo que ha pasado desde que puse un pie en Seattle. Nueve meses desde que estoy aquí, y me tomo solo cuatro para darme cuenta de que no todo dura para siempre.

Nunca pude olvidarme de Celeste. A veces iba de escurridiza en mis sueños a colarse. Se paseaba en mis pensamientos y a veces tan solo, me daba un beso de nostalgia.

Sí que fui tonta, una tonta, pero de las mejores. De esas que ganan un premio por cada estupidez que cometían en su vida. Y a decir verdad, nunca he cometí una idiotez tan grande que no haber besado más a esa pelicorta, a la resabiosa e infantil de Celeste.

—¿Podrías dejarnos coger en paz? —menciona la pareja.

—Claaaaaro, no se preocupen —hablo con obviedad.

«¿Para eso me sacan de mis pensamientos, malditos calenturientos?»

Ya el reloj marcaba las once con veinticinco minutos. Pronto revelarían al ganador del concurso “Liberemos nuestras mentes”. Con sensatez me dirijo a donde se encontraba el escenario con música.

—Recuérdenme no volver a poner un pie en un baño en mi vida.

—¿Qué sucedió? —indaga la pelirroja.

—Vi a una pareja follar en el pasillo, ¡follar, Kaira, follar! —Me exalté con tan solo pensar en lo que vieron mis ojos “inocentes”.

—Ah, sí, es normal en estos últimos meses que quedan de escuela.

—La gente está loca, y yo necesito una copa, urgente.

—Un sorbo no te hará daño —sugiero.

—¿Qué no? Esto es peor de lo que te imaginas, en cuanto le encuentras el gusto a lo malo, no lo sueltas.

Eso me hizo pensar en que el peor sabor que pude haber probado fue el de los labios de Celeste.

«¡Joder, necesito sacármela de la cabeza!» Cavilo.

No iba a volver a saber de ella, nunca. Debía aceptar y pasar página. Ahora debe andar pintando y siendo reconocida junto a su hermana. Las dos debían hacer la pareja perfecta de artistas. Nunca me dedique a buscar información en internet, ni en ninguna red social. Evitaba saber de ella, como ella al parecer evitaba saber de mí.

Pero mi mente me jugaba malas pasadas, queriéndomela recordar una y otra vez, en cada segundo que pasaba.

—Faltan diez minutos para revelar el ganador del concurso “Liberemos nuestras mentes” —anuncia el profesor Gilbert al micrófono.

Tan poco tiempo faltaban para que mi vida cambiase. Nuevas metas eran lo que necesitaba. Las mariposas en mi estómago me picaban a tal extremo que me fastidiaba, esta pequeña adrenalina de la impaciencia nunca me gustó.

—Estás ansiosa, ¿eh? —musita el rizos.

—Ni te imaginas.

—Estoy seguro de que Celeste desearía estar aquí para ver cómo es que ganas ese premio, preciosa —Él me dedica una sonrisa, haciendo que yo hiciese lo mismo.



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Editado: 04.09.2022

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