Que tus besos No sean de Amor

Capítulo 29

CAPÍTULO 29

 

-Eva-

 

La noche caía de una forma extremadamente tranquila, tan pacífica que me turbaba, ajusté mis brazos sobre mi abrigo, la lana era atravesada por la fría briza, el inverno comenzaba a ser intenso. Mi móvil sonó, deslicé la puerta de vidrio que comunicaba al jardín de casa, pues, me había atrevido a asomarme por unos minutos sentía sofocante el encierro y mi soledad.

Caminé hacia el sofá tomando mi móvil que no paraba de sonar.

—Hola…—contesté, frunciendo el ceño pues quien me llamaba era David, el bullicio de fondo era extraño.

—Hola, Eva—la voz preocupada de David me alertó.

—¿Ocurre algo, David? —inquirí con seriedad.

—Así es, siento llamarte ,pero, eres mi última opción antes de que esto se lie aún más, Nicolás está descontrolado, desde hace tiempo, que no va a trabajar, y se la pasa bebiendo, por cierto:  no sabe que estoy llamándote, de lo contrario, me mataría.

—Bien, ¿dónde están? —pregunté comenzando a moverme hacia la puerta de salida.

—En el callejón detrás del club, —de pronto se oían risotadas y cosas que parecían romperse a lo que David interrumpió nuestro diálogo—¡Nicolás! ¡bastardo ya estas ebrio! ¡para ya! —vociferó cabreado David.

—David, tienes que intentar convencerlo de que vaya a casa—le indiqué—eso quisiera, pero, no sé cómo ni de dónde, el jodido Nicolás encontró una espada…

—¿qué? —inquirí tratando de mantener la calma, mi respiración comenzó a ser afanosa.

—lo que oíste, no sé si la halló entre la basura de este pasadizo, pero; te aseguro que de algo estoy muy convencido: es demasiado afilada.  Unos imbéciles le están arrojando botellas de whisky y él con su espada parte a la mitad cada botella que logra…—se detuvo agitado volviendo a gritarle a Nicolás que parecía no entrar en razón— ¡Darle con esa mierda de puntería que está teniendo así de ebrio!

—¡Voy en camino! —corrí hacia la puerta de salida—pero antes: Por nada del mundo llames a la policía, procura disuadir a las personas que están con él para que dejen de hacer eso.

—Lo intentaré, no te lo aseguro, pero ha ocasionado un desmadre…

 

Cuando llegué, corrí casi sin aliento hacia ese callejón, apenas penetré en su interior, vi al final del recorrido a Nicolás, vestía con un exclusivo gaban negro se tambaleaba, aun en ese estado todavía tenía reflejos para mover la espada de forma acertiva cuando una botella volaba hacia él, la atravesaba, los cristales se abrían peligrosos  desparramando en el aire todo el líquido que contenían. David avanzó hacia mí cuando me divisó, alejándose de los otros dos sujetos que reían a carcajadas cada vez que Nicolás daba en el blanco pues en el corto tiempo de mi marcha algunas botellas volaban directo hacia él y su estado le jugaba una mala pasada pues se estrellaban con suerte sobre la pared a quizás centímetros de ir sobre su cuerpo o rostro, tenían una caja de botellas que parecía interminable. No todas eran para lanzárselas , sino, que algunas las abrían bebiendo sin parar.

Tragué con dificultad, ¡cómo podía comportarse así a tan poco tiempo de poder librarnos de todo!

—¡Nicolás! —grité yendo en su dirección, así como mis pasos desesperados corrían hacia él una botella volaba sobre mí, cuando Nicolás se giró al oír mi voz sus ojos se abrieron teniendo un ápice de lucidez, apretó su mandíbula con fuerza elevó sus brazos se adelantó unos pasos dándole a la botella que reventó en el aire prácticamente sobre mi cabeza, soltó la espada lanzándola al suelo, me tomó de un brazo jalándome hacia él y con su cuerpo me cubrió de los cristales .

—¡Ustedes dos par de idiotas váyanse antes de que dueño llame a la policía! —oí la voz de David sacando a esos tipos del lugar.

—¡David, eres un aguafiestas!—le oí decir a uno que estaba tan ebrio como su otro amigo.

Me separé de Nicolás, cuando lo hice, noté que yo era su único punto estable, se meneó mareado alzó sus cejas aturdido.

—¡Santo cielo, Nicolás! ¡qué haces! —le recriminé.

Él sonrió de manera sórdida.

—Me pierdo un poco…solo un poco…—se tambaleó, su brazo se plantó sobre un muro contiguo.

Mire de re ojo la espada que aun yacía en el suelo. Me voltee hacia David, ya llevaba a la rastra a los otros dos sujetos , esperé hasta que se alejaron lo suficiente. Sostuve  a Nicolás, llevando su espalda sobre la pared, sosteniéndolo con mis dos manos, rápidamente llevé mi rostro hacia el suyo para besarlo así poder quitarle la espada, cuando estuve a punto de hacerlo él se soltó de mí, separándome.

—Ni se te ocurra hacerlo…—murmuró de forma ronca caminando a paso endeble hasta llegar a la espada, la tomó y la hizo desaparecer en un santiamén.

—¿Acaso perdiste la cabeza? —le reprendí en un susurro molesta sosteniéndolo. Asintió turbado.

Por ti, sí, por ti…

Su cuerpo era demasiado pesado para que pudiese sostenerlo.

—Nicolás, intenta erguirte un poco, vamos a caer…—me observó, sus ojos tristes parecían perdidos en un mundo de pensamientos que eran un misterio para mí.



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En el texto hay: misterio, romance, hechizo

Editado: 16.04.2023

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