Querer decir "Te amo" (gay)

CAPÍTULO 41

Ezrael se disculpó con Valentín antes de levantarse, buscar su celular e ir al patio trasero del hogar. No era común estar allí para él pues había demasiadas plantas, sin embargo sentía ahora necesitar aire fresco. Seguía haciéndole daño recordar su pasado, no le gustaba para nada. Pero le gustaba mucho menos que Valentín hubiera pensado que él lo había visto como solía ver a su padre.

Sabía que no le mintió por ser cruel, tampoco por ser egoísta con él. Le había mentido pues deseaba con todo su corazón ser feliz a su lado. Quería hablar con Valentín de lo ocurrido para arreglarlo, más tenía un pequeño dolor en la mejilla que no lo dejaba en paz. Si Valentín lo descubre se sentiría peor y más culpable.

Desbloqueó su celular para ver lo que tanto le había preocupado y la razón por la que lo había golpeado varias veces con ello. Entre palabras mal escritas, mala ortografía y el auto corrector afectando un poco el sentido, logro entender:

 

“Cuando te conocí no entendía porque mi corazón latía con prisa. Eras el chico más guapo que pude haber visto. Me causabas nervios y cuando tartamudee frente tuyo pensé que ibas a odiarme, pero me protegiste. Aún recuerdo cuando casi me atropellan y tú me salvaste a pesar del miedo que le tenías a los autos. Yo estaba llorando, pero tú sostuviste mi mano. Desde que te conocí supe que sentía algo muy diferente por tí a lo que nunca sentí por nadie. Quería tenerte a mi lado para siempre. Les pedí a mis padres que fuéramos a las mismas clases, los mismos campamentos de verano, los mismos cursos e incluso ahora, quería ir contigo al mismo gimnasio. Nunca quise separarme de ti porque, hasta ahora, tú eres la persona que me hace feliz. Eres la única persona que puede ponerme nervioso y calmarme en segundos. Te amo y si pudiera te lo estaría diciendo ahora. Sé que es difícil para tí aceptar que vamos a separarnos. Para mí también lo es. Pero no me duele eso. Me duele que me hayas mentido. Me siento culpable. No quiero quitarte tus sueños. Se los quité a mis padres, no quiero ser quien te los quite a tí. No lo soportaría. Quiero que seas feliz conmigo, no que te sientas obligado a estar a mi lado para que yo sea feliz. Te amo, Ezra. Te amo. ¿Entiendes eso? Te amo demasiado como para decirte que hagas algo que no te hace feliz o no te conviene por mi culpa. Te amo, Ezra. Perdón. No quise golpearte. Estoy enojado conmigo mismo. Lo siento. Lo siento. Lo siento.”

 

Ezrael golpeó su celular contra su cabeza un par de veces. Lo hacía con delicadeza para no herirse. 

Amaba demasiado a Valentín. Sabía que había estado mal lo que hizo, sin embargo jamás pensó que llegaría hasta ese punto. No pensó en las centenas de veces en las que Valentín le decía que odiaba ser una molestia, quitarle oportunidades a la gente o, de por sí, incomodar a alguien. Tampoco recordó cuando Valentín le hablaba de que su nacimiento arruinó la vida de sus padres, o al verlo llorar cuando él pensaba que era una molestia. 

Ahora no podía dejar de pensar en los días y noches en las que lo tenía ente sus brazos mientras lo escuchaba quejarse de que no se sentía bien por haber nacido. Aún podía sentir en su mano sus cabellos, sus lágrimas en sus pulgares e incluso los gritos de dolor en sus oídos. 

No muchas personas lo sabían e incluso preferían ocultarlo, pero había noches en las que Valentín se sentía tan mal que llamaba llorando a Ezrael para que escapara de su casa y fuera a la suya. Se lanzaba encima a sollozar que sus padres se habían marchado una vez más y que no pudo decirles que se sentía algo solo sin ellos.  

Apretó los dientes al saber que había cometido un error mayúsculo. 

Valentín, por otro lado, descansaba un poco más. Abrazaba con fuerza el peluche que le había dado Ezrael. Su madre le había re-enviado un mensaje que decía que iría a verlo en la mañana. Suspiró con fuerza. No quería verla después de haberle hecho daño, más tampoco se sentía seguro de poder decirle que no viniera. Estaba enojado consigo mismo por su actitud, sin embargo sabía que fue la correcta. 

Miró por la ventana y notó que la luz del patio estaba encendida. Supo que Ezrael debía estar allí, se levantó para ir a verlo. 

Al salir la escena mostraba a su novio con los ojos cerrados entre cientos de flores. Se preguntó en lo que podría estar pensando. No sabía si estaba enojado o deprimido, le preocupaba que fuera la segunda opción. Tomó aire y decidió no volver a tartamudear nunca más. Estaba harto de no poder hablar cuando lo necesitaba. Se acercó a sentarse a su lado. 

 

—¿Val? —preguntó al sentirlo.  

—Haz silencio. 

 

Tras dar aquella orden, el castaño acomodó su cabeza en el hombro del pelinegro. Tomó su brazo entre los suyos y lo apretó con tanta fuerza como podía. Sabía que algo los mataba a ambos e intentaba que con aquel movimiento entendieran que aún estaban juntos. 

Ezrael deseó hablar de lo ocurrido. Intentó explicarle todo:

 

—Cuando terminó el examen, un maestro me llamó e hizo que lo acompañara por el campus —dijo con la voz algo quebrada—… yo… A mi me encanta la universidad. Quiero ir a esa universidad. Pero si tu no te sentías bien con eso no quería. No quería separarme de ti. Yo… 

—¿Solo querías que fuera feliz? —completó con una risa amarga. 

—Lo siento. 

—... ¿Creías que iba a ser feliz si no me enteraba? —su ceño fruncido mostraba cuan enojado estaba.



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En el texto hay: romance, gay, amor lgbt

Editado: 11.01.2022

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